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Sinfonía agridulce

Se asomaron a la pista de atletismo, justo frente a la tribuna Sívori baja y enseguida empezó a sonar: "Muñeco, Muñeco...".
Marcelo Gallardo fue presentado en su regreso a River y la gente no se olvidó de él. Después fue el turno de Cristian Fabbiani, quien se puso la camiseta albirroja por primera vez, y casi sin conocerlo, la hinchada coreó su nombre. Raro, casi bizarro.
Pero los hinchas tienen memoria y enseguida pusieron las cosas en su lugar: el "Orteeega, Orteeeega...", sonó mucho más fuerte que lo anterior. Y la breve "ceremonia" finalizó con un claro mensaje a la dirigencia: "Ortega es de River, y tiene que jugar..."
El año electoral empezó para todo el mundo River.


BUENOS AIRES -- Todo comienzo de campeonato suele renovar las ilusiones de cada equipo. Sea para pelear por el título, entrar a alguna copa, y hasta para aquellos que ya empiezan con el agua al cuello, presionados por el promedio.

Bueno, esto suele ser así, pero, ciertamente, no era el caso de River. El verano no hizo más que enterrar la autoestima de los jugadores y las esperanzas y confianza de sus hinchas.

Por eso el recuerdo en tono de reclamo para Ariel Ortega, antes del inicio, y los tibios aplausos (y hasta con algún silbido que se filtró) para recibir al nuevo técnico Néstor Gorosito, en su debut oficial.

Y como River pareció el mismo amargado que el de la desastrosa campaña pasada, en un comienzo; le dio alas a un Colón que venía dulce, y con ganas de darle continuidad a su buena performance del Apertura.

Pero casi como si se tratara de una cuestión de karma, cuando River empezó a saborear el dulce sabor del triunfo, dos bombazos volvieron a amargarlo.

LE COSTÓ ENGANCHAR
Porque Ariel Ortega se queda en Mendoza por una disputa de dirigentes, en el inicio del año electoral, y como Marcelo Gallardo sólo fue al Monumental para hacer acto de presencia, a River le costó más encontrar el rumbo. Le faltó conducción.

Gorosito, quien había hecho algunas pruebas infructuosas en el verano, esta vez quiso intentar con Diego Buonanotte como enganche y el Enano nunca entró en ese papel y el equipo se desenganchó.

Arrancó muy tímido, retrasado, con Matías Abelairas como volante por izquierda, y Oscar Ahumada (sin cinta de capitán), de volante central. Pero sólo en teoría, porque ambos estaban apenas un paso más adelante que la última línea.

Buonanotte, casi inconscientemente se corría a los costados, su hábitat natural. Y entonces Mauro Rosales se tiraba más atrás y al centro, para recoger la pelota y buscar a Falcao, que había quedado solo y a kilómetros del arco sabalero.

Y, por supuesto, River no era el único en el campo de juego: ahí también estaba Colón, con una propuesta bastante básica, pero más efectiva. El equipo rojinegro aprovechó muy bien la banda derecha con Diego Chitzoff y Pablo Garnier y, con Esteban Fuertes solo adelante, le alcanzó para que volvieran los murmullos al Monumental.

Porque, para ser sinceros, Colón no generó demasiado ni fue profundo, pero las dudas en el fondo local eran tantas, que se complicaban solos. De hecho, Juan Marcelo Ojeda ni siquiera tuvo que intervenir en el primer tiempo.

El equipo de Antonio Mohamed intentaba hacer equivocar al rival, en su camino al arco de River y cortaba el juego con infracciones, en el sentido contrario.

A fuerza de voluntad despertó el conjunto de Gorosito. Ya es sabido que no tiene figuras de renombre, pero sí algunas individualidades con garra y buen pie. Y eso a veces, puede ser tan valioso como lo anterior.

El empuje de Abelairas desde el fondo, asociado con la movilidad y pase de Rosales, y la búsqueda incansable de Falcao, llevaron a River para adelante. En todo sentido. Porque avanzó en la cancha y se adueñó del juego. Y esos tres jugadores contagiaron al resto: Ferrari y Villagra se proyectaron por los laterales y, en algún momento entre los 35 y 45 minutos, Buonanotte hizo el "click" y pasó de off a on.

