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Argentina eliminó a Inglaterra

PARIS -- Desde la Copa del Mundo 1966, cualquier enfrentamiento entre Argentina e Inglaterra no es un partido más. La expulsión de Antonio Rattin, los gritos de "Animals" y la polémica posterior crearon un verdadero clásico internacional, que con el correr de los años sumó más ingredientes a su mística. La Guerra de Malvinas de 1982 le echó nafta al fuego y los inolvidables goles de Diego Maradona en México 86 le dieron brillo a este duelo de gigantes. En Francia 98 de escribió un nuevo capìtulo, otra vez con triufno albiceleste.

Este encuentro disputado en Saint Etienne tuvo todo para quedar en la historia grande de los Mundiales: un golazo impresionante de Michael Owen, una expulsión inexplicable de David Beckham, cuatro tantos en el primer tiempo, dos penales en sólo cuatro minutos, una pésima tarea del árbitro, una actuación consagratoria de Ariel Ortega, una definición por penales legendaria y el paso a la inmortalidad de Carlos Roa. Todo en 120 minutos.

Después del empate 2-2, Argentina demostró su personalidad en la definición con tiros desde el punto penal y se clasificó a cuartos de final tras dejar en el camino al rival que todos soñaban con vencer. Por su parte, los ingleses se retiraron muy tristes pero conformes con el deber cumplido. Así relató el desenlace de la historia el diario Olé de Argentina:


Los argentinos siguen revoleando los trapos. Pero los ingleses meten miedo. Cada foul de Vivas y de Chamot cerca del área es saludado con un "Come on, England" que sacude el estadio y nuestro corazón. De a ratos tenemos miedo. Hasta que nos damos cuenta de que vamos a los penales. Nielsen dice que se acaba y todos los ojos apuntan a Roa.

Miramos las caras de los argentinos. Mamita, están preocupados. Miramos las caras de los ingleses. Se ríen entre ellos, la pasan bien. Algún mufa se anima a decir lo que todos estamos pensando: "Somos boleta". Y ya no hay más tiempo. Berti. Adentro. Shearer. Adentro. Crespo. ­La puta madre! Ince. ­Roa! ­Roa! ­Roa! Verón. Adentro. Merson. Adentro. Gallardo. Adentro. Owen. ­Qué golazo! Ayala. Gracias a Dios. Va Batty y no es el nuestro. O más o menos. Hijos nuestros. Un minuto de silencio...

Roa sale despedido desde el arco hacia la mitad. Los jugadores salen desde la mitad hacia el arco. Los planetas chocan y la gente explota. Passarella hace un looping y cae de espaldas. Pobre, Gallego se le tira encima. Después llegan todos y se arma una pirámide cerca del banco. Los trapos ya no vuelan: están en órbita.

La gente hace temblar al Guichard. No, a Saint Etienne. No, a Francia. Los jugadores se van para la cabecera y rinden tributo. La gente lo merece. El triunfo también es de ella.

Passarella trata de acomodarse la corbata y también se va hacia la tribuna. Y dice. Y grita: "Ganamos a corazón abierto". Y se acuerda de su hijo Sebastián.

Los ingleses de adentro y de afuera se resignan. Unos saludan a los argentinos y cambian camisetas. Los otros, los más peligrosos, se van sin chistar. Señoritos ingleses, al fin de cuentas.

Queda la zona mixta, donde aparecen las palabras y las emociones se pierden. Donde Passarella analiza: "El segundo gol fue una jugada preparada que salió a la perfección". También dice que "sabía que éste iba a ser el partido más difícil de los ocho que se jugaron en esta fase". Y finalmente se entusiasma: "Quedamos cansados, no lo voy a negar. Pero con la motivación que tenemos todos pasa a un segundo plano".

Allá vamos. Ya estamos entre los ocho mejores del mundo.

En Inglaterra el principal apuntado por la derrota fue Beckham, a quien los medios llamaron "stupid boy". El jugador de Manchester United se vio obligado a pedir perdón tras el encuentro: "Les pido disculpas a los jugadores ingleses y a los dirigentes y quiero que todos los hinchas sepan que estoy muy amargado". Todos los hinchas ingleses canalizaron su decepción hacia la figura del mediocampista.

En cambio, en toda Argentina el triunfo se vivió como una gran fiesta popular. Los niños faltaron a las escuelas, la gente salió antes de sus trabajos y luego todos juntos disfrutaron en las calles una victoria que el fútbol argentino necesitaba como agua después de la tristeza vivida en Estados Unidos 94.