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No sirve el básquetbol de héroes

Podríamos empezar este comentario elogiando a Carmelo Anthony. Para ser francos, su producción del domingo por la tarde merece un párrafo chapado en oro: anotó 43 puntos (su máxima histórica con uniforme de NY), incluyendo un triple con 8.2 segundos por jugarse en tiempo extra que le dio el triunfo a los Knicks ante los Bulls, por 100-99, en el Madison Square Garden.

Tantas veces vivió con la espada de Damocles en la cabeza. Tantas veces soportó titulares salpicados de odio contra su apellido. Tantas veces le dijeron que no era merecedor de la Gran Manzana. Tantas veces.

Podríamos caer en la tentación, ahora, de ser obsecuentes con Carmelo. Pero no hay nada más detestable, y menos interesante, que un oportunista.

Estamos, analistas y fanáticos, obligados a mirar más allá de un final hollywoodense. Un partido increíblemente atractivo, cargado de emociones. Un choque que bien podría darse en primera ronda de playoffs, si es que los Bulls mantienen el primer sembrado del Este y los Knicks descienden al octavo.

"Fue un partido de playoffs. Tenemos la chance de enfrentar a estos muchachos en postemporada", dijo Anthony al cierre del juego.

No vale la pena ser redundantes en la fisonomía del partido, porque fueron los Knicks los que sacaron 21 puntos de entrada, fueron los Bulls los que se recuperaron y fueron nuevamente los Knicks los que sacaron a flote un partido casi perdido en tiempo suplementario.

Está claro que la defensa grupal de los Knicks mejoró en grande desde que Mike Woodson se hizo cargo como entrenador en jefe. Y eso es básquetbol de equipo. Pero aquí hablamos de otra cosa: se trata de la actitud para enfrentar el juego en los minutos decisivos.

Digamos que lo que cambió fue el último segundo, pero el desenlace de la película se vio en repetidas ocasiones. Los Knicks cerraron el juego sin un base natural -Baron Davis observó desde el banco cómo sus compañeros luchaban a capa y espada- y debemos decir que los Bulls hicieron lo mismo, porque Rose jugó como un escolta agresivo.

Carmelo Anthony lanzó 31 tiros al aro y fue el dueño absoluto de las últimas ofensivas de su equipo. El domingo fue la noche perfecta, pero todos sabemos que es pan para hoy, hambre para mañana. En otras oportunidades hemos visto cómo se le escaparon juegos decisivos a NY por tomar determinaciones semejantes.

¿Derrick Rose? Jugó de la misma manera que en los playoffs pasados: cerró los ojos como un toro embravecido y chocó contra todo lo que tenía enfrente en situaciones cruciales del partido. Un base debe hacer jugar a sus compañeros, porque nunca sirve el básquetbol de héroes.

"Debemos superar todo esto", dijo el coach de los Bulls, Tom Thibodeau. "Debes hacer las cosas correctas. Si hacemos las cosas bien, no tendremos estos problemas. No tendremos esta cantidad de pérdidas. Jugadas simples: proteger la pelota, mover el balón, tomar decisiones rápidas, encontrar al jugador abierto, mantener el espacio, luchar por el lugar, hacerse el lugar. Simple".

Sin dar nombres, Thibodeau explicó muchos de los problemas de los Bulls. No caeremos en esos tiros libres fallados en tiempo regular que hubiesen significado el triunfo de Chicago, sino más bien en las decisiones tomadas en situaciones trascendentales: está mal que Rose, el armador, tome 26 tiros al aro -convirtió ocho-. También está mal que pierda ocho balones y que juegue un monólogo personal cuando no es necesario. Lo mejor que tienen los Bulls es su defensa y su básquetbol de equipo.

Rose tuvo 22.2% en dobles (4-18) en su regreso y fue su segunda peor marca de la temporada en este apartado, desde que tuvo 20.0% ante los Pacers el 5 de marzo. Iman Shumpert lo secó, obligándolo a anotar 2-10 en TC (30.0%) y a cometer siete pérdidas de las ocho que tuvo. Ante otros rivales, Rose anotó 6-16 con 43.8% en TC.

Siempre decimos lo mismo, hasta el hartazgo: tapar un agujero, por más grande que sea, es mucho más sencillo que tapar diez. Si los Bulls pierden esa mirada polifacética del juego, o no la explotan de la manera adecuada, pueden empezar a decirle adiós a los sueños de campeonato.

No se sacan conclusiones de un solo juego, pero sí existen señales de advertencia. Y cuando aparecen, es fundamental prestarle la atención adecuada, para evitar una sangría innecesaria en el futuro cercano.

Los números de Anthony crecieron muchísimo desde la lesión de Jeremy Lin. En los últimos siete partidos, promedió 29.9 puntos, 1.06 puntos por jugada, 49% en TC y 39.3% en T3. En los 17 partidos anteriores, promedió 16.9 unidades, 0.86 puntos por jugada, 40% en TC y 28.6 en triples.

Esto se entiende fácil: sin Lin en la cancha, Anthony tiene mucho más el balón en su poder. Algunos lo verán como algo positivo, yo lo veo como algo peligroso: otra vez el básquetbol de héroes busca su espacio de gravitación.

Mientras tanto, en el vestuario, los Bulls se cuestionaron los errores mentales -extraños en este equipo- en jugadas trascendentales.

"Tienes lo que mereces", completó Thibodeau.

Cedieron el espacio al triple a Anthony en la jugada fundamental del partido, en vez de permitirle un doble que obligaba a una posesión más antes de un potencial segundo tiempo extra. Fallaron cuatro tiros libres con 34 segundos por jugar en tiempo regular. Y equivocaron los caminos para anotar en el cierre de partido.

"La próxima vez, sé que anotaré uno de ellos", dijo Rose al final del partido respecto a los tiros libres.

La próxima vez, el árbol no tiene que tapar el bosque: pasando el balón, haciendo el juego fluido y evitando que las manzanas estén todas juntas en la misma canasta, los Bulls no pueden perder. Ya lo han demostrado en innumerables ocasiones, ¿por qué cambiar la fórmula a pocos partidos de la postemporada? Parecía un capítulo ya cerrado para esta franquicia.

Y más allá del triunfo, el mismo mensaje debe ser grabado a fuego para Carmelo Anthony y los Knicks, que siguen cayendo en esa trampa ideológica de gigantes de marquesinas.

No sirve el básquetbol de héroes. Las excepciones, jamás pueden ser consideradas regla.