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Campeón de oriente

Con el triunfo de Japón, el lanzador Daisuke Matsuzaka aseguró su segundo premio como más valioso Getty Images

Primero fue Japón.

La emocionante carrera del equipo nacional de Cuba hacia la corona del Clásico Mundial de 2006 se detuvo en el último peldaño antes de la cima, en un Petco Park abarrotado de gente, cuando Daisuke Matsuzaka condujo a la oncena nipona a una victoria que frustró las esperanzas de toda América Latina, depositadas en el elenco antillano.

Ahora fue Corea del Sur.

La revancha que se planteó Venezuela con la segunda edición de la competencia, en marzo, terminó en seco cuando Carlos Silva y la defensa se desplomaron en lo que podía ser el penúltimo duelo de la tropa suramericana, camino a la gloria, dejando así el camino libre para una final entre equipos del Lejano Oriente.

Van apenas dos torneos y ya Asia es la bestia apocalíptica del béisbol latino en el Clásico Mundial.

Ya han pasado dos torneos y los países con mayor presencia en Grandes Ligas aún no pueden celebrar.

Ni Estados Unidos ni República Dominicana ni Venezuela han ratificado su favoritismo en la justa creada por Grandes Ligas, la Unión de Jugadores y la Federación Internacional de Béisbol para dotar a este deporte de una cita realmente universal. Y Cuba, que llegó tan cerca en la primera edición, no pudo repetir su marcha tres años después.

Ya se trate porque los finalistas de esta oportunidad tienen la posibilidad de reunirse con mayor antelación y formar un verdadero trabajo de equipo, al juntar en su roster a muchos peloteros que están en plena forma en los circuitos del extremo este, o se trate porque, en efecto, estos dedican largo tiempo a estudiar el desempeño de aquellos en Grandes Ligas, hasta conocer a fondo sus debilidades, el caso es que la lógica, hasta cierto punto, volvió a quebrarse en 2009.

Un justo campeón

Seamos justos: Japón ganó bien su segunda corona en la cita. Reunió un eficaz grupo de peloteros, algunos con roce en las mayores, y volvió a contar con la inspiración de Matsuzaka, ganador, otra vez, del premio al Jugador Más Valioso y autoproclamado "hombre con suerte", argumento que utilizó para justificar la repetida del galardón.

Los nipones tuvieron algo más que suerte para imponerse. Supieron dominar en la pulseada con Corea del Sur, desquitándose de la derrota que les habían aplicado en la primera ronda, en la definición del ganador del grupo A.

Ninguno de ellos tuvo que sufrir las limitaciones que vivieron otras naciones tenidas como grandes en este deporte.

Shin-Soo Choo, Ichiro Suzuki y Matsuzaka estuvieron allí; no así Manny Ramírez ni Albert Pujols, dos de los bateadores más potentes de la última década en las mayores.
¿Habría sido distinto el recorrido de Quisqueya, en caso de contar con todas sus estrellas? ¿Habría impedido la doble humillación contra esa Holanda llena de figuras antillanas, y su ulterior y tempranera eliminación?

Es imposible responder a esas preguntas con total certidumbre, como también es imposible saber hasta dónde habría llegado Venezuela, en caso de contar con Johan Santana, Carlos Zambrano y ese grupo de relevistas encabezado por Rafael Betancourt, que decidió no acompañar en masa a Francisco Rodríguez en el bullpen.

Ni hablar de Estados Unidos, que sufrió como nadie la conformación de una escuadra en la que faltaron muchas de las principales estrellas de ese país. O Canadá, que no pudo reunir a la totalidad de sus lanzadores estelares para la ocasión.

Al segundo Clásico Mundial lo recordaremos por eso, y por la irreverencia holandesa, la sorpresa de Italia -- capaz de vencer a Canadá -- y la ilusión de Puerto Rico, que se veía enorme, a poco más de una semana de la final, después de ganar por nocaut a los estadounidenses y antes de caer por blanqueo frente a los venezolanos.

Lo recordaremos también por la respuesta del público, los estadios llenos, las más de 50.000 personas llenando el Dodger Stadium para ver una final entre países forasteros.
Lo recordaremos porque México, una vez más, quedó en deuda, al no sobrepasar la segunda vuelta.

¿Cambios en 2013?

Al segundo Clásico Mundial lo recordaremos también por la multitud de críticas que la afición y una parte de la prensa vertió sobre la organización, en no pocas oportunidades con razón.

¿Será prudente volver a convocar la competencia en medio de los entrenamientos primaverales de la gran carpa, en 2013? ¿Y cuándo podría hacerse, si no?

¿Será óptimo el rendimiento de los lanzadores, cuando apenas tienen algunas semanas trabajando sus brazos en Arizona y Florida?

¿Continuarán las notorias ausencias, como pasó esta vez con Pujols, con Santana, con Ryan Howard, con tantos más?

¿Se ampliará la convocatoria, incluyendo países donde no sólo existe tradición, sino incluso ligas profesionales, como Colombia y Nicaragua?

Más allá de las quejas, algo queda claro: la cita tiene gancho en todo el planeta. Más de 800.000 aficionados pagaron entradas para ver los 39 encuentros y en no pocos lugares los ratings de televisión fueron elevados.

Todo eso llevó a Bud Selig a prometer que la tercera edición de la justa será superior. "Tenemos cuatro años para mejorar todos los fallos, pero este torneo seguirá siendo más y más grande", dijo el comisionado de Grandes Ligas y uno de los principales miembros del comité organizador.

Llegará marzo de 2013 y llegará también la oportunidad de revancha para los grandes países productores de jugadores de las mayores.

Estados Unidos, Dominicana, Puerto Rico y Venezuela saldrán por más. Cuba, México y Canadá irán a por la reivindicación. Holanda, Australia y los demás "pequeños" buscarán la sorpresa.

Allí estarán Japón y Corea del Sur, nuevamente esperando. Dispuestos a cortar el ímpetu del resto del mundo, en especial de Latinoamérica, y hacer que el dominio asiático se extienda por tercera ocasión al hilo.