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El Frankenstein ¿es de Ambriz o de Peláez?

Mexsport

LOS ÁNGELES -- Por su trascendencia, cuando tropieza genera más estrépito que cuando gana. El Ódiame Más es un citatorio natural al mófate más. La derrota del América solaza a su vecindario inmediato.

Y los remezones de ese colapso ante Atlas, magnificados por un marcador con tufo a goleada (3-1), hacen crepitar consideraciones.

1. ¿Qué tan nadie eres, si te golea un don nadie?

Porque lo más grave es que la humillación del América ocurre ante un rival aún en gestación, aún en proceso, como Zorros.

Porque Atlas irá mejorando, pero aun así mostró poco en el Estadio Azteca, pero más para merecer ese veredicto final de victoria que su adversario.

Porque Atlas muestra lineamientos ofensivos, pero con menos seguridad, en concepto, que cárcel mexicana. Y para que un equipo así haga tres, jugando contra diez polluelos de águilas, El Nido ya recibe otra advertencia en forma irrefutable de goleada.

2. ¿Cuánta derrota pertenece a Ricardo Peláez y cuánta a Nacho Ambriz?

Porque es obvio, siempre lo ha sido, que este América es más reflejo de alucinaciones de Peláez que de la cordura de Ambriz. Hay más decisiones de gerente que de entrenador.

Porque mientras Televisa y sus empresas satélites han revelado ganancias, desarrollo, crecimiento, inversiones, Peláez inventó al fantasmagórico presupuesto para explicar desde los regresos del 'Riflecito' Andrade hasta las permanencias de Goltz y Arroyo, el primero traicionando al equipo y el segundo traicionando el concepto de equipo.

Peláez pretende demostrar que sabe más que Miguel Herrera, el 'Turco' Mohamed y Gustavo Matosas, pero a través de su emisario en la banca, Nacho Ambriz, quien ya nos demostró su firmeza de carácter en Querétaro cuando sumisamente cargó con la imposición de Ronaldinho, pese al daño que le hizo a su propio concepto.

3. ¿Deberá El Nido demandar al Santos por los 23 millones de dólares al enviarle mercancía dañada o pésimas imitaciones?

Si las cifras son puntuales, esos 23 millones de dólares, en efectivo o en especie, que terminó pagando América a los laguneros por sus dos joyas, Oribe Peralta y Carlos Darwin Quintero, hubo estafa.

Algo ocurrió en el traslado de Torreón a la Ciudad de México. El colombiano ha jugado 19 partidos, sólo tres completos. Y este sábado, ante Atlas, salió expulsado.

De aquel generalísimo impío en Santos, a éste que yerra pases, en la selección de la jugada, y corre desorientado por la cancha, tal vez le sobra el salario de 2.5 millones de dólares. Le llenaron el buche de placer y le vaciaron las entrañas de compromiso.

¿Y Oribe Peralta? Como antes de, y parece que después de, su cabriola estilo Cirque du Soleil, ante Costa Rica en Copa Oro, ha patentado los clavados y las contorsiones como su mejor acción punzante en el área.

De sus 15 goles en 39 partidos, sólo han significado puntos cinco anotaciones para un total de 13 unidades. Los otros goles han sido de ornato, de oropel, como, por ejemplo, el doblete que marcó en el 5-0 a Chiapas o en el título ante Tigres, cuando firmó el 3-0 al 77', con el equipo de Tuca Ferretti ya rendido.

4. ¿Siete goles en dos partidos?

Dos de las peores cinco ofensivas del torneo anterior, como Puebla y Atlas (ambas totalizaron 21 goles) se ensañan con el equipo que se había distinguido por casi cuatro años entre las mejores defensas del torneo.

Es el riesgo de contar con un plantel armado por un director deportivo que pretende jugar al ataque, pero entregándolo a un entrenador que gusta de jugar equilibrado, pero al que encima le entregan una defensa -nunca mejor descrito por Ángel Reyna- de papel, a la que se le hace daño de cualquier manera: en el mano a mano, en descolgadas, en centros timoratos, en paredes cortas y hasta entregando los rechaces al rival.

Ojo, la capacidad de Ricardo Peláez es innegable en ciertos factores determinantes en el éxito de un equipo. Eso, sin embargo, no garantiza que su capacidad le permita ser infalible en todos los terrenos en el manejo de un equipo.

Hoy, invadiendo feudos y misterios de un cuerpo técnico, Peláez cumple el Principio de Peter: asciende hasta su propio nivel de incompetencia.

Lo cierto es que hoy, el América se parece cada vez menos a lo que quiere ser y a lo que debe ser, pero sin duda se parece cada vez más a lo que sólo puede ser: el resultado de un Frankenstein de equipo, reflejo de un Frankenstein de director deportivo.