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Juan María Traverso, adiós a un enorme ídolo del automovilismo argentino

Pensar en el automovilismo argentino es, sin ningún lugar a dudas, pensar en Juan María Traverso. Es cierto, la extensa y rica historia fierrera tiene nombres rimbombantes, como Juan Manuel Fangio. El Chueco fue uno de los más grandes de la historia mundial desde la Fórmula 1. Pero si se arma una selección local, de corredores que brillaron en la actividad autóctona, para muchos el Flaco encabezaría el ranking. Sí, es subjetivo. Otros dirán Juan Gálvez, el Loco Luis, los Emiliozzi, el Toro Mouras…

Amado y odiado casi en niveles similares. Así son los grandes de verdad. Los que se destacan en serio, los que rebasan largamente esa línea divisoria entre los referentes y los ídolos. Porque Traverso fue un ídolo. Y cuando alguien logra llegar a ese sitial, despierta amores desenfrenados y broncas gigantes. O acaso no pasó con Diego Maradona, solo por dar un ejemplo. ¿Fue Traverso el Maradona del automovilismo argentino? Es subjetivo, pero, sin dudas, es un debate en el que se pueden dar argumentos valederos para apoyar la postura.

Traverso cortaba tickets en los autódromos. Y no se trata de ser peyorativo con el resto. Traverso era grande de verdad. El crecimiento enorme que tuvo el TC 2000 en la década del 80 fue, mayormente, por el Flaco. ¿Alguien de verdad lo puede dudar? En esos años en los que un piloto que corría bajo las huestes de la ACTC en Turismo Carretera estaba vetado en TC 2000 y viceversa. Ahí, el de Ramallo apostó por la nueva categoría (nacida en 1980), haciendo a un lado al TC y toda su historia. Y el Flaco hizo grande al TC 2000. El Flaco logró que Renault pintara de negro una cupé Fuego, cuando la marca no quería saber nada. Pero cómo no lo iban a hacer si el Flaco se cansó de ganar con ese modelo. Si hasta ganó una carrera con su Fuego prendida fuego… Sí, con su Fuego en llamas. ¿Alguien puede poner en duda que el Flaco fue grande de verdad?

Si cuando el Turismo Carretera languidecía tras las muertes de Roberto Mouras (en Lobos) y Osvaldo Morresi (en La Plata) y se quedaba sin ídolos tuvieron que ir a buscar a Traverso. Y el Flaco pegó la vuelta y ganó ¡cuatro títulos para llegar a seis en la octogenaria categoría! ¿Más? Traverso retornó al TC en 1995 y en ese año fue campeón con el Chevrolet de TC violeta de OCA y de TC 2000 con un Peugeot 405. Hasta hoy, el Flaco es el único piloto que ganó los dos títulos más importantes del automovilismo argentino en una misma temporada. En TC 2000 fue su séptima corona, que lo ponen como el más campeón de la historia.

El Flaco fue tan pero tan grande, que logró romper con eso de no poder cruzar de vereda. Porque si sos del Chivo, no te subís a un Falcon. Y si sos de Ford, ¡cómo te vas a ir a Chevrolet! Y el Flaco lo hizo. Pucha, que grande. Sí, fue campeón de TC con una Chevy en 1997 y al año siguiente pintó el 1 ¡en un Ford! Pero claro, ¡cómo no lo iban a putear los de Chevrolet! Pero no fueron todos, porque el Flaco era grande de verdad. Y en 1999 se quedó con su último título de TC con un auto del Óvalo.

En una fría mañana de Olavarría 2005, el Flaco decidió no largar la primera serie de TC. Un día después, anunciaba su retiro. Pucha si será grande el Flaco, que ocho años después de haber colgado el casco, este cronista caminaba por la calle con Traverso y la gente que pasaba le gritaba: “Volvé, Flaco”. “A mi casa voy a volver, jaja. Igual, si me subo, te digo que a varios les hago un segundo”, decía por lo bajo.

Se fue el Flaco. El que logró llenar autódromos. El que tenía la fila más larga en su semi a la espera de una foto o una firma. El que ganó en todo lo que se subió. El que protagonizó duelos inolvidables con el Loco Luis, con Gradassi, con Ortelli, con el Gurí Martínez y las firmas siguen. El que se peleó y llamó rubia a Marcos, el hijo del Loco. El que después de retirado siguió siendo referencia y cada vez que llegaba a un autódromo era el más seguido, dejando casi en soledad a los más pintados del momento. Se fue Traverso, y el automovilismo argentino está de luto y lo estará por mucho tiempo. Ya no se escucharán sus frases picarescas, cargadas de ironía. Ya no saldrán de su boca las anécdotas más desopilantes que contaba sobre su trayectoria. El ídolo hoy ya es leyenda.