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Lo inentendible

Pocos trabajos demandan más de un único individuo en condiciones semejantes de stress. Un entrenador mundialista debe ser un genio de la táctica y de la psicología, un científico del deporte, un negociador, un analista de datos, un motivador carismático, un experto en relaciones públicas y muchas otras cosas si quiere llevar sobre sus hombros la esperanza de una nación mientras los tabloides buscan algún esqueleto en el placard de su vida privada.

En la opinión del legendario italiano Giovanni Trapattoni "un buen entrenador, como mucho, puede hacer a un equipo el 10 por ciento mejor. Aunque uno malo puede hacer al equipo un 50 por ciento peor". Aquí hay 10 entrenadores que en los Mundiales se hundieron con alguna decisión incomprensible.

1. Ademar Pimenta, Brasil, semifinal, 1938

Sí, ya se contó su historia en esta cuenta regresiva, pero era imposible no darle el primer lugar. Hambrientos por reclamar su primera Copa del Mundo, los brasileños abrieron en grande su participación en 1938, encabezados por el "Diamante Negro", Leonidas da Silva, su delantero estrella que con sus flameantes piernas había anotado cinco goles casi sin esfuerzo en el transcurso de las dos primeras rondas.

Su gran desafío tenía como mente maestra a un entrenador innovador, Ademar Piimienta, quien profesionalizó al plantel de Brasil al dividir creativamente a sus jugadores en dos formaciones titulares diferentes: el "equipo azul", que jugaba un fútbol físico y de roce; y el "equipo blanco", que se basaba en su habilidad y su velocidad para derrotar a sus oponentes. Este experimento temprano de rotación de jugadores no resultó demasiado provechoso en las semifinales. Pimienta dejó en el banco a su máximo goleador para mantenerlo fresco de cara a una final que Brasil nunca alcanzó.

Por más agotado que haya quedado Leonidas tras luchar un segundo partido durísimo ante Checoslovaquia (para definir el pase a semis debió jugar otro partido porque en caso de empate aún no había definición por penales, que se implementó recién en 1982), seguramente no habría querido perderse la derrota en semifinales por 2-1 ante Italia. El presidente de entonces, Getulio Vargas, aseguró que aquella derrota fue una "desgracia nacional".

2. Walter Winterbottom, Inglaterra, 1950

En los primeros tres torneos mundialistas, Inglaterra, el demasiado orgulloso lugar de nacimiento del fútbol, declinó participar porque los ingleses percibían que un torneo creado por un francés de alguna forma no los incluía. Finalmente decidieron que el campeonato era digno de su participación en 1950, y llegaron como si simplemente el evento fuese un trámite para que ellos levantaran la Copa al final.

Con una arrogancia tan monumental como el estadio Maracaná de Río de Janeiro, el plantel llegó a la ciudad apenas dos días antes de su primer partido, una de las muchas malas decisiones de logística que no le dieron a los jugadores ninguna chance de aclimatarse. En lugar de elegir un lugar de entrenamiento tranquilo, los británicos sufrieron su adaptación en un hotel de turistas en medio del caos de Copacabana. Nada de esto le importó al entrenador inglés, que respondía al maravilloso nombre de Walter Winterbottom (en inglés, algo así como "cola del invierno"), quien vio a sus oponente como meros objetos de práctica, y a la copa como un derecho divino.

Esta perspectiva pareció enteramente justificada en el momento de jugar ante un equipo estadounidense amateur que había caído 9-0 en un partido previo frente a Italia. Quizá fue el ruidoso hotel, quizá no, pero Joe Graetjens, un haitiano de nacimiento que lavaba platos a medio tiempo, cabeceó un centro del capitán/profesor de gimnasia norteamericano, Walter Bahr, para convertir el prier gol del partido. Una serie de tapadas heroicas del enterrador/arquero Frank Borghi ayudaron a Estados Unidos a aferrarse a la victoria, aún hoy una de las más grandes sorpresas de la historia de la Copa del Mundo.

