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Una noche memorable

MÉXICO -- Desde muchas perspectivas lo que tuve la fortuna de presenciar y relatar para ESPN este martes en Múnich ha sido inolvidable, fue una verdadera montaña rusa de emociones, una final adelantada que abrió muchos debates. Atlético de Madrid es justo finalista, puede gustar o no su forma de juego, pero en materia de justicia deportiva yo pienso que no hay discusión en relación a que merecen el boleto a Milán.

Josep Guardiola y Diego Simeone son dos entrenadores con formas de sentir y aplicar el futbol totalmente opuestas, pero las dos son válidas. En la aplicación de sus respectivas filosofías han alcanzado niveles superlativos, al momento de ponerlos frente a frente el martes en Múnich, con algo tan valioso de por medio, se generó el colosal choque.

No puedo dejar de sentir pena por el Bayern de Guardiola, porque será recordado como el técnico que fue eliminado en tres semifinales consecutivas y que no pudo igualar lo que le heredó Juup Heynckess, como si fuera cualquier cosa ganar un triplete. Es una lástima que eso vaya por delante, y no el brillantísimo sello que fue capaz de imprimirle a un equipo que lo tuvo casi todo: vértigo, precisión, variantes, definición.

Cada jugador que dirigió Guardiola hoy es más completo y mejor futbolista. David Alaba ya dominaba la banda izquierda, con Pep aprendió a jugar la central; Philip Lahm era un genio por la derecha, con él aprendió a jugar la contención; lo de Arturo Vidal es superlativo, un jugador que se come la cancha, se multiplica, igual puede aparecer como último hombre, ser el eje en el centro del campo, marcar, crear. Y así podemos ir uno por uno para encontrar notas de ductilidad altísimas.

El del martes en Múnich fue su partido 101 al frente del Bayern, de los que ha ganado 81, pero nada de eso valdrá para juzgar su gestión. ¿Es justo?

Simeone tiene también un enorme mérito. Cualquier otro equipo se hubiera comido cuatro goles en la primera mitad en ese infierno que fue Allianz Arena, pero no el Atlético que tiene una convicción a prueba de bombas. Estuvieron en la línea de fuego al minuto 34, pero apareció la figura de Jan Oblak, el que va camino a convertirse en el mejor Zamora de la historia, para detener el penal de Thomas Muller. Ese fue un gran punto de inflexión en el partido.

El Atlético tuvo la precisión en la definición que le faltó al Bayern. No tienen la riqueza de alternativas de ataque que sí tiene el equipo alemán, y tampoco su presupuesto para invertir en fichajes, la proporción es casi de 3 contra 1.

Así pues, será Atlético de Madrid contra Real Madrid en Milán. Ni se compara el camino de terracería que siguió el Atleti eliminando al PSV en penales, al Barcelona y al Bayern, con lo que enfrentó el Madrid ante Roma, Wolfsburg y la caricatura que fue el Manchester City. Pero ese tema queda para otra ocasión.