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A su lado, todo se queda corto

BUENOS AIRES -- León era, también, una prueba de fuego para los periodistas novatos. Palabra sagrada, creador de la Liga, prestigioso punto de referencia argentino en el ámbito internacional. Imponía sumo respeto y a veces se ponía bravo (adjetivo que le gustaba utilizar para calificar a rivales complicados), por lo que obligaba a extremar cuidado e ingenio para que la nota contara con respuestas de mediano desarrollo.

-¿Qué pasó que no pudieron mostrar el nivel habitual?
- Se gana y se pierde...
- ¿Por qué perdieron?
- Porque ellos anotaron más canastas...

Advertido de esta clase de diálogos, la primera vez que tuve que entrevistarlo encaré la situación con mezcla de temor y alerta, con el "agravante" de haber pasado mi infancia y adolescencia recorriendo Ferrocarril Oeste, donde Najnudel era una institución dentro de la misma institución. Superado el "test" sin turbulencias, León me tranquilizó de cara a futuros reportajes.

- Vos sos mi periodista...
- ¿Por qué?
- Porque sos alto...

Esta graciosa contestación encerraba un concepto y un claro anticipo del básquet que se aproximaba. León estaba varios pasos adelantado. Y no sólo porque ya lo conocían en playgrounds neoyorquinos cuando muchos ni sabían de la existencia de la NBA. Su oficina en el Héctor Etchart era un santuario receptor de videos de una increíble competencia que hoy es familiar, con la presencia de seis argentinos, y que, en aquella época, formaba parte de un planeta inalcanzable y al cual León quería recortarle las gigantescas distancias.

Apasionado, conocedor profundo del juego y sus jugadores, buscador incansable de talentos, docente, buen transmisor de conocimientos, tenía una gran visión de la estructura del deporte en general.

Esta profesión me regaló un salario invisible mucho mayor que cualquier acuerdo económico. Me permitió compartir con León transmisiones (Juegos Olímpicos de Atlanta 96 y cotejos de la Liga Nacional que realizábamos con David Carlín) y las consecuentes cenas. O mejor dicho, cátedras y clínicas brindadas en las sobremesas.

Comprobé su enorme lucidez aún en momentos de tensión. En los mencionados viajes para cubrir la Liga tuvimos un encuentro muy caliente en el viejo Superdomo de Mar del Plata. A veces el público descargaba sus nervios (por decirlo de manera elegante) en la prensa televisiva. Terminado el programa, y pese a la victoria de Peñarol, los hinchas nos acorralaron agresivamente en la mesa de trabajo y León se encontró con una situación que le resultaba difícil comprender. Mucho más cuando se acercó un policía para comunicarle que nos escoltaría. La respuesta de Najnudel resultó tan lógica como contundente. "Usted tiene que cumplir con su tarea y sacarlos a ellos, no a nosotros... ¿Cómo vamos a salir con la policía si acabamos de comentar un partido de básquet?..."

Bravísimo, siempre, para luchar contra la adversidad y la enfermedad, los tipos como él son eternos. Basta con escuchar declaraciones de Manu Ginóbili a una década de la ida de León a un espacio donde debe tener, sin dudas, abono para ver Liga Nacional, Euroliga, ACB, ULEB, BBL, NBA y hasta el campeonato de Chipre para señalar a un longuito con posibilidades.

La obra y las ideas lo colocan en ese refugio que pone, a una minoría, a salvo del olvido. Y este no es un lugar común ni una caída en el elogio fácil que reciben algunos personajes fallecidos. Cualquier perfil o semblanza de León por estos días seguramente se quedará corta en adjetivos. Como se quedó este recuerdo.