<
>

México: Vasco Aguirre, con menos que Osorio, pero más que Martino

play
Tata Martino: Con Vasco y Rafa Márquez, México llegará con tranquilidad a la Copa del Mundo (2:41)

El estratega argentino habló de los cambios de técnicos que lo sucedieron en la Selección Mexicana y el proyecto actual con Javier Aguirre. (2:41)

Hoy, en plantel, Aguirre tiene menos que Osorio, pero más que Martino. Osorio tenía jugadores en plenitud y Martino eligió visceralmente


LOS ÁNGELES -- “Javier Aguirre Onaindia Arraskaeta Landeta Goyado Alberdi Uriarte Garechana y Lanetarzúa” (como le da al Vasco por presentarse a veces) finalmente encara su herencia maldita.

Aunque el aficionado a la Selección Mexicana se alberga, se refugia, en la ilusión desesperada del presente, en un acto de escapismo de todos los demonios de su hediondo pasado mundialista, aún a pesar de ese reciclamiento tenaz y loco por una eventual e improbable hazaña mundialista, el hijo olvidado de #Pique86 y #Juanito70 tiene encarnado aún en el febril subconsciente futbolero, el estercolero de Gerardo Martino en Qatar 2022.

Y además, Aguirre encara un incómodo Molino de Viento: la frágil guirnalda de Juan Carlos Osorio: haber vencido a Alemania, sí la peor Alemania de la historia, pero Alemania al fin y al cabo.

En la conveniente amnesia y en la memoria selectiva del #MásSiOsare de la tribuna, es inevitable la ecuación pitagoresca: Aguirre debe ser más que el Tata, más que Osorio y aparte, como jugará de local en México y en Estados Unidos, más que todos sus antecesores. ¿Qué puede salir mal?

Hoy, en plantel, Javier Aguirre tiene menos que Osorio, pero más que Martino. Osorio tenía jugadores en plenitud y Martino eligió con sus viscerales y bajas pasiones, y como marioneta de Yon de Luisa.

Eso sí, El Vasco tiene más control emocional del grupo que Osorio y mucho más que Martino, que, por ejemplo, en su estado más necio –o más perverso–, nunca entendió que la rivalidad con Estados Unidos tenía un extraordinario paralelismo multi-pasional con la de Argentina e Inglaterra. El Tata iba con bronceador y gafas de cinismo a la guerra de Concacaf. Y por eso lo humillaron tanto.

Sí, Aguirre tiene menos futbol en su vestidor que el que tuvo Osorio, quien llegó con los mejores momentos posibles de Andrés Guardado, Héctor Herrera, Lozano, Chicharito, Héctor Moreno, Guillermo Ochoa y Carlos Vela. Pero el Vasco tiene un control absoluto para blindar contra los devaneos tóxicos de su vestidor. No tendrá que cargar con las crisis de identidad de las “Divas Rubias” que le infectaron el vestidor al colombiano.

Las consecuencias de aquel sabotaje de eas “Divas Rubias” ya se saben. Las reveló el mismo Osorio. Pánico, división, fragmentación, antes del partido ante Brasil. El Tri-tanic empezó a naufragar desde el vestidor de la Arena Samara.

Metido aún en un proceso de purificación, depuración y selección del que será su grupo mundialista, Javier Aguirre ha contextualizado el tipo de soldadera que requiere, porque a él, lo ha reiterado, lo dejó herrado a fuego vivo, para bien y para mal, la experiencia absoluta del Mundial

1986. “No he vivido (en el futbol), nada como aquello, la gente, los estadios, la cancha. Nada como aquello”, ha explicado.

Y en el proceso de selección y de “deselección”, El Vasco ha puesto un código de conducta 24/7. Es decir, los eventuales seleccionados no tendrán autorización ni invitación a “sacarse el estrés premundialista”, como lo justificó Osorio antes de Rusia 2018, ni tampoco tolerará brunchs neoyorquinos, como sí lo hizo Martino, como aquel que terminó con caligulesco final en San Antonio, Texas, y con en el veto absoluto de Yon de Luisa contra el ya decadente Javier Hernández.

Todo ello compone una herencia maldita, empezando por ganar la Nations League, que se ha convertido en potestad absoluta de Estados Unidos, y que ha puntualizado que le interesa más a la US Soccer que la Copa Oro (14 de junio al 6 de julio), la cual, en esta edición 2025, se verá deslucida por las ausencias que provocará el Mundial de Clubes (15 de junio al 13 de julio), en una coexistencia casi absurda en estadios de Estados Unidos.