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Los Angeles Clippers son víctimas de su propio éxito

La fractura interna del núcleo duro de la la plantilla se produjo cuando Chris Paul instó de malas maneras a DeAndre Jordan a que despertara de una "pu.. vez" durante el partido ante Indiana Pacers. El desgarro fue ínfimo, pero requirió de una conversación de avión rumbo a Nueva York entre Blake Griffin y CP3. El mensaje del pívot al armador tras la derrota ante los Pacers fue cordial pero directo: menos apuntar con el dedo y más solidaridad.

Tres juegos fueron suficientes para que la armonía de Los Angeles Clippers perdiera la estabilidad de un balance de 14-2 en sus primeros 16 partidos de competición. A día de hoy, justo antes de medirse a Cleveland Cavaliers y a LeBron James, los angelinos no sólo sumaron tres derrotas consecutivas por primera vez esta temporada, sino que además mostraron momentos de una tensión bizarra.

Si hay alguien que no tiene pelos en la lengua dentro del vestuario de los californianos, ese es Paul. Se trata del jugador más vocal de la plantilla y eso le ha costado más de una discusión con sus compañeros en los cinco años anteriores con los Clippers.

"Así soy y así seguiré siendo", afirma con confianza.

La adaptación a sus maneras es obligada y necesaria. Así es él y así seguirá siendo. Para lo malo y para lo bueno porque aunque esté registrando su peor balance anotador y asistente de los últimos tres años (17.1 ppj y 8.8 apj) Paul sigue siendo el timonel de un plantel en el que delega cada vez más. Los Clippers están teniendo el mejor comienzo de temporada de su historia y no hay mínima fractura que rompa esa armonía interna y permisiva con las exigencias de su líder.

Ese es el mensaje que se intenta transmitir, aunque la evidencia fuera distinta. Hay nervios, y aunque estén en cierto modo justificados, pueden estar teniendo que ver con los últimos resultados. ¿Qué viene antes? El huevo o la gallina, la pérdida de papeles o los malos resultados.

El que Doc Rivers fuera expulsado tras mostrar la versión más violenta que se le haya visto contra los árbitros tiene todo que ver con la interpretación del oficial Ken Mauer y su exagerada sanción al coach. El juez buscó las cosquillas de Rivers y las encontró fácilmente porque ya venía caliente con la falta de compromiso de sus jugadores.

"En las dos primeras derrotas no jugamos bien, pero llegamos al partido con la actitud correcta. Contra Brooklyn Nets (último encuentro que disputaron) de repente nos creímos buenos. Caminábamos por la duela como si hubiéramos logrado algo. Eso me molesta, porque no hemos hecho mierda, no hemos hecho mierda", insistió el entrenador.

No hay que ser un lince para interpretar que el tono de su discurso viene de la frustración. De la noche a la mañana, los Clippers ya no son el segundo equipo que menos puntos en contra permitía ni uno de los que más anotaba. Sus productividad pasó de números excelentes a ordinarios y la sensación que queda es que son los propios jugadores los que creían que de repente ya eran candidatos automáticos al título. Queda mucho y Jordan es el primero en reconocer el error de mentalidad.

"No logramos nada todavía. ¿Fuimos los primeros en el Oeste durante un par de semanas? Eso no significa nada. Siento que dimos eso por hecho, pensamos que éramos mucho mejores de lo que realmente somos. Necesitamos mejorar y tener respeto al juego", agregó el pívot.

Los aires de grandeza soplaron en los Clippers cuando entraron en el último periodo con una ventaja de 13 puntos ante unos Nets que en aquel momento tan sólo habían logrado cuatro victorias en 16 encuentros. Entonces apareció Sean Kilpatrick con sus 20 puntos en el último periodo y bajó los humos a unos angelinos que no pudieron rehacerse en los dos tiempos extra. Pensaron que ganaron antes de tiempo.

Ante Cleveland los Clippers saldrán con los niveles de motivación extremadamente altos y los humos bien bajos. Quizás gracias a ello puedan soñar con dar la sorpresa ante los vigentes campeones, quienes de cualquiera de las maneras no lo tendrán fácil ante un equipo con el orgullo herido.