GLASGOW -- Ilusión. Esa sensación revive por estos días en el ambiente del tenis británico. La Copa Davis, ese codiciado trofeo que fue ganado en nueve ocasiones, se le niega sin embargo desde 1936. Y Andy Murray, Nº3 del mundo, es la pieza clave, el que comanda la renovada esperanza de Gran Bretaña, que inclusive no llega a la final desde 1978.
Eliminado en octavos de final del US Open, el escocés no dudó en ponerse a pensar ahí mismo en esta serie tan importante contra Australia, a jugarse del viernes al domingp próximos, en Glasgow, en cancha dura y bajo techo.
"Siempre es emocionante jugar la Copa Davis y más frente al público local. Me encanta ser parte de un equipo y representar a mi país", dijo el hombre que guió a su formación a esta instancia, tras derrotar este año a Estados Unidos y Francia.
"Australia es una nación muy experimentada, con un historial probado, y si bien será difícil, nosotros entramos a jugar la semifinal con la creencia de que podemos ganar. Tenemos mucha ilusión", agregó.
El papel de la localía, se sabe, siempre es valioso. "La multitud, sin duda, va a desempeñar un papel importante. Tuvimos un apoyo increíble en nuestros dos últimos partidos en casa y todos estamos deseando avanzar a la gran final", expresó el campeón de Wimbledon en 2013.
Al menor de los Murray, el más famoso, lo acompañan su hermano Jamie, Kyle Edmund y Dominic Inglot. Se trata de un cuarteto desbalanceado, que depende de Andy, mientras que los australianos presentan a Bernard Tomic, Thanasi Kokkinakis, Samuel Groth y Lleyton Hewitt.
Su hermano, Jamie, fue claro: "Lo positivo de perder antes de tiempo en Nueva York, si se quiere, es que él consiguió más tiempo para descansar, recuperarse y prepararse para esta Copa Davis".
"Está muy emocionado de regresar y unirse con el equipo para jugar otra vez por el país. Es muy bueno para nosotros volvernos a unirnos. Tiene mucho interés en seguir adelante. Siendo honesto, si tenemos Andy en nuestro equipo entonces tenemos una gran oportunidad de ganarle a cualquiera", dijo el Murray especialista en dobles. Con la esperanza a flor de piel.