<
>

El descenso de Atenas impacta a todo el básquetbol argentino

Atenas de Córdoba, el equipo más ganador de la Liga Nacional, el símbolo histórico de esta competencia, se fue al descenso. Impactante, por lo que este club significa para el básquetbol argentino. También paradójico. El mismo club de barrio que dominó en los tramos más destacados del historial liguero, el que emergió ganador sobre oponentes mucho más jerarquizados, no pudo sostenerse en esta época de nivel deportivo devaluado y repleto de carencias. El mismo club de barrio que durante 25 años desparramó talento deportivo y fortaleza económica, no soportó esta etapa de precarización deportiva y financiera a la que el torneo es sometido desde hace una década.

Cuesta aceptar, para propios y extraños, que Atenas no estará en la élite del básquetbol criollo. Aun cuando este final se podía intuir desde hacía un par de años, en los que la decadencia era evidente y las respuestas (manotazos de ahogado) eran equivocadas y, por lo tanto, ineficaces.

Atenas siempre fue un club de barrio, de barrio Bustos, en la capital de Córdoba. Hoy desde adentro argumentan que es dificultoso sostenerse en el deporte profesional con un aporte de cuota societaria muy bajo como tienen los cordobeses. ¿Fue distinta la situación cuando ganaba muy seguido? No y ningún título le alteró ese status. A manera de confesión y con mucho de irónico humor, alguien de Atenas reflexionaba, tras ganarle a Benetton Treviso de Italia y al Racing de París francés y de haberle jugado de igual a igual al poderoso Olympiakos de Grecia en el Torneo McDonalds de París, en 1997, rodeado del lujo y el glamour que generaba el Chicago Bulls de Michael Jordan: “Si estos europeos vieran que perdieron contra un club de barrio como el nuestro, se matan...”.

A fuerza de títulos, pero sobre todo de básquetbol bien jugado, Atenas se convirtió en referencia y en ejemplo. Fue el equipo de toda Córdoba. Fue orgullo y marca representativa de toda una provincia. Al mismo tiempo fue el rival a vencer para los que aspiraban a lo máximo. Si se buscaba el título, había que pelear con Atenas. Acá y a nivel regional también. Claro, eran los años en los que se nutría de varias de las principales figuras locales, además cordobeses, como Marcelo Milanesio, Pichi Campana, Fabricio Oberto, Germán Filloy, Diego Osella, Carlos Cerutti, Leonardo Gutiérrez, Luis Villar o Mario Milanesio, sumados a extranjeros respetados y hasta temidos como Donald Jones, Thomas Jordan, Kennard Winchester, Jervis Cole, Steve Edwards o Wallace Bryant. Todos dirigidos, mayormente por Walter Garrone y Rubén Magnano.

¿Cuál fue el secreto de esa dinastía ganadora? Conservar a esos buenos valores autóctonos que aseguraban festejos frecuentes. ¿Cómo se sostuvo económicamente a esas figuras? Después de superar una crisis muy profunda a finales de los ochenta, con la gestión que el presidente Felipe Lábaque, casi personalmente, realizaba. Pero con una particularidad: se buscaba solo lo que se necesitaba. Cuando se llegaba al número que fijaba el presupuesto, bien a lo cordobés, se juntaba la comisión directiva y brindaban con fernet. ¿Otra característica? Nunca valoraron mucho al entrenador. En privado la dirigencia se jactaba de darle el equipo armado al técnico, porque ellos sabían de básquetbol... Por eso la relación con Rubén Magnano jamás fue buena y el entrenador, que en los noventa soportó algunos desplantes, en su regreso al club, ya cargado de gloria y prestigio, lo volvió a sacar campeón en 2009 y poco tiempo después los dejó plantados por otro cruce con los directivos (léase Lábaque).

Es que Felipe Lábaque tiene un cariño muy grande por Atenas y un carácter y unas formas no sencillas para convivir. En 1992 se enfrentó a la misma Asociación de Clubes, cuyo presidente era un hombre de su club, Rubén Fantolino, al que hizo separar del cargo para sacar una ventaja económica con los derechos de televisión.

Cuando el nivel deportivo de los jugadores empezó a disminuir él mantuvo su mismo estilo personalista para el armado del equipo y la designación del entrenador. Creyó saber cómo hacerlo, como en la época dorada, y esta vez falló mucho más de lo que acertó. La elección del entrenador volvió a ser tema crítico, no solo porque nunca acordó con un técnico que pudiera desarrollar un buen proyecto, sino porque les armaba planteles de dudosa jerarquía y después los criticaba y los despedía, cuando los resultados, como era de esperar, no aparecían.

Eso le generó ponerse en contra nada menos que a Marcelo Milanesio, el máximo ídolo del club. Cuando echó como entrenador a su hermano Mario, Lábaque declaró: “Le dimos una Ferrari y la manejó como un Fiat 600”, por lo que Marcelo, dolido, le hizo la cruz. Ahí está otra de las particularidades de la caída del gigante cordobés y es que casi todos los grandes jugadores que pasaron por el club hoy están alejados por sus diferencias con Lábaque. Tampoco Campana u Oberto quedaron en una relación amistosa con él.

Desde siempre se reconoció que Atenas tuvo una prolífica cantera. Desde antes mismo del inicio de la Liga Nacional el dirigente Héctor Audano, hoy enfrentado a Lábaque, recorría el país buscando pibes para las divisiones formativas. Así los cordobeses se valieron de algunos de gran calidad, como el mismo Oberto, Leandro Palladino, Andrés Pelussi o el hijo del presidente, Bruno Lábaque, al tiempo que desparramaron pibes surgidos de sus inferiores en muchos otros equipos. Lo curioso es que ese semillero sigue dando jugadores a las selecciones menores de Argentina, pero cuando se hacen mayores Atenas no los puede retener. Y casi todos se van enojados con la dirigencia.

Así, sumando complicaciones, era esperable que la debacle se acrecentara. Por eso este descenso venía con carta de notificación. Muchas decisiones erróneas, jugadores de menor jerarquía a la que esa histórica camiseta les quedó grande, entrenadores ídem y un público paladar negro, que se fue desencantando. ¿Es Felipe Lábaque el único responsable? No, por lo remarcado en el inicio de este párrafo. Pero sí es el principal, por manejarse con un marcado individualismo, por creer que sabe una hoja más que el libro, por sus malas formas y por no reconocer, aun en el caos que fue esta temporada, ni un solo error suyo, sino poniendo las culpas en otros.

Irse al descenso duele, pero no es la muerte de nadie, ni una deshonra. En absoluto. Es apenas un argumento que algunos usan para bromas berretas. Lo que sí, obligará a los que tengan responsabilidades de conducción a un mayor esfuerzo. En esta deberán participar todos, los que pusieron al club en esta situación y los quieran sumar su aporte desde ahora. La gloriosa historia de Atenas de Córdoba se los demanda.