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Antes de que llegara Jackie Robinson

El mundo celebra el 15 de abril el aniversario de la llegada de Jackie Robinson a las Grandes Ligas, con lo que se derribó una infame barrera racial que por más de medio siglo impidió a los jugadores de piel oscura mostrar su talento en el mejor béisbol del planeta.

Sólo después de que Robinson abriera el camino a sus hermanos de raza, fue que el béisbol estuvo realmente completo, pues logró absorber tanto talento que se perdió por décadas debido a tan absurda prohibición.

Pero no fue el número 42 de los Dodgers de Brooklyn el primer jugador negro en las Mayores.

Antes de él los hubo, pocos, pero los hubo, cuando el béisbol estaba en sus albores.

Moses Fleetwood Walker está registrado en la historia como el primer afroamericano en Grandes Ligas, allá por el lejano 1884.

Walker defendía la receptoría del equipo Toledo y según el lanzador estrella del conjunto, Tony Mullane, era el mejor catcher con quien trabajó jamás.

"Sólo que no me gustan los negros y por eso jamás obedecía sus señas y le lanzaba lo que quería", reconoció en su momento Mullane, por cuyo capricho racista le propinó más de un pelotazo dañino a su compañero de batería.

Al final de la campaña, Welday Walker, hermano de Moses Fleetwood, se unió al equipo de Toledo, aunque solamente participó en seis partidos, siendo estos los primeros negros en jugar en las Grandes Ligas.

Entonces, la gran estrella del naciente pasatiempo nacional era Cap Anson, innovador desde el punto de vista estratégico y a quien se le atribuye la creación de los entrenamientos primaverales previos a cada campaña.

Sin embargo, Anson era también un racista furibundo que aprovechó la influencia que le daba su condición de mejor jugador de su época para pulsear a favor del establecimiento de una barrera que sólo se derribó con Robinson en 1947.

No obstante, pocos saben que el primer escogido por Branch Rickey para romper la prohibición racial no fue Robinson.

La atención del gerente de los Dodgers se posó inicialmente en el cubano Silvio García, campocorto y lanzador al que se le comparaba por su calidad y versatilidad con el mismísimo Martín Dihigo.

Sin embargo, García carecía de la educación y visión de futuro de Robinson.

Tal vez por eso, o porque la discriminación en Cuba era más clasista que propiamente racial, donde un blanco pobre convivía como hermano con un negro pobre, lo cierto es que su entrevista con Rickey no fue para nada positiva.

Cuando el gerente le preguntó cuál sería su reacción si un rival blanco lo escupía al llegar a una base, la respuesta del cubano fue contundente: "lo mato".

Pero no era eso lo que necesitaba Rickey. Hacía falta alguien que enfrentara con mayor inteligencia y clase el reto que tenía por delante.

Fue entonces que la historia le abrió las puertas de par en par a Jackie Robinson y él, a su vez, a sus hermanos de raza, tanto estadounidenses, como latinoamericanos que hoy dan lustre al mejor béisbol del mundo.