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La rebelión de Viudez

BUENOS AIRES -- Pocas veces un jugador fue tan determinante en el curso de un partido como Tabaré Viudez en el empate que depositó a River en la final de la Copa Libertadores. Tres pases magistrales (uno a Mora, otro desperdiciado por Cavenaghi y el último a Alario, para señalar el empate) allanaron un camino que hasta entonces parecía un laberinto.

River, en Asunción, repitió un viejo problema. Si bien controló el partido –salvo un lapso en el segundo tiempo, cuando le metieron el gol–, el fútbol claro que expresaba hasta las proximidades del área quedaba trunco en los últimos metros.

River suele abrir bien la cancha. Especialmente por la derecha, donde el tándem Mercado-Sánchez es una vía confiable de penetración. Sin embargo, en los últimos metros, le falta decisión, final de jugada. Lo devoran las dudas.

Los intentos suelen morir en un centro (no un pase) o la búsqueda de un tiro con pelota quieta, recurso que River ha empezado a sobrestimar. En suma, una rutina aburrida a la que el equipo a menudo se entrega. En contra de algunos diagnósticos, incluido el de ciertos jugadores, el déficit no es de putería, sino de elaboración.

Tras el bajón de Pisculichi (allá lejos y hace tiempo), River no encontró un organizador de su trama ofensiva. La fuga inesperada de Teo Gutiérrez agravó la situación, porque se trata de un delantero de buen pie y una mente que contempla el conjunto. Pero el hueco no está (estaba) en el área sino unos metros antes. Allí donde se decide cómo terminará la acción de ataque.

Todo lo solucionó Tabaré Viudez apenas pisó la cancha. Su adaptación fue vertiginosa. Tan es así, que se invirtió la ecuación en la que se inscriben los novatos. En lugar de intentar acoplarse de a poco, se posicionó como eje del equipo de entrada.

Recién con el ingreso de Viudez, la velocidad de algunos hombres –y su jerarquía superior al adversario– dejó de ser una afirmación teórica para reflejarse en los hechos. El uruguayo no sólo exhibió caudal técnico sino mirada estratégica. Fue este último atributo el que permitió cambiar la cara de River.

Gonzalo Martínez fue ante Guaraní la opción de Gallardo. Pero Pity, aunque asegura juego vertical y buen manejo, no tiene aún la sensibilidad para desatar los nudos en los que se mete el equipo. Es demasiado parecido a sus compañeros. Razona y procede como lo hace todo River. No baja la marcha, no intenta rutas alternativas. Lo apuesta todo a la circulación veloz que, inexorablemente, finaliza con un centro. Como si fuera un destino inevitable.

Pues bien. Viudez se rebeló contra ese destino. Se presentó como un futbolista diferente. Con ideas nuevas y, sobre todo, con soluciones. Habrá que ver cómo evoluciona el uruguayo. Pero, por lo hecho en la segunda semifinal, no suena razonable que el entrenador lo siente en el banco justamente en los partidos de desenlace.

Si el recién llegado reitera su actuación –su importancia–, el equipo de Gallardo volverá a ser realmente poderoso y reforzará las chances de quedarse con la tan ansiada Copa.