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Mejoría insuficiente

BUENOS AIRES -- Tata Martino vio jugar bien al equipo durante el setenta por ciento del partido. Quitémosle el plus razonable que le aplica el DT por ser parte interesada y convengamos que, en la primera mitad del clásico ante Brasil, la Selección ofreció indicios de una recuperación. Mejorando parcialmente, diría el parte meteorológico.

Durante esos 45 minutos, Argentina se repuso en algunos aspectos deficitarios reiteradamente señalados. El primero, la personalidad.

Después de dos encuentros en que se vio al equipo flojo de carácter, esta vez salió decidido a jugar en campo brasileño. A llevárselo puesto, no con apuro ni prepotencia sino con juego articulado.

Con voluntad para el quite y la presión oportuna. Con confianza para tomar riesgos.

El carácter se demuestra precisamente en la soltura para jugar. En ese sentido, hubo dos abanderados durante esta primavera del equipo: Funes Mori y Di María.

El ex-River impuso su presencia defensiva y además pidió y llevó la pelota con inteligencia y panorama. Se destapó como salida e inicio de jugada.

Di María, obligado a bajar un cambio, fue el organizador del ataque. Aunque, por características, no es la tarea que mejor le cuadra, cumplió con suma eficacia. Un gran ejemplo es el gol, donde su pase a Higuaín hizo la mitad del trabajo.

Si bien sus antecedentes inmediatos no eran brillantes, encaró siempre y así logró desequilibrio. Gran prueba de fortaleza anímica.

Pero en el segundo tiempo, la imagen positiva comenzó a desvanecerse desde el vamos. Argentina cedió terreno. Por conformismo o por estar dormida. Lo mismo da.

Y Brasil, con poco, empató. Neymar jugó a reglamento, pero un rapto de inspiración de Dani Alves, que colocó un pase con tres dedos y limpió el área, fue suficiente para llegar al gol.

Emergió entonces la versión pobre y desconcertada del equipo. Flaqueó de nuevo el carácter para mantener la línea exitosa de la primera parte.

Por lo tanto, no hubo control de juego. El hasta allí estratégico Di María se empecinó en la gambeta cuando no siempre era la mejor opción. Y los cambios no ayudaron para recomponer el circuito hasta allí virtuoso.

Es cierto, la Selección fue por las bandas (sobre todo por la izquierda) y merodeó el área. Pero un equipo que se dice ofensivo no puede tener por receta exclusiva el centro (no el pase) más o menos al punto del penal.

En especial, si a ese centro lo va a buscar un único receptor. En este caso el Pipa Higuaín.

Otro impedimento para el usufructo de las bandas: Roncaglia. El lateral gozó de una relativa libertad de movimientos, pero no sabe terminar la jugada.

Hay que multiplicar la oferta. Explotar vía sorpresivas. Insistir por abajo y menos en la terminación de un cabeceador que el equipo no tiene.

La defensa de Brasil no luce muy compacta. Aun así se hizo arduo tener chances en el área. Fuera del gol, la única estuvo en los pies de Banega.

Hubo una levantada. Un impulso que entusiasmó. Pero no alcanza para proyectar la figura de un equipo confiable. La autoestima sigue frágil y la línea de juego, inestable. Habrá que ver cuando vuelvan los grandes ausentes. Todavía hay tiempo.