Mientras los diarios ingleses proclamaban la muerte del fútbol británico, el entrenador del equipo ganador, Bill Jeffrey, dejaba probado que también era falible al anunciar con orgullo: "Esto es todo lo que necesitamos para que el juego se haga popular en Estados Unidos". No fue tan así. Sólo un periodista, Dent McSkimming, del St. Louis Post-Dispatch, vio el partido en vivo. Y el New York times, que pensó que el resultado reportado era una broma cuando llegó vía cable a través de una agencia de noticias, enterró la noticia.

3. Escocia, 1954

Quizá esta decisión desacertada puede sugerir una culpa compartida entre toda la línea dirigencial del fútbol escocés. Pero incluso en una era anterior a las mediciones obsesivas, al estudio global de los rivales y a las repeticiones en cámara lenta no hay ninguna excusa para la mala planificación. Dado que esta era la primera aparición de Escocia en una Copa del Mundo (se clasificaron en 1950 eligieron no participar), uno pensaría que iban a chequear al menos los pronósticos meteorológicos antes de partir para Suiza. Con algunas temperaturas cercanas a los 28 grados centígrados (100 grados Farenheit) en lo que sería un verano muy caluroso, los escoceses fueron forzados a jugar en sus gruesas y antiguas camisetas de lana, con manga larga y un agobiante cuello del mismo material.

Mejor dejemos al defensor Tommy Docherty explicarlo, unos 40 años después: "La federación de Escocia asumió que Suiza era un país en el que hacía frío porque tenía montañas. Quien nos veía podría haber pensado que estábamos yendo a una expedición por la Antártica". No fue demasiado sorpresivo que hayan sido barridos por un Uruguay con el atuendo adecuado: lo venció 7-0 y lo envió nuevamente a su casa, a un clima más fresco.

4. Alf Ramsey, Inglaterra, 1970, cuartos de final

Los ingleses se habían comenzado a acomodar por conveniencia propia a la personalidad xenofóbica de Alf Ramsey -su cita más famosa fue la colérica acusación de "Animals" al equipo argentino en 1966- ya que había llevado al seleccionado a una improbable y gloriosa victoria mundialista en casa. El plantel que el técnico llevó a México cuatro años más tarde era muy fuerte, pero Ramsey estaba sobreconfiado, y su toma de decisiones ante el siempre peligroso Alemania Occidental terminó por definir el fin del viaje mágico para los Leones.

El equipo ya había tenido que sobreponerse a la pérdida de su gran arquero Gordon Banks, ya que sufrió una indigesión en la noche anterior al partido -pese a que se había advertido mucho a los jugadores con respecto a la cocina local- y la suerte de Ramsey se fue acabando a medida que el juego avanzaba.

Arriba 2-1 con 21 minutos por jugar, Ramsey rompió la regla de oro: nunca saques del campo a tu mejor jugador, sin importar el score. Salió Bobby Charlton, el pilar del mediocampo inglés, lo que dio lugar al dínamo germano Franz Beckembauer para explotar su fútbol. El equipo alemán igualó seis minutos más tarde con un cabezazo de Uwe Seeler y pasó a ganar por 3-2 en tiempo extra, con la particularidad de que el arquero que había reemplazado a Banks, Peter Bonetti, tuvo parte de responsabilidad en los tres goles (por algo sólo vistió la camiseta del conjunto inglés en apenas siete ocasiones).

Alemania continuaría en el torneo y ganaría finalmente el título de 1974 para transformarse en una superpotencia futbolística, mientras que Inglaterra no volvería a la Copa hasta 1982.

5. Ferruccio Valcareggi, Italia, 1970, final

Cuando un tiene a dos jugadores impactantes, de clase mundial, que juegan en la misma posición, ¿cómo se hace para darles buen uso? Este era un tema a resolver para los dos finalistas de México '70. El entrenador brasileño Mario Zagallo contaba con un veterano Pelé y un joven Tostao peleando por el lugar de delantero centro, así que su solución fue cambiar la táctica y hacer que ambos jugaran juntos, una movida que tuvo un efecto devastador. Italia, en cambio, no pudo resolver el mismo conflicto en su mediocampo. Gianni Rivera, del AC Milan, y Sandro Mazzola, del Inter, eran volantes casi idénticos: creativos, inventivos, espectaculares; sin demasiado compromiso defensivo.

