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Ofensiva en serie

BRISTOL -- Decisiones, buenas o malas, son el barómetro del carácter, temperamento y personalidad de una persona. Decisiones se toman con base en la información disponible, pero también a la urgencia del momento. Cualquiera que sea la decisión, trae consecuencias.

El trabajo de un entrenador en jefe de la NFL es tomar decisiones: qué jugadores se quedan en el equipo; cuál será el plan de juego contra el siguiente rival; qué mensaje debe tener el equipo durante la semana de previa a un partido; hasta en qué hotel deberá hospedarse el equipo, y qué comida debe estar disponible antes de un partido.

Pero las decisiones que definen a un entrenador se toman durante el transcurso de un partido tanto en situaciones críticas, como en situaciones comunes. El domingo tuvimos dos ejemplos de decisiones francamente extrañas que mostraron a dos entrenadores que han sido exitosos, pero que están empezando a sentir una soga en el cuello.

La primera fue en Houston en donde los Texanos enfrentaban a Seattle, equipo considerado por muchos como el mejor de la NFL. Después de 30 minutos de acción, Houston dominaba por marcador de 20-3 y de manera abrumadora en las estadísticas: 324 a 88 en yardas totales, 98 a 64 en yardas por tierra, 226 a 24 en yardas por pase, y siete minutos más en tiempo de posesión. Después de haber sido humillados ante Baltimore una semana antes, este partido representaba la oportunidad de mandar un mensaje al resto de la liga: este año los Texanos están a la altura de la élite de la NFL.

No contaban con que el partido tiene dos fases y que para ser equipo de élite, hay que seguir con el pie hasta el fondo del acelerador. Houston empezó a especular con el partido y poco a poco Seattle fue descontando la desventaja. Después de una serie ofensiva de 14 jugadas y 98 yardas en la que Russell Wilson convirtió varios primeros y diez con escapadas de antología, el marcador indicaba 20 a 13 todavía a favor del equipo de Gary Kubiak faltando 7:43 en el partido. Después de intercambiar despejes, Houston empezó en su yarda 43, con 5:13 de juego. Después de dos acarreos que produjeron once yardas, Arian Foster tuvo otros dos que redituaron seis. La situación era tercera y cuatro yardas por avanzar de la yarda 40 de Seattle faltando 2:51 después de que Seattle había quemado su primer tiempo fuera.

Teniendo tiempo de sobra para evaluar opciones, Gary Kubiak optó por una fuga de QB, en lugar de buscar el primero y diez con otro acarreo de Foster. De acarrear y quedarse cortos, forzarían a Seattle a usar otro tiempo fuera y Seattle tendría que recorrer 80 yardas, o más, para tratar de empatar el marcador con un solo tiempo fuera en contra de una defensiva que había dado un gran partido.

La jugada que seleccionó Kubiak es una en que Houston usa seguido en este tipo de situaciones. La defensiva de Seattle estaba preparada. Mandaron una carga y forzaron un pase malo de Matt Schaub que fue interceptado y regresado para el TD del empate. Juego liquidado. El tiempo extra fue sólo de trámite.

Gary Kubiak es el tipo de entrenador que no le da la libertad a su QB de cambiar las jugadas en la línea de golpeo, a pesar de que el personal y la formación de la defensiva reduzcan las posibilidades de éxito de la jugada. Este sistema no funciona en la NFL. Un QB debe tener la madurez, conocimiento y habilidad para poder ajustar jugadas sobre la marcha. Es la manera no sólo de evitar jugadas catastróficas como la de Schaub ante Seattle, sino también de encontrar la jugada ideal en situaciones complicadas.

La decisión de Kubiak de lanzar, en lugar de correr, fue arriesgar sin necesidad dada la ineficiencia en el juego de pase de su equipo en la segunda mitad del partido. Representó a un entrenador en jefe inseguro y bajo presión con el deseo de tener una jugada de impacto en lugar de una jugada que le diera las mejores probabilidades de ganar. La ejecución fue pésima por parte de Schaub, pero las probabilidades de éxito era mínimas. Es la responsabilidad del entrenador de poner a sus jugadores en las mejores posibilidades de éxito, y Kubiak no lo hizo. Del otro lado del campo, la situación fue diferente. Pete Carroll y su grupo de entrenadores sabía lo que venía en esa situación y mandaron la jugada indicada para contrarrestarla, y así fue como se definió este partido.

