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El último tango en Río

Getty Images

"Felices de anunciar que @manuginobili le comunicó al DT Sergio Hernández que estará disponible para los Juegos Olímpicos de Río", publica la Confederación Argentina de básquetbol en su cuenta de Twitter y es otra asistencia del escolta de San Antonio Spurs para que se quemen las redes. El furor de la leyenda desintegra todo lo demás: su presencia transforma al equipo nacional en algo completamente distinto, por confianza, por trayectoria, por valentía.

Ginóbili vuelve a a la selección, con 38 años, para cerrar una carrera que ni el más osado de los guionistas habría imaginado a priori. Que un atleta trascienda, vaya y pase, pero que un atleta trascienda por encima de su propio deporte, eso sí que conmueve. Porque Ginóbili, en Argentina, ha llevado al básquetbol a otra escala. En un país que desayuna, almuerza y cena fútbol, Ginóbili ha sorteado, como un héroe griego, prueba a prueba para llegar a la meca y hacer que su propia Odisea tenga un valor incomparable. Juega Manu y la gente lo alienta, lo reconoce y lo distingue con el orgullo del que es de acá y enseña allá. Ya lo dijo el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en su visita a Buenos Aires: "Puedo confirmar que Ginóbili no sólo es bueno, sino uno de los mejores jugadores del mundo. Los argentinos deberían estar orgullosos porque es un gran campeón". El propio camino construyó el idilio: brilló en su país, en Italia, ganó una Euroliga siendo el mejor jugador, un Juego Olímpico con su selección, cuatro anillos NBA y sigue haciendo de las suyas a la edad en la que la mayoría compra un sillón confortable para ver como corren y se cansan los jovencitos.

Manu podría quedarse con sus hijos, su mujer, su dinero, sus hermanos y no hacer más nada. Vivir, como se dice, de las proezas ya conquistadas. El reposo del guerrero. Sin embargo, sale una vez más al ruedo. Exponer el legado así no sólo lo convierte en un atleta generoso con sus pares -que, claro está, lo necesitan-, sino que lo vuelve a poner en un plano de valentía inusual, que roza lo absurdo. Pero su ADN es ese y, como se dice, nadie puede ir en contra de su esencia. Los pensadores piensan, los escritores escriben, los guerreros luchan. Y, en materia de milagros deportivos, con este muchacho ya nada se sabe; de más está decir que ningún atleta que acepte el orden establecido, o que carezca de este grado de convicción suprema, puede conseguir lo que Manu hizo en su carrera. Podríamos sacar el currículum y enumerar, pero no vale la pena; entre tantas cosas, ser ícono, líder y referente del equipo de pesadilla que le arrebató los sueños a Estados Unidos allá por 2002, para repetir la proeza en 2004, es el ejemplo más acabado de esta situación.

Han pasado cuatro años desde su última experiencia olímpica en Londres y doce desde el título conseguido en Atenas. Este equipo, salvo caballeros nobles como Luis Scola, Andrés Nocioni y, quizás, Pablo Prigioni, ya no es lo mismo que alguna vez fue. El recambio está en marcha y el último tango de Manu llegará con algunos bailarines debutantes en esta clase de eventos. Ginóbili no sólo otorga confianza, trayectoria y entereza, sino que le permite al conjunto de Sergio Hernández ser flexible en el perímetro. Si bien Manu está escupiendo en estos días los últimos cartuchos de una ruta deportiva memorable, se ha reconstruido, para bien, respecto a lo que alguna vez fue: nació como un escolta punzante y desde hace unos años es un híbrido entre un uno y un dos. Ha cambiado despegue por cerebro, en una fórmula casi imposible de conquistar en este juego tan dinámico e impredecible.

El armado del plantel, con esta confirmación, será toda una aventura para Oveja Hernández. Al vértigo de Facundo Campazzo se le sumará, seguramente, la mesura de Pablo Prigioni, con Nicolás Laprovíttola un paso más atrás en las preferencias. Se estima que Manu completará el perímetro con Selem Safar o Nicolás Brussino, este último una de las grandes promesas del básquetbol doméstico. El puesto de alero será para Andrés Nocioni, Patricio Garino y, quizás, Gabriel Deck. Luis Scola estará acompañado por Leo Mainoldi en el puesto de ala-pivote y el de centro, hoy por hoy, será para Marcos Delía y un jugador a definir. Lo que se dice, una mezcla clara de experiencia y juventud.

¿La llegada de Ginóbili aumenta las chances de Argentina? Sin dudas, pero tampoco garantiza nada. La competencia en el Grupo B será feroz -contra Lituania, España, Nigeria, el organizador Brasil y un rival del repechaje- y todo estará por verse en un torneo que, para el equipo albiceleste, será una buena medida para ver dónde están ubicados los jóvenes en crecimiento.

Ginóbili, que utiliza desde hace años una brújula imaginaria que oscila entre Bahía Blanca y San Antonio como un equilibrio sano entre lo terrenal y lo sobrenatural, pretende despedirse con un epílogo de película. Difícil, seguro. Imposible, ya hemos visto que no.

El último tango en Río entra en etapa de definición. Suena la música una vez más. El número 5, señores, está en la sala.