Así que Valcareggi adoptó un sistema de relevos: cada jugador tenía 45 minutos por partido. Así también resolvía la cuestión de mantener frescos a sus creadores de juego en el opresivo calor mexicano. Funcionó durante una buena parte del torneo. Italia superó a Alemania Occidental en un 4-3 épico en las semifinales, que se estiró a 120 minutos (fuer Rivera quien jugó en el alargue).

Sin embargo, la tensión en los vestuarios -la personalidad apabullante de Rivera muchas veces chocaba con la autoridad de Valcareggi- llevó al entrenador a otorgarle apenas seis minutos de acción al jugador en la final. Recién lo metió en el partido en el minuto 84, cuando Italia ya caía 3-1. Valcareggi defendió su maniobra como un movimiento táctico, mientras que algunos periodistas sintieron que fue una movida sucia contra el futbolista.

Brasil anotó su cuarto gol, y el equipo italiano fue recibido en Roma por fanáticos hostiles y carteles que rezaban "Viva Rivera".

6. Steve Sampson, Estados Unidos, 1998

La más grande humillación de la historia mundialista de Estados Unidos fue prácticamente autoinfligida. El entrenador Steve Sampson saboteó a su propio equipo en 1998, al hacer cambios mayores a su plantel en la víspera del torneo. Cortó un par de veteranos que se pensaban intocables, incluído John Harkes, a quien llamó su "capitán de por vida", y esperó más de una década para revelar que algunas travesuras al estilo John Terry fueron la causa de raíz de esta exclusión: supuestamente Harkes había tenido una aventura con la esposa de su compañero Eric Wynalda.

Tras deshacerse de los jugadores de mayor experiencia, Sampson completó su reestructuración al reemplazarlos con un lote de jugadores sin la menor trayectoria internacional. Entre estos jóvenes incluyó a David Regis, un francés de nacimiento que recibió la promesa de titularidad si aceptaba adoptar la ciudadanía estadounidense.

Ante la falta de cualquier ritmo coherente, Estados Unidos terminó último, sin puntos y con un sólo tanto a favor, que convirtió al final de un partido que ya perdía 2-0 ante un país que varias veces estuvo en el tope de las naciones más vigiladas por la CIA: Irán.

7. Mario Zagallo, Brasil, 1998, final

La final de 1998 dispuso a Francia ante Brasil, la nación anfitriona ante el defensor del título (algo que ocurría por primera vez en la historia). Igualmente lo que ocurrió en el campo fue eclipsado por el drama que se dio fuera de la cancha. Los rumores comenzaron a circular el día dle encuentro: las presiones que significaba el partido, junto a algunos rumores que hablaban de la infidelidad de su pareja, habían llevado a Ronaldo, el mejor jugador del mundo en aquel entonces, a sufrir un colapso. En lo que resultó un misterio de 30 minutos antes del juego, Zagallo anunció para sorpresa del mundo que el jugador finalmente no estaría en el encuentro, al menos no en la formación inicial. Se llegó a decir que el delantero tuvo un padecimiento tan severo que el normalmente inmutable Roberto Carlos bajó corriendo las escaleras del hotel gritando que su amigo estaba muerto.

Una segunda hoja con la formación titular se materializó justo antes del inicio del juego. Esta sí incluía a Ronaldo. Cuando el jugador ingresó a la cancha, muchos especularon que lo hacía ante la orden de un sponsor que demandaba la presencia de su máxima estrella y de su nueva línea de botines. El misterio aún queda vigente, quizá para ser resuelto en algún momento por el cineasta Oliver Stone.

Ronaldo bien podría haberse quedado en su casa, mientras aquel magnífico ícono de la calvicie que fue Zinedine Zidane usaba su corona para anotar dos veces antes del final del primer tiempo, y Emmanuel Petit sellaba la victoria de Francia por 3-0 justo antes del pitazo final para mandar a casi 1 millón de personas a festejar a Champs-Élysées.

