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Kobe Bryant, escribe una historia aparte

LOS ÁNGELES -- La mirada de Kobe Bryant es rasgada cuando observa al aro en los momentos decisivos, felina cuando cumple con sus objetivos y desafiante sobre la duela en el trato a sus rivales. Atenta cuando escucha preguntas en español y sincera cuando las responde. La mirada de este líder es sinuosa como una serpiente venenosa, azabache, determinada y predecible.

Como predecible fue el hecho de que sellara un legado asegurado hace mucho tiempo después de conseguir superar a Michael Jordan como el tercer mejor anotador de la historia de la NBA. Audaz en sus reacciones tras el éxito cosechado, Kobe fue elegante en el fondo y en la forma a la hora de mentar a su mentor. Se acordó de Jordan porque sin él no hubiera podido superarle en anotaciones -- que no en otros aspectos -- porque aquel que ahora ve al toro desde la barrera llegó a estar en primera línea de ataque con la majestuosidad del rey de una selva de criaturas cuasi perfectas. Cuánto mérito.

Entonces aconsejó al que en aquellos finales de los años noventa apuntaba maneras en la mejor liga del mundo. Le instó a crecer, le inspiró, le ayudó a ser mejor y más competitivo. Desde la retaguardia, Jordan ha presenciado a su discípulo pasar flechado por su lado. Seguramente haya habido más orgullo que otra cosa ante un hecho que se veía venir, estaba cantado que la proyección de Kobe acabaría cumpliendo los pronósticos en cuanto al número de puntos anotados. Lo tenía asumido mucho antes de que sucediera.

Hubo un tiempo en que el pasado y el futuro del básquetbol coincidieron y todos debemos dar gracias por ello. Porque la conexión de estas dos leyendas las ha engrandecido, porque gracias a ellos se vuelve a repetir una máxima irremediable: los mejores beben de la fuente de los mejores. Así nacen, crecen y se reproducen aquellos que destacan, los que son capaces de entender el liderazgo de una manera absoluta, sin medias tintas. Predicando con el ejemplo, mejorándose a sí mismos y mejorando a los que les rodean.

Porque jugadores como Bryant y Jordan no aguantan la incompetencia, no soportan las personalidades débiles y conformistas. Castigan el mínimo esfuerzo y la falta de criterio. Alzan la voz contra los ineptos sin complejo alguno y les azotan con el arma más potente que tiene uno y que tuvo el otro: el ejemplo.

El brillo no es automático, no es algo caído del cielo, de santa divinidad y espiritualidad innata. La sangre azul del monarca y el veneno de la 'Mamba Negra' no confluyen en la historia sin un arduo trabajo detrás, sin caídas abruptas solventadas con excelencia. Nadie nació siendo el mejor, en el básquetbol, como en la vida, no se heredan valores ni cualidades por gracia de los astros.

La mirada de Kobe ha sido capaz de recoger el brillo de los ojos de Jordan, clínicos y hambrientos de triunfo. Ha sabido proyectar atributos varios de una manera inconformista y sólida. Ahora es él la inspiración de los más jóvenes. De Julius Randle, de Jabari Parker, de los chicos que se levantan cada mañana para ir a la escuela tras una noche de sueños color duela. Un líder inspira, alienta y utiliza su criterio, su calidad y sus conocimientos para mejorar a los demás.

No todo el mundo puede definirse con el calificativo de líder, para eso hay que tener tantas virtudes como puntos acumula Kobe, cosechar éxitos sonoros, mediáticos en ocasiones y rimbombantes que justifiquen el apelativo; pero también triunfos silenciosos, del día a día y en la penumbra. Son precisamente estos últimos, los que nadie ve, los pequeños reconocimientos que engrandecen a las figuras y muestran al mundo a estos paradigmas de nuestro tiempo.

Todos debemos tomar nota de las virtudes que hacen que Kobe Bryant sea uno de los líderes más destacados de nuestro tiempo.