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En busca de la perfección

CHICAGO -- Es un pelotero con una energía rara, cuando se para en la caja de bateo. En parte es Hulk, y su lenguaje corporal sugiere que uno no puede hablar con él, molestarlo o interrumpirlo mientras se prepara para su trabajo. No es que el jardinero izquierdo de los Medias Blancas Carlos Quentín no le gusten las personas, es que no tiene tiempo para ellas. Uno es un fanático, un periodista o alguna otra cosa que no sea una pelota blanca cosida, que al final es lo único que le importa. Es lo único que le obsesiona; es lo que le impulsa y lo que le preocupa todo el tiempo.

Es el deseo de empujar esa pelota blanca que hace a Quentín un tipo tan anómalo para las personas que cubren su equipo, aquellos que juegan con el, y sus oponentes. La intensidad con la que juega Quentín es lo que lo impulsó a tener una temporada de calibre de JMV de la Liga Americana el año pasado, y es también lo que causó que su temporada terminará de manera prematura. Quentín, quien ya tiene ocho jonrones esta temporada, líder en su equipo, se fue a casa sin sus herramientas, pero en cambio se llevó una fractura en su muñeca derecha, la que se lastimó luego de golpear el bate con su mano en frustración luego de conectar un foul. Fue una lesión rara para un jugador cuyos ritmos y hábitos van más allá de la dedicación, algo que, desde afuera, luce para algunos como al borde de la locura. ¿Y para los Medias Blancas, quienes lo adquirieron previo a la temporada pasada de los Diamondbacks? Ellos no cambiaran nada de él por nada del mundo.

"¿Porqué habría de cambiar?" dijo el gerente de los Medias Blancas Ken Williams. "Puedo decir esto de muy pocas personas en este deporte: Es duro para mí imaginar que él se comprometa más de lo que ya es. Pero pienso que lo importante con él es notar que es uno de los pocos jugadores que no juega por estadísticas y números. Juega cada partido para ganarlo. Y uno lo ve en la manera en que trata de romper una doble matanza, o cuando corre hacia primera base, o cuando busca una pelota en los jardines.

"Sí, se rompió la mano y nos hizo falta el año pasado, pero esa misma intensidad era la que lo estaba impulsando hacia el JMV también. Algunas veces las cosas que te hacen exitoso te hacen tropezar de cuando en cuando."

Para el momento en que comenzó a jugar béisbol, Quentín dijo que había aprendido a jugar el deporte con emoción e intensidad. Sobresalió en la San Diego University High School tanto en football como béisbol, pero sus calificaciones fueron lo que lo hicieron especial. Tenía una beca para Stanford University asegurada, y ahí estaba Quentín -- quien no fue seleccionado en el sorteo al salir de escuela superior -- estableciéndose como un prospecto. Los Diamondbacks lo seleccionaron en el turno 29 en el sorteo del 2003, y a medida que avanzaba por las ligas menores fue catalogado como uno de los principales prospectos en un sistema repleto de ellos. Pero para el invierno del 2007, Arizona lo envió a Chicago por el primera base de liga menor Chris Carter (la movida que le permitió a los D-backs adquirir al estelar derecho Dan Haren en otra transacción).

Fue un robo para los Medias Blancas. Para Quentín, luego de años de altas expectativas en Arizona, combinados con decepciones luego de lesiones que impidieron que demostrara su potencial, la movida fue más que bienvenida. Eso no lo hizo fácil tampoco al principio. Él dice ahora que pudo aprender de la experiencia.

"La gente te puede amar en un segundo y te puede odiar en el siguiente," dijo Quentín, de 26 años. "Todo el mundo te conoce y es muy personal y te cambian y todo termina -- casi inmediatamente -- y uno se da cuenta de que uno está tratando de hacerlo bien y ahora se tomó una decisión y uno no puede hacer nada al respecto."

