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La verdad a medias

Boca demanda a los socios que agredieron a River Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- Luego de quedar en el ojo de la tormenta, la dirigencia de Boca tomó la iniciativa para identificar y penalizar a los responsables de las agresiones a los jugadores de River que provocaron la suspensión del partido en la Bombonera.

Además de colaborar con el poder judicial en la reconstrucción minuciosa del Operativo Pimienta y de prometer la expulsión de los socios involucrados en los hechos violentos, ahora se despachó con el anuncio de un juicio por 70 millones de pesos contra 17 de sus socios. Aquellos que cometieron la emboscada y los que arrojaron botellas cuando se retiraban los jugadores de River.

El club conducido por Daniel Angelici, que a fin de año renueva autoridades, pretende una compensación por el perjuicio económico que significa la eliminación de la Copa, daño al que debe sumarse la multa de 200 mil dólares aplicada por la Conmebol.

Los gestos también apuntan a despegarse por completo de la barra que promovió el escándalo. La tolerancia de otros tiempos se convirtió de golpe en persecución judicial.

Se agradece que los culpables del atentado sean señalados y castigados según lo contempla la ley.

Pero a la loable voluntad de esclarecimiento y reparación que manifiesta Boca le falta una pata: la responsabilidad de los dirigentes en el protagonismo de esos hinchas, en su capacidad logística y en su poder.

Sin esa información, nada se habrá aclarado. La trama política es la que permitiría armar el rompecabezas y obrar en consecuencia.

El aspecto "policial" parece resuelto, toda vez que las cámaras habrían revelado cómo y cuándo el villano principal, Adrián "Panadero" Napolitano, roció a los futbolistas visitantes.

De todos modos, subsiste una incógnita. ¿Cómo pudo sincronizarse la acción tan perfectamente sin un aviso desde los vestuarios que advirtiera sobre el momento exacto en que salían los jugadores?

Un cómplice en el interior del estadio supone la participación institucional. Boca todavía no se pronunció sobre este aspecto y no sería ocioso que lo hiciera.

Por lo demás, los tapes también nos mostraron al ya célebre Panadero en el campo de juego, como un colaborador más, durante un partido de Boca en Venezuela, por la Copa Libertadores.

El ahora satanizado barra contaba, a juzgar por las imágenes, con la simpatía de los encargados del contingente, dentro del cual se le había asignado un lugar que poco tiene que ver con el de un hincha.

Donde hay un barra brava con privilegios es inocultable la complicidad de los dirigentes. Que ahora Boca se indigne y lleve a los tribunales a los que antes cobijó no lo libra de responsabilidades.

Si no se expone la relación de los dirigentes de Boca con los hinchas que ahora se encuentran en el banquillo de los acusados, no habrá caso resuelto.

Todos sabemos que los pesados de la tribuna no llegan solos a posiciones de poder. Y a la certeza de impunidad con que ejercen la violencia.