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Stephens: "Buscan otra Serena"

Stephens tiene un récord de 3-6 tras su victoria ante Serena Getty Images

MIAMI -- Hay algo incongruente en esta sala, situada en las entrañas de concreto del Crandon Park Tennis Center. Puras alfombras descoloridas, luces fluorescentes y sillas incómodas, donde los mejores atletas del torneo de Miami vienen a encontrarse con los medios de comunicación, desapareciendo en un laberinto sin ventanas después de haber jugado sus partidos bajo los cielos despejados de marzo.

Sloane Stephens, recientemente ungida como el futuro del tenis estadounidense, toma asiento al frente de la sala, con cuidado de no rozar la rodilla contra una astilla de madera bajo la mesa. Los inquisidores bombardean a la tenista de 20 años con preguntas acerca de su derrota en la cuarta ronda ante Agnieszka Radwanska, cuarta preclasificada del torneo y campeona reinante. Stephens se mira las uñas color menta y responde de manera defensiva con oraciones que no dicen nada.

Unas horas antes parecía que esta conferencia de prensa iba a ser muy diferente. En el primer set, Stephens estaba tranquila, utilizando su potente golpe de derecha para meter un tiro ganador tras otro. A medida que las pelotas le pasaban zumbando, podías ver a Radwanska, una de las estrategas más brillantes del juego, cada vez más consternada. Stephens ganó el set 6-4. Y luego algo cambió. El swing monstruoso de Stephens, imbatible cuando metía sus tantos, empezó a lucir descontrolado y contraproducente. Radwanska barrió el tercer set 6-0, más o menos en el mismo tiempo que lleva completar una conversación telefónica con un familiar lejano en Navidad.

Ahora, una nueva narrativa sobre Stephens está tomando forma en los círculos de la prensa: la de una atleta joven y prometedora que lucha bajo el peso de las expectativas.

"¿Ha sido más difícil para tí en el tenis profesional desde que venciste a Serena en el Abierto de Australia?", pregunta un periodista. "Hiciste lo mejor que podrías llegar a hacer. ¿El paso siguiente ha sido más difícil de lo que imaginabas?"

Stephens arruga la cara como si las palabras tuvieran mal sabor. "No. Quiero decir..."

"¿Qué es lo diferente en estos partidos? Has perdido cuatro de los últimos siete. ¿Qué es diferente a lo que sucedió en Australia, que funcionó tan bien? "

"Quiero decir, es sólo un mal momento. No lo sé", contesta, visiblemente irritada. "No hay algo específico que yo diría que ha sucedido o dejado de suceder, pero no creo que sea realmente importante". Ha hecho los cálculos: "Soy la N°16 del mundo. Puedo perder en la primera ronda durante los próximos dos meses, y probablemente todavía estaré en el Top 30. No estoy demasiado preocupada por ganar o perder ni nada de eso, no lo pienso. Mi vida ha cambiado, sí, pero no diría que estoy en estado de pánico ni nada".

El escritor está horrorizado con su actitud defensiva. "Pero quieres ganar, obviamente...", agrega. Ella pone los ojos en blanco. "Obviamente".

Algunos lo consideran como el brote de una actitud adolescente. El más fastidiado cree que "rozó con lo poco profesional". Al menos, fue un gran contraste con su estado de ánimo tan sólo ocho semanas antes, cuando llegó al Abierto de Australia con su combinación ganadora de encanto de niña - ojos brillantes y dientes tan blancos como para vender chicles -- y la clase de talento que hace levantar a hombres adultos de sus asientos para aplaudir. El 23 de enero logró lo impensable: venció a Serena Williams, la mejor del mundo, en cuartos de final. Williams estaba limitada por una lesión de tobillo y con dolor de espalda, pero eso no cambió la naturaleza histórica de lo que Stephens había logrado. Se convirtió en la primera jugadora estadounidense menor a Williams en vencerla. "Oh Dios mío, ni siquiera lo sé", le contestó Stephens a su entrevistador luego del partido, luciendo encantada, y hasta riendo entre dientes, cuando le preguntaron cómo se sentía haber vencido a la jugadora cuyo poster tenía en la pared de su dormitorio cuando era niña. "Creo que ahora voy a colgar un poster de mí misma".

