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Con el mundo rendido a sus pies

BUENOS AIRES (ESPNdeportes.com) -- El Parco de la Vereda, un personaje ahorrativo en todo sentido que anda dando vueltas por Buenos Aires, diría que hay una sola noticia importante. Y es que Boca es el campeón del mundo. Y es verdad.

Pero los menos parcos queremos contar la historia que les llevó meses y meses a los dos equipos y que se resolvió por penales después de 120 más que interesantes minutos en los que pasó de todo.

Porque Boca lo pudo perder y lo pudo ganar, y porque al Milan le pasó lo mismo. No se sacaron ventajas, al cabo, y nos pusieron otra vez ante la disyuntiva de pensar antes que hablar de manera liviana sobre la dinámica europea y la pachorra sudamericana.

Pero esta la historia de Boca, del increíble Carlos Bianchi y de esos jugadores que arrancaron como para ver qué pasaba en este regreso del técnico al club y se convirtieron en blindados a prueba de todo.

La historia, que es alucinante, un sueño, se puede contar de varias maneras. De modo cronológico, parando en cada una de sus emociones o hasta se podría intentar pintarla en imágenes que expliquen qué se hicieron Boca y Milan en sus tarde japonesa. Imágenes sobran. Solo hay que dejarlas correr.

  • Hay veinte minutos tensos, los primeros. Se ven dos equipos estructurados, evitando romper sus líneas y entregando poquito. Estudiando, viendo. No arranca Cafú, no se suelta Clemente Rodríguez. Todo es prolijo, correcto, sin riesgos.

  • Pero una jugada tuerce la historia y entonces Milan y Boca juegan sus mejores diez o quince minutos. De una jugada preparada, Donnet queda frente a Dida y lo prueba. Buena atajada del brasileño y córner, con cabezazo de Schiavi que otra vez hacer revolcar al arquero. A los italianos les cuesta Donnet, no lo entienden.

  • Pero hay otra cosa que entienden. Que se mueven o pierden. Tres minutos después, Andrea Pirlo gana en el medio y le apunta a su faro, Shevchenko. Este, con la marca encima, la deja pasar y el danés Tomasson (al que en una flagrante distracción no marca nadie) no le da chance a Abbondanzieri. Es 1 a 0. Y aparece el miedo aquel de que al Milan no se le entra, y el recuerdo de tantos y tantos 1 a 0 a favor de los italianos.

  • Pero al fútbol, por suerte, todavía no llegaron los robots. Y los hombres nos equivocamos. Esta vez, cinco minutos después de la conmoción, el que pone mal las manos ante un toque de Iarley (no jugó bien) es Dida y Donnet hace su gol. Kaká, otro que complica, quiere más y revienta un poste.

  • Boca se retrasa, se ordena, siente que el Milan tiene un deseo incontrolable por ganar, y entonces se acomoda en la contra. Para lastimar como sabe hacerlo. No puede. La defensa de los italianos es un frontón. Los 37 años de Costacurta, los 35 de Maldini, los 32 de Pancaro y los 33 de Cafú están para aguantarlo todo. Viejos son los trapos, y vale la obviedad.

  • El Milan tampoco puede entrar, aunque meta más gente en el campo de Boca. A Shevchenko, el goleador-boxeador, que con un remate puede resolverlo todo, no lo encuentran, y los demás se chocan con Burdisso, Schiavi o el que se cruce. Cascini y Battaglia crecen en el medio y se torean feo con Gattuso. Y está para cualquiera ese partido que se cierra los noventa minutos con el empate en uno.

  • Bianchi, para los primeros quince del suplementario, hace su última jugada. Como al equipo le quedan ganas y piernas, lo manda a presionar, y el Milan entonces tiembla un par de veces. Pero primero lo primero: apenas arranca esto, Schevchenko tiene su primera pelota para pegarle al arco y Abbondanzieri le tapa el grito.

  • Ya está en la cancha Carlitos Tevez. Le falta fútbol, sí, se siente impreciso, pero amenaza, hace ruido, complica. Un relator de la televisión le pide a Boca que se pare, que no arriesgue, que no vaya. Pese a que el partido cobra vida cuando se hace riesgo.

  • La última es para Boca, y se va por arriba. Penales. El miedo, un error es la despedida, el arco que los hinchas ven enorme es para los jugadores una cosita de nada. Miradas. De arqueros a pateadores, con compañeros abrazados ahí atrás en ese rezo futbolero.

  • Abbondanzieri le ataja a Pirlo y Schiavi lo mete (2 a 1); Rui Costa lo hace y a Battaglia se lo tapan (2 a 2); Seedorf la manda a las nubes y Donnet no falla (3 a 2); Costacurta le pega a la tierra, mal, y Cascini hace el último (4 a 2), el que convierte a Boca en campeón del mundo.

  • Y allá van todos, detrás de Cascini, detrás de la Copa, a revolcarse con la gloria. Y no hay nada más. Sólo esa sensación de levedad que queda después de las alegrías gigantescas.

  • El resto de la historia que la cuenten Bianchi y los jugadores. Ellos la armaron, la vivieron y ahora merecen rememorar una y otra vez aquel día de diciembre de 2003 en el cual el mundo quedó a sus pies.