Fue una pérdida de control con la que Quentín tuvo que lidiar. Cuando entró al campo de entrenamiento de los Medias Blancas en la primavera pasada, el equipo le dijo que su actuación sería la que dictara si se quedara en el equipo. Quentín se sintió aliviado: Estaba siendo tratado como un hombre y apreciaba el inicio limpio. Además dijo que le permitió ser él mismo; nadie estaba tratando de decirle al chico de Stanford que bajara su juego -- algo común que los jugadores de Stanford escuchaban a través de los años. A.J. Hinch sabe lo que es ser catalogado. Él fue a Stanford, y luego jugó en las Mayores durante partes de siete temporadas antes de unirse a la oficina central de los Diamondbacks. Hinch es ahora el director de desarrollo de jugadores de Arizona, y una de sus principales tareas es velar por el sistema de fincas. Él pudo conocer bien a Quentín, o tan bien como Quentín le permitió que lo conociera. Hinch dice que cuando él estaba jugando le decían en ocasiones que simplificara su juego, ya que los coaches y los compañeros asumían muchas veces que él estaba pensando demasiado debido a su pedigí.

"Yo sentía que automaticamente sería nominado para ser el representante de los jugadores y uno sería catalogado como un pensador y un tipo inteligente, lo que es un cumplido," dijo Hinch. "Pero también puede ir en detrimento de uno."

Cuando Quentín fue cambiado, pudo haber sido encasillado una vez más, pero afortunadamente para él, su nuevo gerente general es también un hombre de Stanford. Williams fue un ligamayorista y un pensador, algo que algunas veces es una falla.

"Fui un gerente general a los 36 años por una razón, y pienso que mi carrera como jugador se acortó por ello," dijo Williams. "Hay un poco de verdad en todo esto. Pero muchos de nosotros no nacimos para ser buenos. [Quentín] es diferente. Él es bueno. Está bien ser bueno y ser analítico."

Ken Griffey Jr. La gente tiene la percepción de como deben ser los jugadores de béisbol. … Este es un negocio y [Quentín] lo trata como un negocio. Él duerme y bebe béisbol

-- Ken Griffey Jr.


Williams insisto en no cambiar nada en Quentín, y eso incluye su modo de batear. Su manera de pararse en el plato es bastante compacta, y se inclina a medida que se acerca al plato. A través de los años, los lanzadores no han aceptado del todo ese modo de pararse en el plato, y Quentín estableció un record en liga menor luego de recibir 43 pelotazos en el 2004. Es lo que lo ha llevado aquí, y a pesar de que su manager Ozzie Guillén le pidió que usara equipo protector, Quentín dice que siente que eso lo limita. Cuando se para en la caja de bateo, es la parte del juego que encuentra más retante, y quiere sentirse libre de todo, menos de su enfoque. Quentín dice que es la competencia pura de hombre contra hombre, y que espera ganar la batalla, lo que le da satisfacción.

"Los momentos en la caja de bateo, no diría que los disfruto, pero uno aprende más acerca de uno," dijo Quentín.

A medida que se acerca la hora del juego, Quentín está en constante movimiento, haciendo swings con su sombra por todo el camerino, levantando pesas y estudiando un programa de computadora que entrena sus ojos, un ejercicio muscular que hace antes de cada partido. Sus emociones están todas contenidas en preparación para su oponente.

"Él adora jugar al béisbol y piensa que cada día se presentará y ayudará a su equipo a ganar," dijo Dustin Pedroia, un contrincante en la conferencia universitaria Pac-10 de Quentín quien jugó en Arizona State y fue el JMV de la Liga Americana la temporada pasada. "Él no siente que tenga que hablarle a nadie. Yo respeto la manera en que juega el deporte."

Una vez comienza el juego, una calma envuelve a Quentín. Su disfrute lo logra haciendo cosas pequeñas, aún si la mirada en su rostro sugiere que se siente miserable.

"Hay tres tipos de personas," dijo Ken Griffey Jr., compañero de Quentín durante los últimos dos meses de la temporada pasada. "Están aquellos en el béisbol que tienen una cara para el juego, aquellos que lucen normales y aquellos que lucen como yo y sonreímos todo el tiempo. Ninguno de ellos está mal, pero la gente tiene la percepción de como deben ser los jugadores de béisbol. … Este es un negocio y [Quentín] lo trata como un negocio. Él duerme y bebe béisbol."