Stephens llegó a Australia como una joven atleta prometedora, y se fue como la posible heredera de Williams. Hubo un segmento en ABC World News, una aparición en The Ellen DeGeneres Show y un sinnúmero de historias escritas acerca de cómo se sintió vencer a la mejor, y en todas ellas la protagonista fue una joven jugadora jovial, atenta y segura de sí misma. Primero fue emocionante, y pronto pasó a ser agotador. Sufrió algunas derrotas en las primeras rondas en Dubai y en Indian Wells. Dos meses después de regresar de Melbourne, cuando Stephens entró a su partido de segunda ronda en Miami contra Olga Govortsova (quien no era cabeza de serie), alguien gritó: "¡Hey, Sloane, gran trabajo venciendo a Serena la última vez!" Mientras trataba de relajarse y concentrarse en el juego, los fans del público de pronto asumieron el rol de padres compasivos, alentándola, animándola y ofreciéndole consejos desde las gradas. "¡Vamos, Sloane, hagamos esto!" "¡Déjalo salir, Sloane!" Al día siguiente, cuando fue a pelotear a la cancha de práctica, encontró a decenas de fans a lo largo de la cerca, listos para perseguirla con las pelotas y marcadores, tantos que casi tuvo que echarse a correr para evitar la aglomeración.

Stephens se metió en esto. Ella sabía en lo que se estaba metiendo. Pero eso no significa que debe tomarse con gracia la sugerencia de que vencer a Williams fue "lo mejor que podrías llegar a hacer". Ganar un partido de cuartos de final ante una jugadora lesionada -aunque sea una de las mejores que haya levantado una raqueta- nunca fue el objetivo. Tampoco lo era ser "la próxima Serena", como la describen tan a menudo. En el mejor de los casos, es una comparación bien intencionada pero poco creativa, un fracaso colectivo de la imaginación que se niega a dejar que Sloane sea Sloane. En el peor de los casos, es la creación de expectativas absurdas que perjudican su juego.

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Trato de tener todo esto en cuenta cuando me encuentro con Stephens dos días después de su derrota ante Radwanska. Es un soleado y frío día de finales de marzo en el Veltri Tenis Frank Center de Plantation, Florida, y ella está sentada en un banco después de la práctica, mirando al frente, mientras que su entrenador se inclina para hablar. Se queda allí durante el tiempo suficiente como para empezar a preocuparme de que nunca va a venir hacia donde estoy, pero finalmente lo hace, me ofrece un saludo triste y mira fijamente a su iPhone mientras caminamos para encontrarnos con su madre. Vamos a una pizzería cerca de las canchas, la clase de lugar con las de mesas laqueadas y televisores de pantalla plana que muestran resúmenes deportivos, y hablamos superficialmente sobre los nuevos retos en su carrera.

"Estoy molesta. Ya estoy cansada", dice sobre todas las comparaciones con Serena. "Siempre he dicho que Kim Clijsters es mi jugadora favorita, así que es un poco extraño". Ella atribuye el bombo publicitario de los medios sobre su relación con la estrella "sólo por el mismo origen afroamericano". Luego comienza a contar la historia de cuando tenía 12 años y vio por primera vez jugando a Serena. Su madre llevó a Sloane, su hermano menor, Shawn, y su padrastro a la Fed Cup en Delray Beach, Florida, y la familia esperó todo el día para que las hermanas Williams firmaran sus posters.

La madre de Stephens, Sybil que está sentada a su lado y parecería su hermana en lugar de su madre -con la misma belleza clásica, ambas con ropa deportiva en tonos grises- se dirige a su hija con una mirada de incredulidad. "¿De verdad vas a contar esta historia?".

"¡Sí!", dice Sloane. "¡La gente necesita saber! Esperé todo el día. Caminaron por delante nuestro tres veces y nunca firmaron nuestros posters". Hace una pausa para preguntarle si alguna vez lo colgó en su habitación. Su madre asiente. Sloane continúa: "Lo colgué por un tiempo. Yo estaba devastada porque no lo habían firmado, como sea, después lo superé. Encontré una nueva jugadora a quién admirar".

Para ser justos, si hay ideas erróneas acerca de la tensa relación entre Sloane y Serena es en parte porque Stephens hizo lo suyo para que así sea. En enero Stephens dijo a ESPN que "ella es una de mis buenas amigas" y "todo el mundo piensa que es mala, pero es una persona genial". En realidad, su interacción consistía en calentamientos ocasionales antes de los eventos y charlas en el vestuario entre los partidos.

Pero luego Sloane venció a Serena en Australia. "Ella no me dijo una sola palabra, no me habla, no me saluda, no me mira, no ha estado en la misma habitación conmigo desde que le gané en Australia", Stephens dice enfáticamente. "Y debería decirles algo a todos: cómo es que pasó de decir todas estas cosas buenas sobre mí a dejar de seguirme en Twitter".

Su madre trata de sacarla de tema, pero Sloane es insistente. "¡En serio! La gente debe saber. Ellos piensan que es muy amable y que es esto y aquello. ¡No, esa no es la realidad! No dejas de seguir a alguien en Twitter ni la eliminas de BlackBerry Messenger. Quiero decir, ¿para qué? ¿Por qué?".

