De Morganna a los salvajes de hoy

Morganna Roberts, la 'Bandida de los Besos', corre tras los jugadores Wes Parker de los Dodgers de Los Angeles y Doug Rader (2) de los Piratas en 1970. (AP)
BRISTOL - Por alguna extraña razón que pretenden esconder en impulsividad causada por el alcohol, un tal Paul Dybas decidió jugar a las de luchador libre con el umpire Lázaro Díaz.

La escena ya es conocida por todos; el agresor fue manejado como un flaco maniquí por el ex militar Díaz y el primera base de los Reales Mike Sweeney, quien 'posó' su rodilla sobre la cabeza del escaso mental éste, quien pasará a la historia como el propulsor de las sanciones severas a los transgresores del béisbol.

En fin, el infeliz episodio de Dybas en el estadio de los Medias Blancas; el teléfono celular que le pegaron en la cabeza a Carl Everett en Oakland y el ataque al coach de Kansas City Tom Gamboa la campaña pasada, en el mismo parque de Chicago, hacen recordar otra época en la cual los invasores eran bastante más pasivos.

Volvemos a la antipática dualidad del antes y el ahora, pero es que en casos como este, parece ser imposible no aplicarla. Hemos llegado a niveles ridículos, rayanos en lo absurdo. Una especie de terrorismo patrocinado por unos idiotas, aparentemente rellenos de bastante más que alcohol.

Se ponen agresivos, estúpidos, y por su culpa las normas en los estadios cambiarán y afectarán a quienes sí saben convivir dentro del respeto y la civilización.

Hay que recordar que hay múltiples actividades deportivas en diversos países exentas de los placeres etílicos. Y en el béisbol hay a quienes les gusta tomarse sus cervecitas durante el juego sin molestar a nadie; hay quienes hacen amigos y relaciones duraderas bajo esta cultura. Cerveza, perros calientes y maníes están tan ligados a la pelota, como madera, cuero, tierra y pasto.

Tal vez las nuevas regulaciones, entre las cuales hay una multa de mil dólares para quien se lance al terreno, no afecten tanto la cotidianeidad de los verdaderos fanáticos. Ojalá que no. No sería justo que por culpa de esta nueva onda de volatineros cafres, paguen los justos, pero ¿quién sabe? El tema del alcohol ha sido parte de la discusión.

Hubo tiempos de 'delincuentes' simpáticos. Tan peculiares que ganaron cariño y hasta estatus de celebridades. Tan oportunos que no se olvidan sus fechorías.

La más famosa fue sin duda Morganna Roberts, la 'Bandida de los Besos' o 'Morganna The Kissing Bandit'.

Nativa de Kentucky, Morganna tenía 17 años cuando fue a un juego de los Rojos de Cincinnati en el Riverfront Stadium en 1971. Una amiga que la acompañaba la retó para que se lanzara al terreno a darle un beso a Pete Rose y Morganna no se aguantó. Fue una de sus más de 20 apariciones durante una trayectoria de besos, abrazos e interrupciones de partidos.

Entre sus víctimas estuvieron Cal Ripken, Johnny Bench, Steve Garvey, Don Mattingly, Nolan Ryan y Steve Yeager.

Una de sus más célebres apariciones fue en el Juego de Estrellas de 1979 en Seattle, cuando en el primer inning no perdonó a un George Brett en el círculo de los prevenidos. Lo besó, lo abrazó, le hizo par de caricias en el rostro y luego trató de escapar de los agentes de seguridad.

La 'Bandida' era bailarina exótica en cabarets de Las Vegas y algunas otras ciudades. La proyección obtenida en el béisbol la hizo más popular, y se dice que en su apogeo llegó a ganar de siete mil a diez mil dólares por semana.

La escena de verla corriendo dentro de los terrenos con su exagerado busto brincando al ritmo de sus zancadas, no deja de ser un divertido recuerdo y un singular extracto del folklore de las Grandes Ligas.

Morganna se retiró de sus andanzas en diciembre del año 2000.

El 8 de abril de 1974, cuando Hank Aaron conectó su jonrón número 715, dos asistentes al Atlanta Fulton County Stadium, aparte de no resistir lanzarse al terreno, luego decidieron acompañar a Aaron en su carrera desde segunda hasta home.

Los días que precedieron la hazaña, estuvieron rodeados de tensión. Hubo cientos, quizás miles de amenazas en contra de Aaron. Y es que su achocolatada pigmentación era una ofensa para los enfermos racistas, quienes veían el hecho del récord como un atentado a la memoria de Babe Ruth.

No obstante, 'Hammerin' Hank salió ileso, nadie le lanzó nada, no hubo prácticas insulsas de lucha libre y aquellos dos personajes -blancos por cierto- no le procuraron ni un rasguño. Un gran susto sí, porque el mismo Aaron lo diría luego, pero nada más para lamentar.

Un año después, en una de las Series Mundiales más recordadas, la del '75, un cuadrangular de Carlton Fisk en el sexto juego -aquél que golpeó el poste de foul del Fenway Park- incitó al colectivo a lanzarse al terreno. Cientos de exaltados celebraron la hazaña de Fisk, pero una vez más no hubo jugador afectado físicamente.

No pretendemos justificar aquí las acciones de Morganna, los 'amigos' de Hank o la fiesta de los fanáticos de Fisk en Fenway. No, en ningún momento. El asunto es que al parecer se vino una era de salvajes capaces de atinar en la cabeza a un pelotero a la distancia, con un objeto tan contundente como un teléfono celular; desviados mentales que mal practican lucha libre con un árbitro, o zafios que caen a golpes a un técnico inocente de cuanta escoria pudiera pasarle por sus vidas en ese momento.

Si eso es lo que toca ahora, entonces por favor, por el bien del espectáculo, que regresen la Bandida Morganna y los correlones divertidos.

SERGIO LUIS MACHADO es periodista y editor de béisbol de ESPNdeportes.com. Puede escribir a Sergio Machado.

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martes, 22 de abril