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Un año para sacarse el sombrero

BUENOS AIRES (ESPNdeportes.com) - Soñar ya no cuesta nada. Con el nivel superlativo de los argentinos y los chilenos, el tenis latinoamericano vive un presente inolvidable, histórico, realmente fenomenal. Por eso, los fanáticos no necesitan tener más la cabeza sobre la almohada para ilusionarse con triunfos memorables, porque la realidad les demuestra a cada paso que los sueños son posibles.

A partir de 1997 crecen los éxitos, traducidos en títulos, victorias de primera línea, tanto en el circuito como en la Copa Davis. Desde la primera hazaña del brasileño Gustavo Kuerten como campeón de Roland Garros, pasando por el salto del chileno Marcelo Ríos al primer puesto del ránking mundial en 1998 (fue el primer latino en hacerlo), el título de Kuerten en el Masters y el trono en el 2000, la final del argentino David Nalbandian en Wimbledon 2002, hasta las inmensas alegrías del 2004.

Año a año, aumenta el poderío. Y esta temporada se vivieron dos momentos sublimes: se jugó la primera final de Grand Slam puramente latinoamericana de la historia, cuando Gastón Gaudio se quedó sorpresivamente con el choque argentino ante Guillermo Coria en el Abierto de Francia, y los chilenos Nicolás Massú y Fernando González consiguieron dos medallas de oro y una de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas.

Además, volvieron a presentarse dos argentinos en la Copa Masters de Houston, justamente los finalistas de París, con el agregado de que otro compatriota, Guillermo Cañas, dueño de una remontada tremenda luego de haber superado sus problemas físicos, fue en calidad de suplente. Justamente él fue el máximo ganador del año, con tres coronas en la segunda mitad: Stuttgart, Umag y Shangai.

Otra perla es que hubo cinco jugadores en el selecto grupo de los top-ten: a Coria y Gaudio se les sumaron Nalbandian, Massú y la argentina Paola Suárez, con el agregado de que Gaudio, Massú y Suárez nunca habían estado tan alto. La mejor doblista del mundo logró con su compañera, la española Virginia Ruano Pascual, tres títulos de Grand Slam (el Abierto de Australia, Roland Garros y el US Open) y la medalla de bronce olímpica junto con Patricia Tarabini.

Argentina, con 10 títulos individuales -nueve de los varones en el ATP Tour y uno de Suárez en la WTA-, volvió a ser la máxima potencia de la región. No pudo repetir en la Davis las actuaciones de los dos años previos, cuando alcanzó las semifinales, porque esta vez no tuvo a sus figuras y sufrió una derrota inapelable en una velocísima carpeta sintética en Bielorrusia. Pero compensó su vecino Chile, que ascendió al Grupo Mundial después de 19 años.

En los torneos sobre polvo de ladrillo, los preferidos, hubo marcas para guardar también en los libros: los varones latinos ganaron 11 títulos y llegaron a 11 finales sobre 24 certámenes; los argentinos consiguieron ocho de esas copas y perdieron nueve definiciones; hubo seis finales entre dos sudamericanos (tres fueron puramente argentinas), y la presencia de argentinos en las finales de los cuatro campeonatos más importantes (París, Roma, Montecarlo y Hamburgo).

Como se ve, hubo récords, triunfos y actuaciones para todos los gustos. Como si fuera poco, tres latinos (todos ellos argentinos) terminaron entre los top-ten: Coria figura 7°; Nalbandian 9° y Gaudio 10°. En total, quedaron seis entre los primeros 25, ya que Cañas se ubica 12°, Massú 19° y González 23°. Y 14 (nueve de Argentina) entre los 75 mejores.

La calidad del tenis argentino, que causa elogios y asombro en el mundo entero, alcanzó picos insospechados hasta hace un par de años. Por eso, es cada vez más la gran potencia de Latinoamérica -seguida por Chile-. Como lo demuestra el hecho de haber tenido a tres de los cuatro semifinalistas de Roland Garros: Gaudio campeón, Coria finalista y Nalbandian perdedor en semi ante el inesperado ganador.