Luego siguió el tema del presunto subtweet. Un mensaje codificado publicado en Twitter de Serena dos días después de su partido de enero, y dirigido a nadie en particular, que decía: "Yo fui tu creadora". Stephens estaba segura de que se trataba de ella, lo mismo que algunos de los seguidores de Williams que twittearon a Serena sobre esa pequeña que le ganó. "Sabe que me di cuenta de que hablaba de mí", dice Stephens.

(Las dos interactuaron en la Fed Cup de abril, donde ambas compitieron para el equipo de Estados Unidos. El agente de Williams no respondió a solicitudes de comentarios).

Hubo señales para aquellos que miraron con suficiente atención de que las dos siempre fueron competidoras en primer lugar y amigas en un distante segundo plano. "Necesitaría una mejor definición de la palabra 'mentor'", dijo Williams a los periodistas que le preguntaron sobre su relación poco antes de su partido en el Abierto de Australia. "Es difícil ser un mentor verdadero cuando todavía estás en la competencia".

"Durante los primeros 16 años de mi vida me dijo una sola palabra y nunca se relacionó con mi tenis en absoluto", dice Stephens. "Realmente no creo que sea algo tan importante. Si eres mentor de alguien eso significa que hablas con esa persona, eso significa que la ayudas, que sabes sobre su vida, que te preocupas por ella. ¿Son algunas de las cosas anteriores una realidad en este momento? No, por lo tanto...".

Yo digo: "Quieren la próxima gran jugadora estadounidense".

Stephens dice: "Quieren otra Serena".

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Una de las cosas más extrañas acerca de los paralelismos forzados entre las dos jugadoras es que la historia de vida de Stephens no necesita adornos para que sea convincente. Stephens se crió en la calle de un country club de Plantation, Florida, y es hija de dos atletas talentosos. Sybil fue la mejor nadadora de la historia de la Universidad de Boston y en 1988 se convirtió en la primera mujer de color en ganar los honores del primer equipo All-America en el deporte. El padre de Sloane, John Stephens, fue una selección de primera ronda de los Patriots y el novato ofensivo del año de la NFL en 1988. Sus padres se separaron cuando ella aún era bebé, y su padre desapareció de su vida. En sus primeros años, mientras que su madre estaba en la universidad estudiando educación, Stephens pasó mucho tiempo con su abuelo, que creció en la pobreza de Trinidad y luego ganó una beca para la Universidad de Howard y se convirtió en un médico en los Estados Unidos. Sybil se volvió a casar en 1997, y ella y su nuevo marido, Sheldon Farrell, criaron a Sloane. Fue después de ver a su padrastro en el club jugando partidos fue que Sloane tomó por primera vez una raqueta.

Pronto la familia estaba siguiendo el camino que transforma los jóvenes jugadores en campeones: Sybil trabajaba desde su casa, Sloane era educada en casa y se convertía en profesional a los 16 años, asumiendo un enfoque monomaníaco. Desde muy temprana edad, Sloane ha combinado una perseverancia muy adulta con un entusiasmo infantil, dando vuelta al estereotipo del trágico prodigio del tenis.

"Ella está llena de vida y feliz cada día", dijo Sybil con respecto a la personalidad de su hija, una característica que le atribuye al padre de Sloane. "Ella tiene carisma, es bastante raro. Se nota la herencia: ella es justo como el padre, y ella no lo conoció hasta que cumplió los 13 años".

Ese año, el padre llamó a Sybil para decirle que tenía una enfermedad degenerativa en los huesos y que quería conocer a su hija antes de que fuese demasiado tarde. Sloane no estaba buscando a un nuevo padre: su padre adoptivo, el único padre que ella conoció, estaba en plena batalla contra el cáncer. Pero Sloane y John se entendieron de inmediato, hablando por teléfono regularmente y eventualmente pasando un día en Louisiana juntos para que Sloane conozca a su abuela materna y sus medio hermanas, con la aceptación de Sybil.

Luego de que su padrastro falleciera en 2007, Sloane se tomó un tiempo alejada del tenis, pero regresó a las canchas en un par de meses. Dos años más tarde, justo antes de que se la programara para competir en la división junior del Abierto de los Estados Unidos, ella se enteró que John Stephens había fallecido en un accidente automovilístico sin involucrar a otros coches. Sloane ganó su primer partido, voló a Louisiana al día siguiente para participar del funeral y regresó a tiempo para ganar nuevamente. Al buscar en internet algunas historias relacionadas con la muerte de su padre, Sloane se enteró por qué no había estado en contacto con él durante tantos años: en 1994 había sido arrestado dos veces, una por posesión de armas y la otra por violación, y sirvió tiempo de probatoria para ambas. Hubo un segundo proceso por violación, este último en 2009, que estaba pendiente de resolución cuando falleció.

