<
>

Historias mínimas

BUENOS AIRES -- Como es habitual, en ESPNtenis.com repasamos las historias paralelas de la semana tenística. Detalles, curiosidades, frases destacadas y todo el color del circuito.

El círculo del campeón
Durante toda su campaña en Melbourne, Stanislas Wawrinka fue haciendo referencia a dos figuras que, de distinta manera, integran su entorno cercano: Roger Federer y Magnus Norman. Para el ex N°1 del mundo, como cada vez que se excluyen las diferencias por Copa Davis, hubo palabras repletas de cariño: "Es un gran amigo y, para mí, el mejor jugador de la historia. Siempre me apoyó y quiso lo mejor para mí. Incluso cuando a él no le iba bien, como en el último US Open. Allí era la primera persona de quien recibía un mensaje antes o después de cada partido. Tras la final, de hecho, no hablé con mucha gente. Pero entre los llamados que recibí estaban mi mujer, mi hija, mi hermana... y Roger. Fue algo muy lindo y sé que él está verdaderamente feliz por mí. Lo vi tantas veces en este lugar... ahora es mi turno".

Entre Federer y Wawrinka, además de la camaradería profesional, la amistad forjada y el vínculo en dobles o Copa Davis, ha existido un nexo profesional que tiene nombre y apellido: Severin Luthi. De unos años a esta parte, el entrenador de Roger también colaboró con Stan y hoy, aun con la presencia de Norman, la conexión persiste: "Me ayuda en las prácticas, hablamos mucho. Pero todo eso es porque Roger lo permite y lo acepta", especificó el ahora N°1 de Suiza.

Lo cierto, claro, es que ahora ese rol ya está cubierto en buena forma por Norman. Sumado al equipo de Wawrinka en abril pasado, y tras superar una primera etapa de prueba, el sueco trabajó en las sombras en el armado del campeón. Y el suizo reconoce sus méritos: "Es un gran tipo y un excelente entrenador. Siempre quiere más. Y es bárbaro para mí tener a alguien detrás de mí que en todo momento busca mostrarme el camino para ser un mejor jugador. Me da mucha confianza. Hoy sé que cuando salgo a la cancha puedo vencer prácticamente a cualquiera".

"Hemos estado trabajando en mejorar la derecha, ser más agresivo, pero no un mayor cambio que eso. Solo ajustar detalles día a día. Y la verdad es que juntos tuvimos resultados increíbles. Estoy muy conforme y muy contento. Por ahora, seguiremos con esta rutina de viajar juntos más que el año pasado, pero no al 100% de los torneos. Y creo que eso también ayuda, el no estar las 24 horas el uno con el otro. Hasta ahora ha sido genial", añadió Wawrinka, quien efectivamente estuvo -y ganó- solo en Chennai la primera semana de 2014.

Y, a propósito del boom que causaron a nivel mediático las incorporaciones de exfiguras como Edberg, Becker o Chang, celebró el perfil bajo que los une como dupla: "Magnus es una persona tranquila, como yo. Por eso congeniamos tanto".

Ella les da nombre, él las mata
En octavos de final, Andy Murray necesitó de cuatro sets para doblegar al lucky loser francés de 33 años Stephane Robert. En el tercero, llegó a sacar para partido, pero falló y luego cedió en tiebreak. De inmediato, la ira materializada: raqueta al piso y marco deshecho. Postal poco común en su carrera.

"No recuerdo la última vez que tuve esa reacción -recalcó Murray-. Tampoco llevo la cuenta. Es algo de lo que uno no se enorgullece particularmente, pero a veces es necesario. Sentí las ganas de hacerlo. Fue frustrante perder ese set porque implicaba estar otros 30, 40 minutos en cancha. Y bueno, lo lamento por mi raqueta pero conoció el piso".

"¿Estudiaste a los grandes maestros, los Gulbis, los Baghdatis?", le preguntaron entre risas. Pero el escocés siguió, medio en broma, medio en serio: "No, la verdad es que estas raquetas se rompen fácilmente, así que en general trato de no revolearlas demasiado. Pero sí, algunos muchachos he visto que la tiran con la cara para abajo, como no queriendo partirla. En cambio, cuando te vuelves loco con el marco, la raqueta enseguida muere para siempre". "Ah, querías matarla", le resaltaron. "Bueno, tampoco es que es algo vivo, pero solo digamos que ya no volverá a ser usada", devolvió.

