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La capacidad de reinventarse

BUENOS AIRES -- Marcelo Gallardo se lamenta porque su equipo terminó perdiendo un partido que, a su juicio, "estaba controlado". Y es cierto.

Boca, en la segunda parte, le provocó menos problemas que en la etapa inicial. No manejó la pelota de modo tan fluido y dejó que River creciera hasta disputarle el dominio.

Pero Boca tiene reservas. Boca está en condiciones de reinventarse cuando su rendimiento es insuficiente.

Se dijo en estos días, en este mismo espacio, que una de las ventajas del equipo de Arruabarrena en el duelo de tres capítulos es la extensión de su plantel. Por un lado, esto implica la posibilidad de sustituir a los caídos por lesión o a los que acusan el cansancio de la competencia intensa sin que mengüe la calidad de la formación. Pero, tan importante como eso, la abundancia de personal permite modificar un libreto táctico en cualquier momento.

Se dice que los goles de Boca estaban en el banco de suplentes. Es verdad. Pero, sobre todo, lo que la nutrida segunda línea habilita son recursos para cambiar el rumbo.

Cuando Boca entregaba el control involuntariamente y se deterioraba su capacidad de construir juego, Arruabarrena introdujo un refuerzo de lujo para esa función, Gago, y resignó a un hombre de punta, Chávez, más apto ayer para la protesta que para el desequilibrio por la zona izquierda del ataque.

Impuso de este modo una distribución distinta de la tropa, una alteración del discurso que de inmediato le dio dividendos en el manejo de la pelota. Gago aporta control, pero además mejora a los compañeros de buen pie. Los acompaña y los desahoga.

Las otras variantes no movieron el dispositivo. Pavón y Pablo Pérez entraron para hacer los mismo -aunque con mejor suerte- que los futbolistas a los que reemplazaron (Carrizo y Meli, respectivamente).

Quizá por falta de imaginación de su entrenador, pero también por contar con un plantel más acotado, River no atinó a ensayar un cambio de ruta. Solo al final, con un resultado adverso con aspecto de inamovible, el ajedrez de Gallardo entregó un defensor (Mammana) para que un volante movedizo como Mayada sumara sus intentos a una ofensiva anémica. Pero tal intención hay que reportarla como manotazo de ahogado más que como una revisión sincera.

Antes de eso, con el partido en paridad y Boca en la pendiente, la voluntad de triunfo (de fortalecer la prevalencia que se insinuaba) se limitó a un cambio de figuritas. Cavenaghi sustituyó a Teo Gutiérrez, para alegría de la hinchada más ortodoxa y respetuosa de la historia. Nueve por nueve, más de lo mismo. Con el agravante de que Cavenaghi, en apariencia un jugador más de área que el colombiano, acaso por contagio, se desplazó con mayor efectividad lejos de la zona de definición. Ahí donde se cocinan los goles son necesarios ciertos reflejos que el delantero no demostró como en ocasiones anteriores.

La idea de que Gonzalo Martínez subiera la apuesta de Driussi fue repetir una experiencia que había fracasado en el partido frente a Huracán. Fue acudir a otro futbolista para el mismo esquema que Gallardo no atina a transformar a pesar de que algunos de sus futbolistas canónicos están en un mal momento. Casos flagrantes: Rojas y Vangioni. Surtidores de juego en otros tiempos, hoy erráticos hasta la exasperación.

Veremos si en los episodios que restan, por la Copa, River es capaz de sorprender y reescribir su destino tal como lo hizo Boca.