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Cantó las 50

BUENOS AIRES -- La cosecha continúa. Y así sigue haciendo historia. Ahora ese monstruo de pegarle a la pelotita amarilla llamado Roger Federer logró nada menos que el 50º título como profesional. El suizo es el noveno varón en obtener al menos esa cantidad de torneos en singles, siendo por amplio margen el mejor de los que están en actividad y se acerca a un prestigioso lote de ex colegas. Otra muestra de que está más vivo que nunca.

Una semana después de dejar escapar una posibilidad inmejorable para alcanzar esa fantástica cifra, cuando perdió con el serbio Novak Djokovic recién en el tie-break del tercer set de la final de Montreal, pudo sacarse la espina en el siguiente Masters Series, en Cincinnati. Y esta victoria en cemento es doblemente importante, ya que se sobrepuso al desgaste físico y mental de dos certámenes consecutivos muy exigentes.

Así, el suizo logró un triunfo especial, porque reforzó su confianza de cara al inminente US Open, el cuarto y último Grand Slam del año, donde busca obtener la 12ª conquista de un Mayor y quedar a sólo dos del récordman mundial, el estadounidense Pete Sampras. Por eso la alegría es extra, justamente porque es consciente de que este éxito es motivador y revitalizador para él y significa un nuevo llamado de atención para sus principales rivales.

Este título, el quinto de Federer en la temporada (sobre ocho definiciones), recobra el valor de llegar en un campeonato que en general le fue esquivo, siendo eso muy llamativo tratándose de semejante supercampeón. Fue la segunda vez que llegó a la final en Cincinnati -había festejado en el 2005- en siete participaciones, con el agravante de que fue eliminado tres veces en la primera rueda y en dos casos en la segunda ronda.

Esa marca, totalmente extraña para él, siendo un certamen de la serie Masters y sobre canchas duras, que figuran entre las que más domina, se debe pura y exclusivamente a que es el segundo al hilo, justo después del Abierto de Canadá. Un ejemplo rotundo es que Djokovic, como otras veces les pasó a otros, no soportó el impacto de su triunfo en Montreal y se marchó rápidamente de Cincinnati con una caída en su debut.

Por todo esto, lo hecho por el relojito suizo adquiere un valor tremendo, ya que tuvo dos días de descanso entre ambas citas y esta vez sí completó cinco victorias seguidas para levantar la preciada 50ª copa en el ATP Tour. Y pensar que acaba de cumplir 26 años, por lo que tiene cuerda para rato para seguir haciendo de las suyas, lo que se traduce en hazañas de todo tipo, como el hecho de que ahora se adjudicó su 14º título en un Masters Series.

De esta manera, Federer se ubica a apenas tres coronas en campeonatos de esta categoría –la escala siguiente a los Grand Slam- del estadounidense Andre Agassi, quien obtuvo 17 en su estupenda trayectoria, siendo el máximo ganador. El suizo, con el récord absoluto de 185 semanas ininterrumpidas como Nº 1 del mundo, obtuvo ya 151 triunfos en partidos de certámenes de este nivel y ratifica que está con la pólvora seca, dispuesto a agigantar su status.

CON SU LIBRETO ULTRAGANADOR
Apoyado en su extraordinaria combinación de saque y derecha, con un revés con top-spin cada vez más punzante y agresivo, una convicción y determinación propias de un elegido, una vocación ofensiva que da placer y ese respeto que impone como nadie, el suizo volvió a festejar en una final. Este fue el segundo torneo que jugó desde su genial éxito en Wimbledon, el quinto al hilo en el césped londinense.

Ahora el líder mundial ostenta una marca de 45-6 en el 2007, incluidas 21 victorias y apenas tres derrotas en canchas duras, un total de 8-0 en semifinales y 5-3 en finales. Pero volviendo a un dato clave, sus 50 títulos oficiales, el helvético demostró qué grande es, al punto de que le lleva casi el doble de éxitos a su inmediato perseguidor en ese rubro dentro de los activos, el australiano Lleyton Hewitt, con 26. Y luego aparecen el español Rafael Nadal y el estadounidense Andy Roddick (23).

Y para Federer lo más trascendente es que ahora se transformó en el 9º en poder alcanzar la barrera de 50 torneos. Es cierto que está a más del doble del estadounidense Jimmy Connors, el que más copas ganó (109), pero tiene la ventaja de que los ocho que lo preceden ya colgaron sus raquetas en el placard para siempre. Superó al alemán Boris Becker, quien consiguió 49, y se acerca a otras figuras.