8. Mick McCarthy, Irlanda, 2002

Roy Keane fue un maestro beligerante que había cultivado largamente una discusión irreconciliable con la federación de Irlanda por la supuesta falta de un enfoque profesionalizado al deporte. Esta guerra terminó de explotar en un entrenamiento pre-mundial de 2002, en la isla de Saipan, cuando Keane protestó por la falta de instalaciones adecuadas y equipo necesario para el entrenamiento. Fue entonces cuando se enfrentó públicamente con su entonces entrenador Mick McCarthy frente a todo el plantel: "Mick, no te soportaba como jugador, no te soporto como manager y no te soporto como persona. Eres un maldito imbécil y puedes meterte la Copa del Mundo donde te quepa. La única razón por la cual tengo tratos contigo es porque, de alguna forma, eres el entrenador de la selección de mi país. Igualmente puedes irte al demonio".

Keane fue separado del plantel, McCarthy quedó con su reputación hecha pedazos y el equipo irlandés fue eliminado los octavos de final.

9. José Pekerman, Argentina, 2006, cuartos de final

Jugar frente a los anfitriones en un Mundial puede ser tramposo. El aliento sobrecogedor de tu oponente te lleva a jugar más defensivamente que lo usual, pero el entrenador de Argentina llevó su respeto al límite en su duelo de cuartos ante Alemania. El equipo sudamericano ganaba 1-0 en Berlín cuando faltaban sólo 20 minutos, y Pekerman usó sus tres cambios de una manera que dejaría atónito incluso al más inexperto de los observadores. Sesenta segundos después de que su arquero titular fuera forzado fuera del campo por una lesión, Pekerman sacó de la cancha a Juan Román Riquelme, su arma ofensiva y amenaza primaria en el torneo, generador de muchísimo caos cerca del área alemana. Lo reemplazó con el más defensivo Esteban Cambiasso y los argentinos se apertrecharon rápidamente en su propia mitad, dejando el terreno libre a los alemanes para empatar el partido.

Pero aún hay más. A los 79 minuos, salió el delantero Hernán Crespo y uno de los mejores hombres argentinos -un hombre que quizá conozcan como Lionel Messi- se quedó sentado en el banco. Un minuto más tarde, Alemania logró la igualdad, y Argentina se quedó sin cambios para hacer y sin delanteros peligrosos dentro de la cancha. Ya pueden imaginarse el resto de la historia: Argentina tuvo posesión de pelota hasta el final del tiempo extra, pero no generó peligro y perdió en la definición por penales.

No hay lugar para el cuidado en un Mundial, pero Pekerman lo aprendió de la manera más dura, y renunció poco tiempo después de ese partido pese a las llamadas de la federación argentina para que continuara en el cargo. Ahora, ocho años después tiene la oportunidad de olvidar ese mal trago en la Selección Colombia.

10. Sven-Goran Eriksson, Inglaterra, 2006

El tranquilo y confiado sueco disfrutó de una buena racha como técnico de Inglaterra -una victoria por 5-1 sobre Alemania en Munich, unos cuartos de final alcanzados en el Mundial 2002 (donde finalmente cayó ante el eventual campeón, Brasil) y unos cuartos de final en la Euro 2004 (sí, Inglaterra perdió en los penales). No fue sorpresivo, entonces, que las expectativas del país fueran altas antes del torneo de Alemania.

Sin embargo, el bueno de Sven sí tenía una debilidad y era, como de costumbre, una debilidad morocha y con curvas. Su apreciación por el sexo opuesto era habitual alimento de los tabloides -su aventura más famosa fue con una secretaria- y tomó una postura de laissez faire ante el equipo en términos de cómo tratar con sus esposas y novias durante el campeonato del mundo.

Las WAGs, como se las llamó por sus siglas en inglés (Wifes And Girlfriends), sitiaron el pequeño pueblo germano de Baden-Baden, acumulando exhorbitantes cuentas en los bares, restaurantes, boutiques y spas, sin escapar de ninguna manera a los lentes de los paparazzi que inundaron el campamento de Inglaterra en busca de alguna imagen escandalosa. "Nos transformamos un poquito en un circo", sostuvo entonces Rio Ferdinand.

Peor aún que eso: Inglaterra se fue en cuartos de final y las WAGs fueron su última excusa para una actuación por debajo de los esperado en una Copa del Mundo.