Sybil dice que ella abandonó a John Stephens como resultado de los arrestos en 1994, cortando todo contacto y sin leer ninguna noticia sobre él y sin decirles a sus hijos sobre su récord criminal. Ella le había permitido a Sloane pasar algo de tiempo con su padre todos esos años después luego de consultar con amigos mutuos que aseguraban que había cambiado, porque no quería evitar que Sloane conociera a su padre antes de que éste falleciera. "Me sorprendí tanto como Sloane al descubrir lo que había pasado", dijo en relación al arresto del 2009. "Cuando murió realmente quedó evidenciado que todavía tenía serios problemas". En lo que respecta a los sentimientos de su hija hacia Stephens ahora mismo, ella afirma: "en un sentido, pienso que ella ha seguido adelante, lo cual es realmente bueno, pero creo que esas preguntas quedarán pendientes durante toda su vida porque ella nunca tuvo la oportunidad de decir "oye, papá, ¿qué son todas estas acusaciones?".

Luego de perder a ambas figuras paternas, dice Sybil, Sloane necesitó a su madre más que nunca. Por eso ella lleva a su hija en su auto a las prácticas de tenis, dejando el entrenamiento en manos de sus entrenadores y ofreciendo un oído amigo cuando su hija lo necesita. "Trato de ser más amiga y escuchar sus problemas y señalar en la dirección correcta, y guiarla porque éste es un mundo muy, muy cruel, y los deportes profesionales son muy desafiantes", dice Sybil. "Yo trato de señalarle a ella la dirección correcta todos los días".

Mientras espera su pizza, Stephens habla sobre la música que ha estado escuchando últimamente. "Oh, Shania Twain! ¿Verdad, mamá?" dice.

"Shania Twain de la vieja escuela", aclara su madre.
"Canciones como 'You're Still the One'", dice Sloane, y ambas comienzan a cantar otro éxito de Twain. "Desde este momento...", cantan ellas.
Y luego canta solamente Sloane: "... he sido bendecida, vivo solamente... "
Su madre se une: "... por tu felicidad! Y no hay nada que yo no haría..."
"Bueno, terminamos", dice Sloane.
Pero Sybil sigue cantando, apoyándose para poner su brazo alrededor del hombro de Sloane y abrazándola del modo en que las madres lo hacen para provocar a sus hijas. "Desde este momento..."
Sloane se la quita de encima con un conocido destello de irritación adolescente. "Ya terminamos, ¡basta!". Su madre sonríe y le acaricia la espalda. "OK, disculpa, corazón".

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Aún después de todo por lo que ella ha pasado en su corta carrera, Stephens considera que los últimos meses fueron los más desafiantes momentos profesionales que haya enfrentado hasta ahora. "Pienso que hay mucho stress y cosas para hacer y mucha presión y expectativas", dijo ella.

El camino a la oscuridad en el tenis está pavimentado con amplias expectativas de fanáticos bien intencionados. Pregúntenle a Donald Young, un jugador que alguna vez fue prometedor y que luego se ganó la decepcionante distinción de tener la cuarta mayor racha perdedora en la historia de los Abiertos. O pregúntenle a cualquiera de los otros jugadores que han llegado a semejantes alturas y haya sido una decepción: Virginia Ruzici, ganadora del Abierto de Francia en 1978 que llegó a superar los cuartos de final en un Grand Slam solamente una vez más en su carrera, o Anastasia Myskina, quien llegó a su pico máximo en 2004 con una victoria en el Abierto de Francia antes de caerse del Top 10 al año siguiente y tomarse unas vacaciones indefinidas del deporte a sus 26 años.

El conocimiento de que muchas otras estrellas ascendentes no han "llegado" representa una presión suficiente, aún sin la casi insalvable expectativa y complicaciones que llegan después de haber sido denominada como la próxima Serena Williams. Aun así, Sloane continúa concentrada, y sus talentos siguen siendo innegables. Con un servicio que llega a las 115 mph, la agilidad para cubrir toda la cancha y una de las manos más potentes en el juego femenino, ella tiene todas las herramientas que necesita para transformarse en una fuerza dominante en el tour.

Mientras le quita los pimientos a su trozo de pizza, le pregunto a Stephens sobre el rumbo que desea tomar de ahora en más. Estos son sus objetivos de carrera, tal como ella los define: "Espero ser todo lo buena que yo pueda ser. Obviamente quiero ganar un Grand Slam, pero haga lo que haga, por mucho que termine jugando, espero sostener una carrera muy larga y saludable. Simplemente una carrera consistente". Y ella repite: "obviamente, quiero ganar un Grand Slam". Obviamente.