IMÁGENES IMBORRABLES

Cómo no olvidar a esta hora, la del balance, algunas imágenes para guardar para siempre. Como ese Gaudio incrédulo, feliz después de tantos tragos amargos, saltando y riéndose como un chico, en el Mundial de polvo de ladrillo. Como ese Coria shockeado y triste, lamentando esa inesperada derrota en París, después de haber hecho el gasto del partido y bloquearse como consecuencia de la ansiedad y los nervios, quien inclusive dispuso de dos match-points.

También, por el lado de los argentinos, cómo no recordar esa foto histórica con Coria, Gaudio y Cañas de traje en Houston, en la presentación formal del Masters, que reunió a los ocho mejores del año y al suplente de lujo. Como esa Negra Suárez chocha de la vida con sus tres coronas de Grand Slam en dobles, su bronce en Atenas en esa especialidad y su semifinal del Abierto de Francia, la primera que logró en singles en un "Mayor".

Entre los chilenos, cómo no reparar en Massú y González fundidos en un abrazo gigantesco al ganar el torneo de dobles y así regalarle a su país la primera medalla de oro olímpica de la historia. Como ese Nico Massú emocionado, desplomado en el cemento griego, cuando luego consiguió el título individual. Como ese recibimiento multitudinario, al estilo de la asunción de un presidente, frente a la Casa de Gobierno, tras regresar de Atenas.

Como la pareja de los nuevos héroes trasandinos festejando de locales y sobre arcilla la cómoda victoria ante el débil Japón para volver a la elite de la Davis, un objetivo que no había podido conseguir ni siquiera el Chino Ríos. Como la celebración, también sobre canchas lentas, en Düsseldorf, cuando Massú, González y Adrián García repitieron el título en la Copa del Mundo por equipos.

Al fin de cuentas, hubo momentos que perdurarán con emoción y orgullo en las mentes y las retinas de millones de fans del tenis y del deporte en general. Es que hubo triunfos que alcanzaron el rótulo de verdaderas proezas. Como pasó con la conquista parisina de Gaudio, el cuarto varón latino en levantar la copa de los Mosqueteros franceses, después de que lo hicieran una vez su compatriota Guillermo Vilas y el ecuatoriano Andrés Gómez y en tres ocasiones Kuerten.

CRECEN LAS ILUSIONES

Todo esto lleva, inevitablemente, a que la gente les tenga confianza y, por lo tanto, pida más y más. Que ahora cada gran torneo pueda deparar un brindis. Esto se debe, pura y exclusivamente, a que los reyes de Sudamérica hayan mejorado su actitud y se la crean, en el buen sentido. A la ductilidad y versatilidad de varios de ellos, se le agregó la determinación para tenerse fe también lejos de la lenta arcilla.

Esto, que ya parecía como algo más asumido después de aquella sensacional trepada de Nalbandian a la final de Wimbledon hace dos años, se potenció con el acceso de Coria a la definición de 's-Hertogenbosch, también sobre césped, una superficie en la que el Mago nunca había podido ganar ni un solo partido. Además, hubo dos finalistas en Masters Series sobre cemento: Coria en Miami y Nalbandian en Madrid.

Es cierto, también, que en los tres Grand Slam de canchas rápidas, solamente Nalbandian hizo cuartos en Australia. Las lesiones de algunos de los mejores latinos y ciertos días negativos no les permitieron hacer más ruido en Londres y Nueva York. Justamente en el US Open no hubo tampoco ninguna chica que se metiera en los cuartos de final, ya que Suárez llegó a esa rueda en Wimbledon y la colombiana Fabiola Zuluaga fue semifinalista en Australia.

Ellas dos son las mejores de la región. Suárez, al margen de su ya consabida habilidad para brillar en dobles pese a que no es una especialista en saque y volea, finalizó la temporada en el 16° puesto del ránking de singles y logró su primer título sobre cemento. Diferente fue el caso de Zuluaga, ahora 23ª, que la rompió en Melbourne y ganó un certamen en polvo de ladrillo.

Los citados tienen condiciones, hambre y buscan la mejor actitud con vistas a un 2005 con pinta de ser aún mejor. Sin ir más lejos, los argentinos vienen superándose constantemente en los tres últimos años. Y nada hace pensar que pueda cortarse esta racha ascendente.