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Los errores de Osorio y de sus porcelanas europeas

CHICAGO -- El desafío es gigantesco. Hay un proverbio como epitafio y mortaja perfecta para esta Selección Mexicana.

"Un gran hombre sobrevive a una gran derrota. Un hombre pequeño no sobrevive a una gran victoria".

¿Podrán esos hombres pequeños, de arrumacos europeos, y de fantasías de idolatría, egocentrismo, fatuidad y auto veneración sobrevivir a esta gran derrota, tras no sobrevivir a una gran victoria?

¿Podrá Juan Carlos Osorio sobrevivir a esta gran derrota con una selección nacional, tras haber sobrevivido a grandes victorias... en clubes?

Todos han perdido su mayor tesoro: credibilidad. Y más grave, credibilidad mutua.

Hoy, queda claro, que los jugadores no volverán a creer en Juan Carlos Osorio...

Hoy, queda claro, que Juan Carlos Osorio ya no volverá a creer en estos ídolos europeos, con rodillas de barro tenochas...

El divorcio es absoluto. No hablo necesariamente de una gran y violenta confrontación. No hablo de sopapos o de insultos. No.

Y no, porque basta ese 7-0 ante Chile, que marcará históricamente a México, para burlas, para sarcasmos y para avergonzarse ante la cicatriz que dejará su rostro de petulancia marcado perenemente. El desfiguro es moral, emocional, por lo tanto, eterno.

Contaré una infidencia. No es una traición. Es ayudarlos a Ustedes, mis tres fervorosos pelagatos asiduos a este espacio, a saber, entender y seguro reflexionar sobre hechos.

Dos días antes del holocausto ante Chile, hubo una encerrona con Osorio, en el hotel del Tri. Grabadoras apagadas, libretas cerradas. Un pacto.

Y Osorio abrió libretas, hizo revelaciones, citó ejemplos, detalló momentos. Y sobre todo dogmatizó sobre ese recurso suyo llamado rotaciones. El ajedrez en un tiovivo.

Era la segunda charla en detalle con Osorio. Leí u ojee u hojee los apuntes en rojo y en azul. Y me detalló el plan de guerra ante Chile. Defendió al jugador mexicano a muerte, a su jugador mexicano, a ése que otros han tachado de idiota funcional, como Ricardo LaVolpe.

"¿Cómo viste?", me preguntó un administrativo del Tri, tras la charla entre el entrenador colombiano y quien era identificado al interior de la selección como "el mayor detractor de Osorio", es decir este reportero.

Expliqué que había confirmado lo de la primera charla privada. El tipo sabe, estudia, pero..., sí, pero...

"Espero que los jugadores no abusen. Espero que no lo traicionen. Puede pasar lo mismo que con Enrique Meza en la selección. No puedes entregar buenas personas a futbolistas abusivos", expliqué.

Los que hemos vivido varios procesos del Tri, en mi caso desde 1984 con Bora Milutinovic, sabemos que, en general, al futbolista mexicano, se le da la mano y mordisquea hasta el pie.

Ese día, después de la charla, por conclusión, por deducciones, sabía cuál sería la formación del Tri ante Chile. No había secretos. Sólo era necesario que los jugadores hicieran lo que mejor saben, pero con la actitud que mejor puedan.

Ocurrió. Ante Chile ocurrió el acto de traición. Ojo: todos se equivocaron, porque en el caso de Osorio, obrar de buena fe, no necesariamente significa obrar con buena fe.

1.- ¿Alguien vio al mejor futbolista de Concacaf y en Holanda, a Andrés Guardado, en los dos últimos juegos de México en la Copa América? ¿Y a Héctor Herrera?

2.- ¿Alguien vio a Paul Aguilar, quien ya había hecho un ridículo miserable en una conferencia de prensa al burlarse de una reportera, y queriendo ser protagonista al estilo de Jorge Campos o Cuauhtémoc Blanco, pero sin tener jamás su personalidad?

3.- ¿Y Héctor Moreno? Y lo más insólito: Miguel Layún pecando de desconcentración en dos goles. Y sin dejar fuera a Guillermo Ochoa y su entumecimiento mental y físico.

4.- ¿Y Javier Hernández? Escondiendo la piernas en dos ocasiones, y al final bajándose de su nicho de europeo, desertor de sus raíces, desobedeciendo recorridos, para ofrecer disculpas.

5.- Ojo: Osorio se equivoca sin duda. Jesús Dueñas es un crack en el barrio de Zuazua y anexas. Y el técnico debió entenderlo.

6.-Y se equivocó con Hirving Lozano, porque en lo personal lo perdí de vista, en utilidad, no en futbolito de relumbrón, desde los momentos críticos de las semifinales de Pachuca. Y Osorio, quien se jacta de leer el alma humana, debió entender que el 'Chucky' no tiene instinto asesino. Los bufones del balón no ganan partidos.

7.- Alguna vez le puntualicé a Osorio, y otros ya lo habían hecho, que el futbolista mexicano es un animal distinto. Manuel Lapuente lo sintetiza: "Hay que hablarle cada día, todo el día, todos los días".

Esa charla debe ser arenga, exigencia, grito, motivación. Javier Aguirre y Miguel Herrera saben hacerlo. Osorio pecó de paternalista. Se llenó de 23 hijos que nunca serán pródigos, aunque pudieran ser prodigios como futbolistas.

Seguramente los fanáticos cegatones, esos que arriman incienso al jugador por la carita bonita, por el cabello ensortijado, por el club en el que juegan o jugaron, o porque alguna vez los compraron sus conciencias con una foto o un autógrafo, estarán en sesgado desacuerdo con que sus ídolos sean expuestos.

Pero, a esos extremistas, es necesario decirles que es más cobarde quien se esconde tras el cobarde. Y ante Chile, abundaron los cobardes.

Este punto crítico que hoy vive el Tri con Osorio, tras el 7-0 a un equipo sin personalidad, sin brío, sin dignidad competitiva, es idéntico al del Chepo de la Torre en el Hexagonal de Concacaf pasado.

Y quedan dos caminos, cuando el Hexagonal Final de la Concacaf ya está enfrente.

1.- Osorio debe olvidarse de ellos, de los que llama "influyentes, y no titulares" europeos, de los que aceptó en conferencia de prensa, sentirse decepcionado, por no haber estado a la altura del reto que fue Chile.

2.- O si no, la selección debe olvidarse de Juan Carlos Osorio, y empezar a manosear entrenadores, por miedo a que las porcelanas europeas boicoteen a patrocinadores y los partidos que se vienen. La selección es prisionera de sus veleidades.

Y a la FMF y a Decio de María, les preocupa más que el estadio de Nashville se llene con el próximo amistoso, ante un equipo, lea bien, de Oceanía o de Concacaf, que restañar las heridas del Tri.

¿Hubo algo más humillante que el 7-0? Sin duda, que tras el 4-0, la afición empezó a desalojar el Levi's Stadium, y la que se quedó en la tribuna, se burló de su selección con olés, y gritándole el "eeeeeehhh...", a su propio portero.

Reitero: ¿podrán los hombres pequeños del Tri sobrevivir a una gran derrota, luego de no poder sobrevivir a una pequeña victoria?