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Cruz Azul, ese Quijote de alma insatisfecha

LOS ÁNGELES -- Para Cruz Azul el reto sigue ahí. No ha escalado aún su Himalaya pendiente por 16 años.

No ha conquistado aún Cruz azul el Everest monumental de su impotencia, ser Campeón de Liga, tras 16 años de frustración.

Las demás son paliativos, consuelos, pero ojo, son también señales, síntomas y símbolos inequívocos de esperanza.

Cruz Azul es campeón de la Concachampions. Y lo enaltecen, más allá de la inmediatez festiva de la conquista, el pasaporte al Mundial de Clubes en Marruecos, y la bestial rebeldía del adversario, un Toluca que en el minuto final todavía pudo, hubiera podido, hacer recular al destino. Pero Velázquez no pudo o no supo o no quiso.

Lágrimas, sí. Pucheros también. Rostros contraídos por ese ensamblaje dramático en rostros que se llenan del rictus de llorar festejando y de festejar gimoteando.

Y rostros maduros. Rostros impresos en credenciales ya preparadas para el asilo de los jugadores importantes en México, como Gerardo Torrado y Chaco Giménez.

Pero ellos lo saben. Ellos y sus cómplices. Ellos y sus secuaces en éxtasis. Lo confesaron esta misma noche de miércoles: no basta, no alcanza. El título del Clausura 2014 es imprescindible.

El confuso espectro de ese Molino de Viento en esa vigilia, de esa abstinencia de gloria de campeonato liguero, sigue desafiando su insatisfecha alma de Quijotes. Lo saben, lo aceptan.

La suma acumulada de la Copa MX y de la Concachampions disfrazan tímidamente la cara larga de una persecución de 16 años.

Y aquí el drama se acentúa, porque Cruz Azul sabe que quiere, sabe que puede, porque sabe que debe.

Si bien su demostración de poderío en este Clausura 2014, ocurre en uno de los torneos más mediocres de los últimos años, la superioridad lo lleva de la mano anímicamente con la aureola de favorito.

Con el estigma de coronarse con empate, por el gol de visitante, y con el soponcio y las taquicardias contenidas hasta el último graznido de un inapetente de sangre Chiquidrácula Rodríguez, con esa huella a cuestas pues, de no ser mejor que Toluca, al final Cruz Azul embarcará a Marruecos.

Especificábamos el síndrome de la ilusión en La Máquina, tras este segundo abono para poner fin a la maldición de 16 años sin ganar una Liga. Y es una sintomatología inconfundible.

La Copa MuyEquis fue el combustible que lo llevó a la Final. Una Final que malogra el América en penales. Una Final que no supo ganar Cruz Azul. Una Final que sí quiso ganar el América.

La Concachampions es hoy otro detonante. Y más poderoso que la copa doméstica mexicana, principalmente por el momentum.

Especialmente, Cruz Azul da la Vuelta Olímpica en el Nemesio Díez, atragantado aún de la angustia final, del colapso del drama, y lo hace a una semana de la Liguilla, un escenario al que se inscribió con una incómoda anticipación, porque a veces los equipos se relajan.

Para bendición de La Máquina no ha tenido tiempo para hamacas. La Concachampions lo mantuvo en el carril de alta velocidad de la adrenalina.

No ha tenido reposo emocional, lo que en este caso, con la victoria final, no significa un agotamiento emocional, sino, por el contrario, un remanso, una pausa, un oasis.

Se viene la Jornada 17. Trámite. Aunque el adversario sea un acérrimo rival como Pumas. Cierto: puede perder ante Toluca la condición de Líder General, que con mejor goleo y dos puntos detrás se mantiene amenazador y amenazante. Pero igual, merece un respiro.

Y de esa manera, como confabulación astral de sentimientos, Cruz Azul goza de la satisfacción brevísima de dos consuelos, dos Copas, pero acepta, reconoce, diría Joaquín Sabina, que "dos no siempre es igual a uno más uno".

El título de Liga es el Himalaya pendiente durante 16 años. Y es hoy. Debe ser hoy. En este mayo. O será nunca.