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España se enfrenta a sus temores

BARCELONA -- España pasa del todo a la nada en cuestión de días, de horas incluso. Como si del Barça se tratase (el equipo más representado en la selección), la Roja nadó en la abundancia tras su exquisita presentación en Qatar para acabar la semana en terapia, con Luis Enrique ahuyentando miedos a la vez que investiga la razón para entender el cambio sufrido entre el choque inaugural frente a Costa Rica y el que se perdió en la última jornada de la liguilla contra Japón.

El entrenador español ya dio señales evidentes de su inconformismo durante el duelo ante los nipones que se transformaron en un indisimulado disgusto durante su discurso al acabarlo.

"No me ha gustado nada mi equipo", reveló, serio y disconforme con la imagen de sus jugadores, que no mostraron ninguna capacidad de reacción y convirtieron aquel futbol dinámico y alegre de los dos primeros encuentros en un juego anodino, lento y sin ideas en el último.

Está convencido Luis Enrique de la necesidad de "recuperar emocionalmente", según sus propias palabras, a una plantilla joven e inexperta en este decorado, con 20 de sus futbolistas debutando en un Mundial y con una edad media de 25.4 años que la convierte en la tercera más joven del campeonato. La idea está clara y es innegociable para el técnico y de cara al choque del próximo martes frente a Marruecos sostiene imprescindible que los jugadores espanten los temores que sospecha existen en el camerino y vuelvan a "disfrutar" del juego.

No es este, sin embargo, un escenario del todo desconocido para el seleccionador español. Japón remontó a España en tres minutos "de colapso" de una forma similar en la que Croacia, en los octavos de final de la última Eurocopa. Entonces, en Copenhague, vencía la Roja por 3-1 a cinco minutos de la conclusión y el conjunto balcánico, en un arreón final impredecible fue capaz de igualarle con los goles de Orsic y Pasalic que llevaron el choque a la prórroga, superada con sufrimiento por su equipo con las dianas definitivas de Morata y Oyarzabal.

Aquella reacción, que fue considerada "sublime" por parte de Luis Enrique, no apareció por ningún lado después de los goles japoneses en Doha, que descubrieron a una España sin brújula ni liderazgo durante los más de 45 minutos que transcurrieron desde el gol, polémico, de Tanaka hasta el final del choque, en que el combinado hispano apenas fue capaz de rematar en dos ocasiones a la portería de Shuichi Gonda y menos aún de perfilar jugadas ofensivas con peligro.

REACCIÓN

España recuperó el mando del partido, elevó la posesión por encima del 81 por ciento y encerró a los japoneses en su campo, pero la alarma fue evidente al contemplar un juego plano, sin profundidad ni ideas, una repetición de pases horizontales que favorecieron la táctica defensiva nipona como no quiere el seleccionador que se repita el martes ante Marruecos, sorprendente campeón de su grupo, capaz de dejar por el camino a la candidata Bélgica y que afrontará el duelo sin ninguna timidez.

Luis Enrique reclama una reacción psicológica a los suyos para que las virtudes que tantos elogios provocaron en su presentación, y también tras el duelo frente a Alemania, regresen al primer plano y escondan los defectos que se dejaron ver en su último partido. Combinaciones rápidas, verticalidad, desborde... Aquel desenfado que mostró España y que el martes será tan necesario en un partido ya a cara o cruz.

Lo que son las cosas, el disgusto que proclamó sentir el seleccionador español por la derrota contra Japón motivó que la Roja fuera a parar al cuadro en teoría menos duro de los cruces, con un día más de descanso, evitando, en buena lógica, a Argentina o Brasil hasta la final y asomando solamente Francia, en una también teórica semifinal, como rival supremo.

Pero para cumplir con todas esas circunstancias, lo principal, imprescindible, será que España ahuyente sus miedos y reencuentre la confianza que pareció haber perdido.