Indudablemente, por su potencial, porque sólo tiene 26 años y domina bárbaro todas las superficies veloces y también es buenísimo en arcilla, quizá nadie pone en tela de juicio que pueda superar dentro de una o dos temporadas al rumano Ilie Nastase (57), a Agassi (60), al sueco Björn Borg y al argentino Guillermo Vilas (62) y a Sampras (63). En cambio, está más lejos del estadounidense John McEnroe (77) y del checo-norteamericano Ivan Lendl (94).

Lo hecho hasta aquí ya es decididamente histórico, memorable, y él tiene pasta de sobra para prolongar su legado. Por eso no sorprendería a los fanáticos de este deporte si deja atrás inclusive a Sampras, ganando 14 certámenes más. Y el mejor heredero de Pistol Pete, este suizo ultraganador, sabe perfectamente que está ante la oportunidad muy grande de aumentar la cosecha celebrando por cuarto año consecutivo en el US Open.

Si bien en muchos casos no es auspicioso hacer futurología, hace ya más de dos años que venimos viendo cómo se abre paso Federer y por eso uno se anima a soñar con mucho más. De hecho, suponíamos que iba a llegar a esta altura de su carrera con tantas proezas a cuestas, aún cuando le falta coronarse en el polvo de ladrillo de Roland Garros. Y por eso mismo se piensa que muy probable que continúe su hegemonía y siga dando cátedra.

POR ENCIMA DEL RESTO
Hace un tiempo que el suizo se alza con algunos trofeos sin rendir en la plenitud de sus posibilidades. Eso tiene dos lecturas: por un lado, demuestra que es humano y hasta puede preocuparse si baja más su nivel, y por otro deja en claro que aún así le es suficiente para continuar por la senda ganadora. Sin dudas, él y todos sus adversarios saben que está uno y hasta más escalones por encima de la mayoría, lo que es muchísimo decir.

Sólo Nadal, por su increíble defensa, esa zurda que consigue ángulos molestos sobre el revés del helvético y una garra incansable, pone en apuros siempre al rey. El resto casi no logra inquietarlo. Sí lo hizo Djokovic en Montreal, gracias a su impactante solidez y su audacia, ante errores no usuales en Federer. Y en Cincinnati el suizo volvió a mostrar su paternidad deportiva sobre otros grandes del deporte blanco, como si fuera algo sencillo.

Ya en Canadá había trepado hasta la finalísima sin ceder ningún set y en ese choque el serbio lo venció en tres parciales y los dos que ganó fueron en tie-break. Esta vez se notó un poco su cansancio y entonces el helvético perdió dos sets, uno en cuartos contra el español Nicolás Almagro y el otro en semifinales frente a Hewitt. Ahora quedó 13-7 ante el australiano, al que superó en los últimos 11 duelos entre sí y apenas entregó cuatro sets. Impresionante.

Otro caso de un rival al que le tiene tomado el punto es James Blake, al que derrotó con mucha autoridad en la definición de Cincinnati. Es que lo venció en los siete partidos y únicamente una vez cedió un set (y fue en una muerte súbita). Además, quedó 5-0 contra Almagro y 5-0 sobre el chipriota Marcos Baghdatis, al que eliminó en los octavos de final. Otra muestra cabal de su notable superioridad.

Y una virtud suprema, más allá de todas las que derrocha en cuanto a los rubros tenístico y mental, es que les gana indistintamente a todos los jugadores por encima del estilo de cada uno en particular. Si bien algunos lo complican un poco más, deja en el camino a los ofensivos, los agresivos desde la base y los contragolpeadores, como si la receta fuese fácil. Es que Federer cumple bárbaro con su menú, no se aparta y siempre ratifica que es superior.

El suizo dominó por completo esta vez a Blake en la final y sin despeinarse, otro vez con su sello indeleble. Por eso, porque también volvió a imponer su jerarquía frente a Hewitt, siempre combativo y exigente, se postula más favorito que nunca para el Abierto de Estados Unidos. Lo avalan su categoría, los antecedentes y el presente. Por eso todos se rinden a sus pies. Por eso Federer se entusiasma como casi nadie. Y tiene motivos de sobra para hacerlo.