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Entre pan y circo, Barcelona elige el pan y pierde el circo

LOS ÁNGELES -- Lo que siempre los mantuvo unidos, los ha separado para siempre: el dinero. Lo que siempre los mantuvo unidos, los mantendrá unidos para siempre: el futbol.

Sin embargo, este viernes, Joan Laporta cerró los portones del Barcelona, detrás de la silueta lánguida de Lionel Messi. Entre club y jugador, los lazos serán eternos, pero la relación quedó trunca. ¿El dinero no compra la felicidad? No, pero le encuentra concubinas.

En conferencia de prensa, Laporta extinguió la trémula fe de quienes veían un atisbo de esperanza en el divorcio entre Messi y el Barcelona, con la pérfida Liga de por medio, como la suegra celosa y recelosa.

La exposición de Laporta, este viernes, era inapelable. Ni el más facineroso dirigente de FIFA, ni sus alquimistas del fraude, habrían hecho cuadrar las cifras. “No estoy dispuesto a hipotecar durante 50 años al Barcelona por nadie”, dijo.

Con Messi, el Barcelona habría salido a “botear” a las calles, por mendrugos de pan, con la tripa hecha nudos de hambre, al borde de la inanición. Sin Messi, todos tendrán el pan suyo de cada día. No el gol, no la magia, no las fantasías, pero sí el maná.

La analogía de pan y circo. Barcelona eligió el pan y dejar escapar el circo. El pan tiene más valor que precio. El circo tiene más precio que valor.

El club aprenderá a sobrevivir sin Lionel Messi, como aprendió a sobrevivir sin Andrés Iniesta, sin Xavi, sin Carles Puyol, sin Pep. La histórica grandeza del Barcelona es intocable, pero este viernes, tras las palabras de Laporta, pasa a ser equipo sin apellidos de alcurnia. Vivirá con los privilegios de una dama divorciada.

Y Messi aprenderá a vivir sin el Barcelona. Puede vivir sin el club, pero no puede vivir sin la escenografía perfecta de esa ecuación que forman cancha, red y balón.

Será que en el fondo Leo obedece al credo que atribuyen a su padrino Ronaldinho: “Juega por el nombre que llevas delante en la camiseta y se acordarán del nombre que hay atrás”.

Laporta asegura que sólo resta ver al futuro, pero sin renunciar a los privilegios ni a las lecciones del pasado. Barcelona está en manos de ingenieros en finanzas y no entre los cálculos ilusionistas entre copas de bohemios del hubiera.

“No estoy dispuesto a hipotecar al club. El Barça está por encima de todos los jugadores, incluso por encima del mejor jugador de la historia, Leo Messi”, reiteró Laporta este viernes, mientras se lavaba las manos con Javier Tebas, y LaLiga como la jerga, con la cual secarse cualquier vestigio de culpabilidad, y sin dejar de escupir en el inmenso albañal que es Josep Bartomeu, “porque venimos de una gestión nefasta y calamitosa”.

Mientras en el universo infinito del futbol se juega con el destino de los memes, para reforzar desde el Santiago Tangamandapio F.C. hasta el Bayern Munich, la brújula de la voracidad financiera de Jorge Messi, el padre del ser humano con las facultades más inútiles, pero las más caras y cotizables del mundo, tiene línea abierta, según los cercanos al clan, con el Paris Saint-Germain y con el Manchester City.

Mientras Lionel sigue de vacaciones, ajeno seguramente a la forma en que se ha convulsionado la galaxia del futbol, su padre juega las cartas con más astucia y argucia que cualquier tahúr de colmillo torcido y uñas largas en Las Vegas.

El PSG deja entrever que se siente fuerte con lo que tiene, mientras el City de Pep Guardiola ha firmado a Jack Grealish, quien no es Messi, pero llena los requisitos de ese club ciudadano urgido de una Champions.

¿Y el Barcelona? Respirando ya serenamente, luego del riesgo de ser intubado de emergencia, trata de organizar su vida tras la más grave de sus pandemias, azotado por el virus Bartomeu-20, más que por los estragos del Covid-19.

Trató de vender a Antoine Griezmann hace unos meses, pero no encontró mercado y hoy se vuelve en imprescindible. Mientras tanto, el Kun Sergio Agüero, hoy se siente doblemente abandonado. A su vez, Memphis Depay llega con la consigna de confirmar su poder demoledor... en la Liga de Francia.

Y claro, queda la sangre joven. Pedri, Riqui Puig, Oscar Mingueza, Ilaix Moriba, Ronald Araújo, Sergiño Dest, Tenas. La Masía trata de rescatar su prestigio.

Por otro lado, Ronald Koeman debe ser el más aliviado por la salida de Messi. Hoy tiene sólo a seres humanos. Y no tiene a ninguna figura emblemática que pueda cuestionar su autoridad. Prefiere sólo a peones en su tablero, aunque haya perdido el misticismo de su reina.

Y, sin duda, el resto de la población en la Liga se sublima. Los clubes ya no tendrán que inventar en el pizarrón estrategias fallidas y fútiles, para tratar de despellejar a un solo futbolista. El Barcelona sin Messi, como el Real Madrid sin Cristiano Ronaldo, se convierten en artillería vulgar.

Así pues, luego de años de vivir bajo el concubinato perfecto, Barcelona y Messi han encontrado la humanoide imperfección del rompimiento. Lo que siempre los mantuvo unidos, los ha separado para siempre: el dinero. Lo que siempre los mantuvo unidos, los mantendrá unidos para siempre: el futbol.

Ambos entendieron que para que ambos sobrevivan, deben hacerlo por separado. Juntos, sólo los esperaba el desenlace de la cicuta shakespierana.

Y por ello, entre el pan y el circo, Barcelona se queda con el pan. Porque el pan tiene más valor que precio. El circo tiene más precio que valor.