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Grave: el América, sin hombría deportiva

Mexsport

LOS ÁNGELES -- América agoniza en la Concachampions. 3-0 le endilga Herediano. Queda emplazado a una actuación histórica en el Estadio Azteca. Y pudo ser peor. Y debió ser peor.

América suma ya cerca de 15 encuentros y la mano de Gustavo Matosas no aparece. Lo que debería tomarse como una perfecta pretemporada larga, no rinde frutos. Ni en la Liga ni en la Concachampions.

América, Ricardo Peláez y Matosas van perdiendo aparatosamente la carrera contrarreloj contra sus promesas. Cierto: este proyecto deberá sostenerse y presentarse de la mejor manera el próximo torneo. Lo que estorba es la palabrería que infló expectativas.

Por eso, lo ocurrido ante Herediano, pudo ser peor. Y debió ser peor.

1. Pudo ser peor porque los ticos perdonaron y no supieron aprovechar el compinche inesperado que surgió en la portería del América. Hugo González se empequeñeció y agigantó la ausencia de Moisés Muñoz.

2. Debió ser peor porque el árbitro, deficiente, temeroso, asustadizo, pésimo en su desempeño, encima perdonó la roja a Paolo Goltz, quien con la falta marcada, la jugada concluida, el rival vencido rodando por el piso, supuestamente intenta despejar el balón y termina con una aparatosa y alevosa patada en la cabeza, que dejó noqueado al adversario.

3. Y aún más: el timorato silbante debió recetarle la roja por un puñetazo lanzado por Carlos Darwin Quintero, sin descontar que a Herediano le perdonó una segunda amarilla y que, además en la bronca, tras la cobarde agresión de Goltz, no se atrevió a limpiar ambas bancas, en especial la americanista.

Diezmado, frágil especialmente en el arco, América tuvo momentos de comportamiento que deben ser los más alarmantes: conformismo, indecisión, apocamiento, resignación. Hubo un par de balones cercanos a su área en los que los ticos fueron implacables por ellos, ante la estulticia contemplativa de la zaga americanista.

Eso fue evidente: América no respondió con la misma devoción ni compromiso, ni hambre ni testosterona con la que el Herediano se plantó en la cancha.

El Nido fue asaltado por adversarios que mostraron más hombría deportiva en la cancha. Y eso, cuidado, es un lujo que el América no se puede dar y que Matosas y Peláez, y no necesariamente en ese orden, no pueden permitir.

Porque catalogar las acciones de Arroyo y Goltz como manifestaciones o exposiciones de gallardía sería una torpeza, lo de ambos fue impotencia y frustración consumada de manera ruin.

Y encima la pesadilla los encontró en matrimonio al América y a Matosas. Los dos tenían antecedentes de víctimas por separado, ante adversarios costarricenses en la Champions, y de hecho el técnico ante el mismo Herediano.

Ahora, las Águilas, con la humillación a cuestas, saben que enfrentarán una emboscada en Veracruz y que en esa visita ponen en riesgo seriamente su permanencia como terceros en la tabla general.

Y la realidad es que la impaciencia tiene el cronómetro en mano, contemplando a Matosas y esperando que las expectativas y las promesas empiecen a cumplirse. Sin embargo, lo cierto, y también entendible, es que su mejor versión aparecerá el próximo torneo.

El problema es que la decepción de su legión amarilla terminará siendo directamente proporcional a la verborragia desplegada con promesas precipitadas, y no hago referencia al multimencionado Ferrari, sino tan sólo a los motivos de cambio de entrenador, razonables todos, con los que argumentó la decisión Ricardo Peláez.