Este es el tipo de derrota que cambia el rumbo de una temporada. No estoy seguro que a pesar del talento en el equipo, Houston pueda recuperarse mentalmente, en particular Schaub. Y dudo que Kubiak tenga la entereza de líder para enfocar al equipo.

Quizás no tan espectacular, pero no menos importante fue la decisión de Mike Smith de jugársela en cuarta y 2 desde su yarda seis contra Nueva Inglaterra en lugar de patear un gol de campo prácticamente seguro.

Esta fue la situación. Faltando 12:43 en el segundo cuarto, Nueva Inglaterra ganaba el partido 10 a 3, y Atlanta tenía el balón para iniciar su tercera serie ofensiva. Atlanta abrió el encuentro con una marcha de doce jugadas que culminó con un gol de campo. En su segunda serie despejaron después de tres jugadas. En la tercera, después de doce jugadas, los Halcones tenían el balón en la yarda siete de los Pats en cuarta oportunidad. El gol de campo habría sido de 23 yardas y con eso se quedarían un punto atrás en el marcador. Mike Smith, uno de los entrenadores más disciplinados de la NFL, optó por jugársela y mandó un pase en el que Matt Ryan, su QB, lanzaría un pase moviéndose hacia su izquierda en dirección de Roddy White. El pase fue incompleto. En partidos contra equipos élite cada punto es importante, y desperdiciar oportunidades de sumar es indicio de incertidumbre.

Al final del partido, Atlanta perdía por 17 puntos y Tony González anotó un TD que los ponía a diez. Una patada corta perfectamente ejecutada le dio la oportunidad a Atlanta de otra serie ofensiva. La diferencia es que en lugar de estar a siete puntos de los Pats, necesitaban dos anotaciones. Pudieron anotar otro gol de campo y se pusieron a siete puntos, pero una vez más, como sucedió en sus dos derrotas anteriores, no pudieron remontar el partido a pesar de tener la última posesión del juego.

Estoy entrando al mundo del hubiera, el cual no existe, pero es importante recalcar el impacto de decisiones malas por parte de entrenadores que están sintiendo la presión.

Tanto para Houston como para Atlanta no hay un mañana más allá de llegar al Super Bowl. Sus respectivos resultados en la Semana 4 serán un lastre el resto del año. Para Houston será mental, para Atlanta de desventaja en su división. Houston perdió la oportunidad de tomar control en su división y de mantener el paso con Denver, equipo que los visitará en la semana 16. Para Atlanta, la tarea es alcanzar a Nueva Orleans, estando tres juegos atrás.

Nada es imposible, pero de no lograr llegar al Super Bowl tanto Gary Kubiak como Mike Smith podrían quedar desempleados.

Pasando brevemente a otro tema, en los últimos diez años de la NFL, equipos que fueron sotaneros se han levantado para ganar su división. Este año se anticipaba que Filadelfia era el que tenía mejores posibilidades, y todavía está en la pelea debido a la mediocridad de su división, pero el nivel de juego en sus últimos tres partidos ha sido fatal. Kansas City está invicto con Andy Reid, pero salvo una calamidad en Denver, se ve difícil que ganen su división. ¿Otra posibilidad? Cleveland. Tienen la tercera mejor defensiva de la NFL en yardas permitidas y la octava en puntos, y no han enfrentado a peritas en dulce: Miami, Baltimore, Minnesota y Cincinnati. Ray Horton, su coordinador defensivo está repitiendo lo que hizo en Arizona, y ahora con Brian Hoyer de QB, su ofensiva no está cometiendo los errores de Brandon Weeden que los metían en aprietos. La división viene floja este año. Es un equipo al que hay que seguir de cerca.