Griffey dice que Quentín le recuerda a Paul O'Neill, el animado jardinero de los Rojos y los Yankees que en ocasiones se desquitaba su frustración con la botella de agua más cercana. Griffey dijo que si Quentín se lastimara a si mismo fuera del terreno, eso sería un problema. Pero los compañeros aceptan a Quentín tal y como él es, lo que Griffey cataloga como un "jugador." A pesar que Quentín preferiría ser golpeado por una recta de 95 mph en las costillas que ser entrevistado -- especialmente acerca de si mismo -- cuando le permite tiempo a un reportero, le da respuestas bien pensadas, y revela una profunda introspección acerca de si mismo y su modo de trabajar, especialmente en la caja de bateo.

"Uno está en el centro del juego, uno es el centro de atención," dijo Quentín. "Eso se siente tan bien, cada vez que uno lo hace, cuatro o cinco veces por juego, es un corrientazo de adrenalina. Y cuando uno conecta un hit, el corrientazo es mayor. La adrenalina que corre por el cuerpo es increíble y pienso que cada jugador sabe como se siente eso. Si uno conecta un hit, no hay manera de que un jugador no disfrute eso, y yo soy de esa manera. Solo que no tengo una sonrisa en mi cara."

Cuando Quentín se metió de lleno en la conversación por el premio de JMV la temporada pasada -- bateó .288 con 36 jonrones, líder de su equipo, y 100 RBIs -- esa misma intensida fue en parte lo que lo sacó de juego. Su frustración lo llevó a romperse la muñeca derecha. Dijo que en el pasado se hubiese golpeado a si mismo, pero porque su equipo llegó a los playoffs de todas maneras, y porque pudo superarlo -- y se sintió ayudado por la guía de Guillén y Williams -- logró aceptar pacíficamente la manera en que terminó su temporada. Dice que está tratando de encontrar otras maneras de dejar escapar sus emociones, porque en el pasado el contenerlas era dañino. Así que se para fuera de la caja de bateo, patea el terreno y recoge par de hojas de la grama, o cuando vuelve a dugout, se va caminando por el túnel y se grita a si mismo. Dice que le preguntó a Guillén y a sus compañeros si ellos sienten que él está a punto de perder la cabeza. Hubo ocasiones en el entrenamiento primaveral cuando Guillén hizo eso mismo, Quentín, sin darse cuenta, estaba al borde de una posible auto destrucción.

Guillén

Guillén

"Todavía es muy intenso," dijo Guillén. "Cuando no estaba jugando se sentía culpable, se sentía mal porque estabamos en la contienda por los playoffs y él había perdido la oportunidad de ser el JMV. Aprendió esa lección. Yo respeto esto. Quiero que mis jugadores tengan esa misma intensidad, quiero que sea él mismo. No quiero que cambie."

Quentín añade: "A mi me enseñaron a jugar el deporte de una manera en mi vida. He tratado de cambiarla y me imagino que me he adaptado de manera lenta esperando tener más éxito. Amo el béisbol. Solo es lo que soy. Lo acepto, y me doy cuenta de ello."

Quentín no ha cambiado, pero hay señales pequeñas. Él dice que cuando no está en temporada, es una persona diferente. De hecho, en un comercial para los Medias Blancas, pasándose en la TV local, Quentín es visto haciendo swings con su bate a la sombra -- lo que dice que hace porque en ocasiones se siente "perdido" en sus pensamientos -- en diferentes localidades alrededor del complejo del equipo. No dice una palabra en el anuncio mientras sus compañeros se mofan de su lado excéntrico. El personal de relaciones públicas se acercó a Quentín durante la primavera y dijo que esa fue la movida correcta. Y la gente de relaciones públicas lo convenció de que el comercial sería hecho con tacto.

Y el equipo ha acogido dicha excentricidad -- la que también posee su manager. Después de todo, cuando Quentín llegó, se le dijo que todo lo que tenía que hacer era lucir bien y caería bien. Más de un año más tarde, el equipo ha mantenido su palabra.

Amy K. Nelson es escritora de ESPN.com. Su correo electrónico es amy.k.nelson@espn3.com.