En el otro extremo se paró la china Na Li, flamante campeona del torneo femenino: "Nunca pienso en romper una raqueta. Ella es mi amiga en la cancha". Y les dio entidad propia: "Tengo ocho. Na Li 1, Na Li 2, Na Li 3... Aunque están todas hechas exactamente igual, así que no prefiero a una sobre la otra".

Unidos por la fortuna
Robert Lindstedt y Lukasz Kubot se llevaron todo en el dobles masculino. Y lo hicieron con el curioso antecedente de no haber ganado un set hasta Australia en torneos ATP. Pero hubo más curiosidades en la dupla: "Originalmente yo iba a jugar con Jurgen [Melzer]. Pero se lesionó y no pudo venir, entonces tuve que buscar otro compañero. Y como todos los muchachos que jugan dobles ya tenían pareja, me fijé entre los singlistas. Y le pregunté a Lukasz, que, creo, es uno de los jugadores habituados al single que mejor entiende el dobles". La historia siguió del lado de Kubot: "Yo iba a jugar con Chardy. Pero ante la oferta de Robert le cancelé a último momento. Así que perdón Jeremy, pero creo que tomé la decisión correcta", sonrió el polaco en conferencia.

Para Kubot, fue la primera final de Grand Slam. Y con título. Para Lindstedt, el premio llegó recién en la cuarta, y a los 36 años. Por eso, la alegría del bautismo a este nivel lo desbordó: "Lloré como un nene, ¿no? Creo que todos se dieron cuenta cuánto significaba esto para mí. Lukasz es un enorme jugador. Y también tiene su carrera en singles. Para mí, esto es todo lo que hay. He trabajado muchísimo y batallado con muchas lesiones para hacer que esto pasara. Es un sueño hecho realidad y probablemente no lo voy a creer hasta que termine mi carrera".

Además de compañero improvisado, Lindstedt tuvo una colaboración no prevista: Bjorkman. "Jonas es uno de mis mejores amigos y siempre ha sido una especie de mentor en dobles. Como él vino aquí para jugar el torneo de leyendas, inmediatamente me preguntó si necesitaba ayuda. Y le dije: 'Sí, vas a ser mi coach. No tienes opción'".

Curiosamente, las particularidades que fueron hilvanando el camino de los campeones también tuvieron su versión en el pasado de la otra pareja finalista, que el estadounidense Eric Butorac y el sudafricano Raven Klaasen conforman desde septiembre de 2013. "En su momento alguien me sugirió que pensara en Raven -recordó Butorac en diálogo con la agencia AP-. 'Puede ser un buen compañero para ti', me decían. Entonces fui a verlo jugar, pensando que tal vez había encontrado con quién formar dupla. Y jugó horrible. Yo ya quería olvidarme de todo el asunto". Cuatro meses y siete torneos después, tumbaron a los Byran y escalaron hasta la final de Australia. Nada mal...

Campeona junior, confianza senior
La rusa Elizaveta Kulichkova arrasó en Melbourne, ganó el título en single y doble y levantó sus primeros trofeos de Grand Slam en la categoría. Pero aun con lo que representaba la conquista, la jugadora de 17 años demostró una calma extrema: "Vine para esto. Estaba segura de poder hacerlo".

Kulichkova partía como cuarta sembrada en singles y solo una vez había pasado de cuartos en los Majors de la categoría; más aún: en torneos de Grado A, misma jerarquía que los Grand Slams, cosechaba un título en 13 presentaciones. Pero el éxodo al circuito profesional de Belinda Bencic y Ana Konjuh le abría a todas las demás una puerta muy grande. Y la rusa sentía llevar la delantera en esa carrera virtual:

"Estoy contenta por haber ganado, pero más estaría triste si no lo hubiera hecho. Como dije: sentía que venía a ganar. Estaba muy segura y muy confiada. Era la chica que todos esperaban ver triunfar. Por eso tampoco me puse a saltar en el festejo ni nada parecido".

Para Kulichkova, el doble logro en Melbourne cierra una etapa. Si los resultados la acompañan, Australia habrá sido su último torneo junior: "Espero que así sea y volver aquí el año que viene, pero en Seniors. La idea es estar cerca del Top 100 a fin de año" (hoy figura 258ª, con tres títulos en torneos ITF). Para cerrar, le consultaron por una meta a futuro. Con lo anterior, la respuesta no era muy difícil de adivinar: "ganar Grand Slams y ser la N°1 del mundo".

