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El oro soñado

BUENOS AIRES -- De las 15 medallas doradas olímpicas argentinas sólo pude disfrutar de dos, porque las otras 13 se consiguieron entre 1932 hasta 1952, período al que denomino "Los gloriosos 20 años".

Gloriosos porque las conquistas fueron el fruto del esfuerzo individual, el sacrificio sin límites, de bohemios, de soñadores, sin ningún tipo de apoyo, sólo alentados por lema símbolo del amateurismo: "El deporte por el deporte mismo".

CON LA ILUSIÓN A CUESTAS DURANTE 28 AÑOS
Cuando comencé mi trayectoria de presencias olímpicas, en Montreal 1976, llevaba en mi bagaje interno el deseo de ver subir la bandera al compás del Himno Nacional, patrimonio de quienes lucen sobre sus pechos la medalla dorada.

Esperanzas hubo, pero se marchitaron a la hora de las definiciones como del remero Ricardo Ibarra en Montreal y Los Ángeles. De allí en adelante pude gozar de los podios de la tenista Gabriela Sabatini, del vóleibol (Seúl 1988), de los tenistas Javier Frana y Carlos Miniusse (Barcelona 1992), Carlos Espínola, el boxeador Pablo Chacón, el equipo de fútbol, más vergüenza que goce (Atlanta 1996), el equipo femenino de hockey, Carlos Espínola otra vez, Serena Amato, Javier Conte/Juan De La Fuente (Sydney 2000).

EL DÍA INOLVIDABLE: DOBLE ORO EN ATENAS 2004
El sábado 28 de agosto de 2004 se constituyó en el día más glorioso del deporte argentino. Todo principio tiene su fin y la sequía de 52 años sin oro olímpico concluyó, no sólo con una, sino con dos preseas de ese metal, a través de historias de diferentes características.

La primera llegó de la mano del deporte más popular: el fútbol, pasión de multitudes. Sucedió en la mañana ateniense, bajo los candentes rayos de Febo, para iluminar un prolongado sueño que se convirtió en realidad.

La otra, ya pasada la medianoche, en el Indoor Arena del Olympic Complex, sostenida por la enjundia de un seleccionado de básquetbol poseedor de una personalidad arrolladora.

MADRUGADORA PRIMERA ALEGRÍA
Una definición sudamericana de fútbol entre Argentina y Paraguay. El seleccionado de Marcelo Bielsa se adueñó del campo y de la pelota ante un Paraguay de las brusquedades.

Apichonado por la presión en su propio terreno, las pretensiones paraguayas se redujeron a ilusionarse con algún contraataque.

Pase de Mascherano a Rosales, centro desde la derecha y el toque sorpresivo, producto de la lucidez de Carlos Tevez, para abrir el tanteador. Más aún, para abrirlo y cerrarlo. De ahí en adelante, el tedio inundó a los 30.000 espectadores, esperanzados por presenciar las reconocidas dotes de los futbolistas argentinos.

Ni Mascherano convertido en la indiscutida figura, ni las bondades de Tevez, ni las apariciones de D'Alessandro consiguieron variar el ritmo cansino del encuentro. Tampoco sirvieron las palmas acompasadas de un aburrido público solicitando más acción y buen fútbol.

El arbitro anunció la conclusión del bostezo. Los jugadores argentinos y el pequeño grupo de compatriotas festejaba. El resto se dividía entre tenues aplausos y silbidos.

VAYA PARADOJA
Desde Montreal 1976, Juegos tras Juegos, deseaba vivir este momento, y la chatura del encuentro le quito la emoción en tantas oportunidades imaginada.

Tardé un buen rato en comprender que el significado de la conquista superaba con creces el desarrollo de un partido con destino de olvido.

Argentina era un merecido campeón. Convirtió 17 goles, con un fabuloso Tevez, goleador del torneo, y mantuvo la valla invicta en los seis encuentros, todos ellos victorias. Con un nivel muy superior al resto de los participantes. Es decir, cumplió con ser el súper favorito.

Tal vez por ese pensamiento, cuando sentí un nudo en la garganta al ver izar la celeste y blanca en el mástil central, al compás del Himno argentino, ante tribunas despobladas, no corriendo por mi rostro el calor de las emotivas lágrimas largamente guardadas.

Los jugadores de una entrega y comportamiento dignos de destacarse. tras la ceremonia, gozaban del momento, dieron una vuelta olímpica, saltaban, cantaban y bailaban, rodeados de intrusos compatriotas, ante tribunas casi desérticas. Una pena, dije en voz alta, y un colega respondió: "No te olvides de que la mentalidad del fútbol es un elemento extraño dentro de los Juegos Olímpicos".