Un suspiro le duró la capitanía a Oscar Ahumada. El jugador resistido por los hinchas había sido elegido por sus propios compañeros, al comienzo del verano.
No le fue tan bien, tuvo una expulsión y estuvo a punto de irse a España. Un mal inicio, pero a tono con el resto del equipo.
Este domingo, en la presentación de River en el Clausura, la banda ya no estaba en el brazo del volante central. Sin explicación alguna, pasó al colombiano Radamel Falcao García.
Parece que Pipo Gorosito metió mano...


Se pareció, por primera vez en mucho tiempo, al pibito que debutó en Primera como la gran promesa de la cantera, pero que había quedado olvidado en algún rincón de Beijing 2008.

Y su primera gran participación no tuvo que ver con una jugada de gol, pero hizo que Colón cayera en su propia trampa. Tanto apelar a las faltas, le costó la expulsión a Pablo Aguilar por una golpe fuerte al Enano.

Con Buonanotte encendido, River al fin, pudo enganchar, aunque Diego nunca ocupó ese lugar realmente. Y Nico Sánchez -el mejor de la defensa por seguridad e inteligencia- casi rompe el cero, con una volea que Diego Pozzo mandó al córner.

Y dos minutos después, el arquero volvió a evitar el gol, en una pelota a la que Cristian Villagra no pudo pegarle bien.

Justo cuando River pasaba su mejor momento, justo cuando se ponía dulce, el silbatazo de Alejandro Sabino lo amargó con el final del primer tiempo.

SE LE ESCURRIÓ DE LAS MANOS
La continuidad del partido, ahora con Colón con 10 hombres y línea de cuatro en el fondo, por el ingreso de Marcelo Goux, deparó un camino más minado para River hacia el arco. Pero eso no impidió que el juego siguiera su curso natural.

Y, a esa altura, lo natural era que llegara el gol…de River. El equipo de Gorosito había sido superior en el trámite, en las pelotas paradas con jugadas preparadas y toda la acción transcurría en campo sabalero.

El tanto llegó con un muy buen centro y un potente cabezazo de Gustavo Cabral. Sí, un defensor. Uno de los problemas aún por resolver de River (aparte del defensivo) es la falta de un delantero goleador (¿Será Fabbiani?), porque Falcao se pierde en su "servicio" al equipo y ni Rosales ni Buonanotte se caracterizan por ser goleadores. Aunque el Enano tuvo dos chances claras para ampliar la ventaja.

El colombiano se reinvindicó con el 2-0, aunque gran parte del crédito debe llevárselo Augusto Fernández, ausente en el primer tiempo, pero de muy buen complemento. Él armó la jugada y Rosales dio el pase para que Falcao sólo cierre.

¿Cómo pasó River de este momento tan dulce a lo que fue el amargo final? Es difícil de explicar, o tal vez, muy simple. Dos bombazos.

Porque con la a salida de Rosales lesionado, ingresó el juvenil Daniel Villalba y formó una sociedad con Buonanotte, que deleitó al público millonario.

Aún cuando River bajó un cambio en los últimos minutos por el cansancio, fue superior a su rival.

El descuento con un bombazo de larga distancia de Alejandro Capurro sorprendió, pero no asustó. El equipo de Gorosito parecía tener confianza para sostener la diferencia e incluso ampliarla. Pozzo no se lo permitió.

Y después River se equivocó y Colón no perdonó. Quiso entretener la pelota, pero sin la precisión necesaria para no perderla. Y Sebastián Prediger (ingresó por Mansilla), a quien nadie atinó a bloquearle el disparo, sacó el segundo bombazo. Un tremendo disparo cruzado de larga distancia que se clavó junto al palo...a los 92 minutos...

Después de haber hecho mucho ruido durante todo el Apertura, de desafinar todo el verano, River tocaba una sinfonía, la primera sinfonía del Clausura, una dulce sinfonía, una sinfonía agridulce...

Colón estaba entonado, es cierto, pero en su plan para sumar 30 puntos, haber logrado uno en el Monumental, significa que ahora le quedan otros 29 por delante.

River, este River tan endeudado con su gente (que este domingo acompañó, de nuevo), en cambio, ya empezó en -2.

Más allá de la mejora en la imagen, y de cualquier merecimiento, en esta sinfonía agridulce, es claro a quién le tocó la parte dulce y a quién la amarga.