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Historia repetida en el Clásico

Lionel Messi en el césped; una constante por el juego brusco del Madrid Getty Images

BUENOS AIRES -- El Clásico que pasó mostró un poco más de lo mismo a lo que nos venimos acostumbrando, y que de hecho mencionamos en la columna previa: el Barcelona sigue plasmando una superioridad aplastante sobre un Real Madrid que no encuentra respuestas.

A medida que pasan los clásicos y no cambia la tendencia, Mourinho va a tener que lidiar con un problema cada vez más grande: los cuestionamientos de la afición madridista, que tras el partido de ayer, ya empezaron a manifestarse en distintos medios y foros de la web.

Esto es como un River-Boca: no alcanza con salir campeón, también hay que ganarle, aunque sea cada tanto, al archirrival. Si el título de Liga queda en manos del Madrid, eso no hará olvidar que no puede contra el Barcelona. Y hay un agravante: el juego que están mostrando los de Mourinho se sigue alejando de la tradición del club.

COUP DE CHAPEAU

Abidal Antes y durante el partido mencioné que me parecía importante que Guardiola volviera a usar una línea de cuatro en el fondo, con "defensores defensores". Ayer volvieron a ese esquema clásico y les funcionó, porque tanto Dani Alves como Abidal pudieron pasar al ataque con mucha más sorpresa.

En el caso de Abidal, no sólo marcó su lateral de manera impecable, sino que además coronó una gran actuación proyectándose al vacío para recibir un impecable pase de Messi y anotar el gol de la victoria.

Después de los momentos que vivió el año pasado, cuando lo operaron de un tumor, me alegra profundamente que haya recuperado el nivel futbolístico que todos le conocemos.

Es muy distinto perder jugando de igual a igual que hacerlo tal como sucedió en los dos partidos de la temporada, en ambos como local y en ambos empezando en ventaja. Dudo que alguna vez se haya visto en el Bernabeu, y en contra del local, el dominio de la posesión que tuvo ayer el Barcelona (73 a 27%).

Todo eso aunque ayer Messi no fue tan desequilibrante como en otros partidos. No convirtió en su partido 200, como tampoco lo había hecho en el 100 y en el 300 -¿lo hará en el 400?-. Pero después de un primer tiempo en el que pasó desapercibido, apareció en el segundo, se aguantó todas las patadas y metió una asistencia magnífica para el gol del triunfo.

El impresionante dominio en el desarrollo que viene mostrando el Barcelona en los últimos clásicos debe poner a los jugadores blancos en un estado enorme de impotencia, viendo cómo juega el rival y sin capacidad para encontrar la solución y contrarrestrarlo. Y no se olviden de que estamos hablando de jugadores campeones del mundo, como Sergio Ramos, Xabi Alonso e Iker Casillas, o de internacionales de renombre con sus selecciones, como Cristiano Ronaldo, Gonzalo Higuaín y muchos más.

Atención: tampoco estamos hablando de un problema de sencilla solución. El que sepa cómo ganarle al Barcelona de Guardiola, que me lo diga, porque yo soy el primero en admitir que cuánto más lo veo jugar, más difícil me resulta imaginarme qué estrategia usaría. Ya ni siquiera digo cómo hacer para derrotarlo: me conformaría con encontrar la manera de quitarle el monopolio del balón, algo que mientras duren estos jugadores, creo que será muy complicado que ocurra.

Lo que sé es que para intentar disputarle ese monopolio se necesita, como mínimo, de un despliegue físico impresionante. También hay que ganar las batallas individuales, los "uno contra uno", para así iniciar el proceso de cortarle la circulación de pelota. Y a partir de ahí, confiar en que tengan una mala tarde, como alguna vez le sucede a todos los futbolistas y todos los equipos del mundo.

Traigo a cuento lo del despliegue físico como arma porque percibo que, de parte del Real Madrid, hay una comprensión inadecuada de lo que se necesita en ese aspecto. Cuando uno ve la fisonomía de los jugadores merengues, parecen más fuertes, pero no necesariamente el ser más rústicos ni tampoco más malintencionados les da una ventaja.

El jugador físico trata de hacer valer su presencia cuando llega el momento del contacto, pero al ver circular el balón lejos de su alcance, hace que la frustración y la impotencia lo lleven a intentar forzar ese momento. Así es que terminan impactando sobre lo primero que se les acerca, sea pelota o jugador.

Eso pasó una y otra vez en la ida de cuartos, con los jugadores del Real Madrid llegando mal y tarde a los cruces, volteando a sus rivales sin la pelota o mostrando una agresividad mal entendida que hace ver como si quisieran lastimar al adversario.

En la enorme mayoría de los casos, el estilo de un equipo se lo da su director técnico. Y en este Real Madrid, jugadores que ya eran temperamentales, como Sergio Ramos o Xabi Alonso, terminan pasándose de vueltas y jugando al límite -y cruzándolo demasiadas veces-. Esos mismos jugadores no siempre se comportan así, como queda demostrado cuando se cambian la casaca del Madrid por la de la selección de España.

Por las dudas, para los que lean estas líneas y para los que durante mis chats me tildan de barcelonista, les voy a contar un breve episodio personal.

En octubre de 1974, jugando para el Stade de Reims, me tocó enfrentar al Barcelona que salió campeón de la mano de Johann Cruyff. Un stopper llamado Gallego me quebró la pierna en tres partes.

Yo en ese momento encabezaba la tabla de goleadores de Francia y mi equipo era primero con tres puntos de ventaja. Tuve una recuperación muy larga y recién pude volver para los últimos seis partidos del torneo, pero para ese entonces mi equipo había caído por debajo de la mitad de tabla (terminamos undécimos).

En septiembre del año siguiente, en otro amistoso con el Barcelona, me marcó otro stopper aún más rústico llamado Migueli. Me pegó dos terribles patadas que me hicieron ir al banco y anunciarle al técnico que yo no iba a seguir poniendo en peligro mi carrera en estos partidos "amistosos".

Los años 70 fueron una época muy violenta del fútbol español: de hecho, en esa década los títulos internacionales se los repartieron otros equipos, como el Ajax, el Bayern Munich, el Liverpool y el Nottingham Forest.

Por eso, quiero que quede claro de una vez: yo no estoy a favor de un equipo no del otro, sino simplemente estoy a favor del buen juego. Si a veces parte del juego es poner un poco de agresividad, lo comprendo perfectamente, pero nunca voy a entender la mala intención, porque en el fondo, todos hacemos el mismo trabajo.

Felicidades.