Manual de estilo
Después de los sinsabores en Roland Garros, Wimbledon y US Open, Roger Federer volvió a meterse entre los cuatro mejores de un Grand Slam. Y con una imagen revitalizada, una ostensible mejoría en su nivel. Indagando ese repetorio, en la semana el suizo habló casi con detalle táctico sobre dos características vitales de su inventario de golpes. Una, estampa histórica: el revés a una mano. La otra, esfera que hoy se reinventa como gran terreno para innovar junto a Stefan Edberg: el juego en la red.

"En el revés, todo empieza con el trabajo de piernas. Sin esa base, uno queda estirado y no pega un buen golpe. Hay que tener capacidad de reacción. Y lo importante es estar preparado para responder con distintos tiros. No sirve pegar siempre igual o al mismo lugar. Hay que mostrarle al rival que uno sabe aprovechar todas las opciones de tiro posibles así en los momentos importantes él no sabe qué esperar", explicó Federer.

"Yo trato de combinar todos los estilos: slice, top, plano... pero al mismo tiempo necesito conectar de buena forma un par de tiros seguidos para adquirir consistencia y, sobre todo, confianza. También, los que pegamos a una mano, tenemos que mantener siempre la agresividad en el juego de piernas, porque si no te acostumbras a esperar pasivamente la pelota y jugar slice. Pero la verdad es que es un golpe muy interesante y uno en el que he trabajado muchísimo durante mi carrera", agregó el suizo.

En la red, a Roger se lo vio más activo -y efectivo- en Australia. Acaso haya sido su área de mayor evolución, junto con el servicio. "Al principio de mi carrera subía mucho más porque sentía que mi juego de base no era lo suficientemente bueno contra jugadores como Hewitt, Ferrero, Safin, Nalbandian o Agassi. Siempre sentí que ellos tenían un enorme dominio de esos golpes y me iba a la red solo para evitar los rallies. Hacia 2003 empecé a notar que también podía hacer mi juego y vencerlos desde el fondo. Allí todo cambió", reveló el siete veces campeón de Wimbledon.

"Pero siempre he disfrutado subir a jugar en la red. Claramente cuando eres junior lo piensas dos veces antes de hacerlo porque eres bajo o débil y es fácil que te pasen por arriba. A medida que vas creciendo, necesitas a alguien que te diga que efectivamente está bien ir a la red. Por eso los juniors no deberían preocuparse demasiado por los resultados, sino por cómo quieren jugar en el futuro. Personalmente, estoy muy contento con lo que aprendí y mejoré de la volea a lo largo de los años. Todos los entrenadores me dejaron algo, pero creo que en ese aspecto el que más me enseñó fue Tony Roche", completó Federer.

Cibulkova, la perseverancia y un reconocimiento especial
La eslovaca fue una de las grandes apariciones del Abierto de Australia, volviendo a los primeros planos de un Grand Slam después de las semifinales de Roland Garros 2009, cuando solo tenía 19 años. Y su reaparición en la gran escena volvió a poner sobre la mesa la cuestión de su estatura (1.61) y las dificultades que eso conlleva. Pero Dominika lo corrió de plano: "No importa cuándo midas. Lo que cuenta es que tengas un objetivo y que creas en él. Eso vale más que todo. Yo debo ser la más baja del circuito. Pero soy rápida de piernas, me muevo muy bien y tengo mucha potencia. Mi derecha es bastante fuerte. Cuando juego bien, soy muy agresiva".

A la vez, el triunfo que la depositó en la primera final de Grand Slam de su carrera tuvo un condimento extra. Es que con Agnieszka Radwanska la eslovaca guarda un antecedente muy especial: un doble 0-6 hace poco más de un año, en la final de Sídney 2013. "Fue una pésima experiencia. Perdía 6-0 3-0 y por mi cabeza solo pasaba ganar un game. Y no ocurrió. Fue muy frustrante. Afectó mi juego por unos cuantos torneos", contaba en julio pasado, tras su primera revancha en Stanford. Esta vez, el círculo se cerró en el mismo suelo Australiano. Y la cuenta fue completa: "No lo había pensado antes del partido, pero la verdad es que todo se ha dado de forma increíble. Parece un sueño".

En esa definición, la eslovaca recibió su premio de manos de Chris Evert, la legendaria señora del tenis, ganadora de 18 Grand Slam, incluidos dos en Australia (el último hace justo 30 años). Y la N°1 no es una figura más para Cibulkova: "Yo suelo pasarme cuatro semanas o un poco más en su academia, haciendo la pretemporada. Siempre es agradable cuando ella viene a verme a una práctica o simplemente a estar allí. Es una persona muy especial. Y sabe que trabajo duro para esto. Más del 100%".