NOCHES Y AMANECERES INOLVIDABLES
Italianos y argentinos frente a frente. Linda combinación para una definición basquetbolística. Un estadio colmado, pleno de algarabía. Un escenario tipo NBA, con hermosas y magníficas bailarinas, para cubrir los tiempos muertos y los 15 minutos de descanso, para darle continuidad al espectáculo.

La tribuna lateral estaba cubierta por ambas hinchadas. Los cantos se entremezclaban. "Avanti ragazi" y "Vamos, vamos, Argentina, vamos, vamos a ganar".

Comenzó el partido y los jugadores se brindaron con todo. Ya comenzaba a gestarse la figura de Luis Scola, haciendo olvidar la obligada ausencia de Fabricio Oberto.

En Italia aparecía la precisión de Basile desde la zona de tres puntos para enmudecer a unos y revivir a otros. Marcas individuales encimadas, por momentos cambiando a inesperados tipos de zonas, pero siempre manteniendo la defensa personal, agresividad, para atacar con velocidad de desplazamientos y una dinámica que no admitía respiros.

De esa manera fue todo el desarrollo del encuentro. Argentina al frente e Italia siempre buscando acortar distancias. Monumental Scola, haciendo todo: 29 puntos y 11 rebotes. Genial Ginóbili, como siempre. Sensacional Montecchia, con sus impactantes triples, mientras Wolkowyski, incansable, hacía su aporte. Nada podían hacer los italianos ante semejante exhibición, pero no se entregaban y la efervescencia ambiental continuaba.

Un minuto final a todo orquesta. Los propios jugadores argentinos incitaban al aliento. Una actuación que contagiaba al público. Pelota para aquí, pelota para allá. Los italianos retuvieron los doce últimos minutos, los 15 tantos de diferencia lo decían todo, los argentinos formaban un compacto grupo envuelto en abrazos, se acercaron al público para compartir con los compatriotas presentes su inconmensurable felicidad.

Mi corazón brincaba. Sosteniéndome en bastón, agarrándome de cualquier manera, llegué al borde de la cancha y llorando me abrasé con Miguel Romano, del diario La Nación.

La música de Zorba el griego y "Matador" de Los Fabulosos Cadillacs precedieron la ceremonia de premiación. Los argentino ingresaron saltando y bailando. Recibieron las medallas y las coronas de olivo lucían en sus cabezas, cuando comenzaron a cantar el Himno Nacional y ver subir la banderas a lo más alto, descargue en quejidos y profundo llanto todos sentimientos acumulados durante tantos años de frustraciones.

Tras lo oficial, las travesuras, eran chicos disfrutando de una travesura. Y yo sin poderlo acompañarlos físicamente, los seguía con mi mente.

Mientras escribía la nota nota sobre la consagración, recibí un e-mail de un amigo: "¡¡¡Grande tío, te felicito!!! ¿Alguna vez soñaste tener resto para ver el oro olímpico en tu deporte favorito?"

Sí, Rómulo, lo soñé y lloré en aquel sábado de gloria. Lloré como cuando tenía 18 años y en Luna Park vi ganar a Argentina el primer campeonato mundial.

OROS DESDE 1932 Y HASTA 1952
París 1924.
Polo: El cuarteto compuesto por Arturo J. Kenny (5 de handicap), Juan D. Nelson (7), Enrique Padilla (6) y Juan B. Miles (7)

Ámsterdam 1928.
Alberto Zorrilla, natación, 400 metros, libre, con récord olímpico.
Víctor Avendaño, boxeador, 20 años, semipesado, venció por puntos en la final al alemán Erns Pistulla.

Alberto Rodríguez Jurado, boxeador, pesado, dejó fuera de combate al sueco Nils Ramm en el primer round.

Los Ángeles 1932.
Juan Carlos Zabala, atletismo, maratón.
Carmelo Ambrosio Robledo, boxeador, pluma, venció por puntos al alemán Josef Schleinkofer en la final.
Santiago Lowell, boxeador, pesado, en el match decisivo le ganó al italiano Luigi Rivotti, por decisión unánime.

Berlín 1936.
Oscar Casanovas, boxeador, pluma, venció en la final al sudafricano Charles Catterall.
Polo : Manuel Andrada, Roberto Cavanagh, Luis J. Duggan y Andrés Gazzotti

Londres 1948.
Delfo Cabrera, atletismo, maratón.

Pascual Pérez, boxeador, pluma.
Rafael Iglesias, boxeador, pesado.

Helsinki 1952.
Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero, remo, doble scull.

ARGENTINA - MEDALLAS OBTENIDAS EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS
JuegosOroPlataBronceTotal
Atenas 20042046
Sydney 20000224
Atlanta 19960213
Barcelona 19920011
Seúl 19880112
Munich 19720101
México 19680022
Tokio 19640101
Roma 19600112
Melbourne 19560112
Helsinki 19521225
Londres 19483317
Berlín 19362237
Los Ángeles 19323104
Ámsterdam 19283317
París 19241326
Total15232260

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