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Lo que el viento se llevó

La pelota desconcierta a los arqueros AP

BUENOS AIRES -- Por más que la publicidad nos tiene acostumbrados a ver a las estrellas del fútbol jugar a orillas del mar (entre otros escenarios públicos) como si fueran anónimos veraneantes, esto es demasiado.

La Eurocopa no puede disputarse con una pelota playera. Años de perfeccionamiento tecnológico, de ensayos de diseño, de ingenieros y físicos consagrados a la tarea para que el resultado sea una réplica de la Plastibol, legendaria pelota que el viento zarandeaba como una hoja seca.

Ni siquiera tiene nombre de pelota: Europass encaja mejor para tickets de viajero. Y además de su estética arcaica e infantil (ay, esos parches negros y ¡redondos!), es un verdadero acertijo para los arqueros, que la vienen vituperando desde que Adidas la presentó en sociedad.

"Es extraña, nunca sabes lo que puede hacer", protestó Peter Cech, autoridad absoluta en la materia. Y no fue el único: Van der Saar y Pletikosa, atajadores bien reputados de Holanda y Croacia, rezongaron a coro porque la bola es muy liviana y caprichosa.

La ficha técnica de la Europass es por demás jactanciosa: habla de una "revolucionaria tecnología de paneles sellados térmicamente'' y una "nueva superficie diseñada científicamente con material de microtextura" que, se supone, le da más potencia, control y efecto.

Lo cierto es que la Europass parece tener vida propia (anticipándose al gran anhelo de Platini, la pelota inteligente), pero sin dudas lo más grave es su aspecto de utilería. Inevitable que, en la Eurocopa, hasta el gol más exquisito nos transporte, al menos por un segundo, a aquellos duelos encarnizados en el patio de la escuela. ¡La pelota es idéntica!

Sepan los responsables de Adidas (y no es el primer error en este sentido) que el público del fútbol, entre otras taras, es fetichista. Las herramientas de trabajo de los futbolistas deben lucir como los refulgentes pertrechos de un gladiador. Es parte del espectáculo, de la ilusión que se convierte en ejemplo a reproducir. Reglas del juego.

Claro que tal vez haya un costado provechoso. Durante el verano, acaso miles de veraneantes opten por la volátil Europass sabiendo que es inofensiva. Que un pelotazo tan leve jamás haría colapsar la vianda de la familia que toma sol en la lona vecina ni dejará inconsciente al anciano distraído que se cruce en el partido playero.

Desde 1970, cuando Adidas comenzó a ocuparse de las pelotas oficiales de los Mundiales, las variaciones no tuvieron pausa. Partir del 86, el cuero fue sustituido por material sintético y, tal vez en el afán de aumentar la cantidad de goles al alentar a los jugadores a patear desde cualquier posición, desde entonces las pelotas fueron cada vez más livianas y rápidas.

Espuma negra de poliuretano, burbujas rellenas de gas y otros componentes propios de la astronáutica (por lo menos para el oído inexperto del aficionado) figuran en las descripciones de las sucesivas generaciones de pelotas.

Y en cada nueva versión Adidas garantiza prestaciones sin precedentes. Sin embargo, el único gran cambio visible a través de los años es el aumento de velocidad.

Hasta aquí, todo bien. Porque con pequeños retoques de diseño de acuerdo a la tradición del país anfitrión, la estética de la pelota mantuvo cierta coherencia. Nos gustaban más las bolas lisas, o las legendarias "pecosas" con sus gajos negros hexagonales, aunque a la larga nos acostumbramos a los dibujos barrocos.

Pero para esta Eurocopa algún virus naif se infiltró en las seseras creativas de la marca de las tres tiras. ¿Y si prueban hacer un bollo con medias viejas? Tendría el mismo efecto y tal vez los arqueros no se sentirían tan desorientados.