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Confirmado: es humano

Kobe Bryant

(Getty Images)

El escolta angelino tuvo una sucesión de errores poco habituales en el cuarto de cierre

BUENOS AIRES -- Puede fallar, decía siempre el mago antes de realizar el truco. El público escuchaba, pero no creía. ¿Cómo se va a equivocar? ¿Él, justo él, que tiene una respuesta para todo? Imposible.

Ver para creer, dijo algún improvisado desde las gradas. Paciencia, dijo otro, mientras observaba su reloj. El tiempo se consumía y la paloma nunca salía de la galera. Había algo en el aire que hacía sospechar el error. Y un día, fatídico día, la falla en el engranaje apareció. A partir de ese momento, el público entendió que lo que se decía no era una frase hecha: los trucos de alto riesgo, son de alto riesgo para todos, incluso para el más talentoso de los magos.

Un jugador de NBA puede errar tiros libres.
También puede perder una pelota decisiva por un dribble equivocado, fallar un tiro de tres puntos en el cierre del juego, incluso ir hacia el aro con un compañero libre para lanzar. En definitiva, puede tener un cierre de partido erróneo, y más allá de las críticas, a la noche siguiente será borrón y cuenta nueva.

Esto, con cualquier jugador. Con cualquiera que, claramente, no se llame Kobe Bryant.

"Lo único que puedo decir es que no quiso entrar el balón y no tuve la mejor noche desde la línea de personal", declaró Bryant, que falló 5 de 10 tiros libres. "Me siento desilusionado por la manera como perdimos el partido porque el equipo confiaba en mí y creo que no estuve acertado".

El escolta de L.A., a mi criterio el mejor sentenciador de partidos de la NBA por kilómetros de distancia, fue de mayor a menor en su producción personal y terminó fallando en el final. En el primer cuarto, anotó 17 puntos (7-10 en TC), en el segundo cuatro (1-5 en TC), en el tercero cinco (1-4 en TC) y en el último cinco (2-6 en TC).

Lo curioso es que, además del problema desde la línea de personal ya nombrado -algo realmente atípico en un jugador de esta naturaleza, tanto que es la cuarta vez en 173 partidos que lanza un 50% desde este sector, con un mínimo de nueve intentos efectuados-, Kobe perdió un balón fundamental en un pique equivocado, que le hubiese permitido a los Lakers igualar el juego con un poco más de 30 segundos por jugar en el reloj. La pelota la quitó Dwight Howard, le quedó a Mickael Pietrus, y Bryant se vio obligado a cometerle falta al alero francés. A partir de ese momento, todo fue cuesta arriba para los dirigidos por Phil Jackson.

Si a eso le agregamos que Bryant erró una cantidad importante de tiros de tres puntos en el momento dorado de definición (sólo 10 unidades en el segundo tiempo) y que, además, perdió cuatro pelotas, tendríamos que concluir que fue el peor cierre en muchísimo tiempo para el astro angelino. Incluso, tuvo posibilidad de pase a un compañero desmarcado en la jugada clave del último cuarto, pero decidió la arremetida individual. Y esta vez, no funcionó.

Se le puede atribuir al cansancio, y no sería un punto equivocado. Pero también tenemos que darle crédito a la marca intensa -casi rozando el foul, para qué negarlo-, de Mickael Pietrus, la gran figura de la noche en los dos costados de la cancha, y de Courtney Lee, quien tuvo lapsos defensivos realmente destacables en el cuarto final.

Lo que propuso Stan Van Gundy para defender a Kobe fue atraparlo 2-1 en los costados de la cancha, haciendo rotar al jugador defensivo del Magic más alejado hacia la primera línea de pase. La idea era que no haya vía directa hacia el aro con un corte, y que se necesiten al menos dos pases o un pase largo para que quede un tiro cómodo. Pese a la complejidad, los Lakers muchas veces alcanzaron a rotar el balón para tiros desmarcados de Derek Fisher o Trevor Ariza, que tuvieron distinta suerte desde ese sector.

Pese a todo, los Lakers perdieron por sólo cuatro puntos contra un equipo que tuvo una ofensiva de altísimo vuelo: Orlando tuvo 62.5 por ciento en tiros de campo, la mejor producción ofensiva de las Finales en la historia de la NBA, rompiendo el récord anterior de 61.7 de 1991 que era propiedad de Chicago Bulls (también contra los Lakers). La clave del Magic fue rotar mucho mejor el balón, mostrando a Howard en la pintura pero lastimando con todas sus armas. El pick and roll fue letal: cortina al balón, penetración del base (Rafer Alston se cansó de hacer puntos así) y dos opciones de descarga, la primera con Howard y la segunda con el tirador desmarcado (Rashard Lewis o Hedo Turkoglu, la mayoría de las veces)

Por lo tanto, lo que pasó no tiene que quitarle el sueño ni a Kobe ni a los fanáticos de L.A. Si con un cierre equivocado, la diferencia en el marcador fue tan pequeña, esto debería ser un motivo de alerta pero no de preocupación. Los Lakers deberán atender a tres puntos para el partido del jueves: 1) Mejorar la defensa grupal, más allá de la tremenda lectura sin pelota de Ariza 2) Poner más la pelota a Pau Gasol y Lamar Odom en la pintura (si no contamos a Howard, no hay defensores con la potencia necesaria para detenerlos rumbo al aro. No puede ser que Ariza tome más tiros que Gasol en un partido, es inconcebible) 3) Generar opciones de anotación por fuera de Kobe, Gasol y Odom, para que Bryant no se desgaste tanto y se generen nuevas preocupaciones en la defensa.

Sin dudas, habrá que remontarse a mucho tiempo atrás -al menos diez años en el tiempo, cuando era casi un novato en la Liga- para ver la última vez que Kobe tuvo tantos fallos en un cuarto de cierre de partido.

"Todos somos frágiles como seres humanos", comentó Jackson sobre el rendimiento que había tenido Bryant en la segunda parte. "Algunas veces muestra esa realidad, aunque no tantas como otros".

Seguramente haya sido un mal trago pasajero. Los genios también tienen deslices, como un guiño hacia todos nosotros para recordarnos que son humanos.

Veremos la reacción en el cuarto juego, porque algo está claro: Kobe no se quedará de brazos cruzados.

Qué bueno, ahora sí comenzaron las Finales. Las estábamos esperando.