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La 'gran belleza' de los Golden State Warriors

La 'Gran Belleza' se puede intentar explicar a través del celuloide o de una novela. Su búsqueda podría requerir los trazos sobre un lienzo cualquiera o entenderse gracias el abrir y cerrar de un obturador capaz de sellar imágenes para siempre. La 'Gran Belleza' se puede contemplar a través de una pantalla de plasma o por medio de un celular de inteligencia programada. Son los ojos nuestros mejores aliados para llegar al placer extremo de la perfección visual.

Mejor a todo color, y que el blanco y negro permanezca para contar las historias que precedieron a figuras color caoba. Que no nos pueda la melancolía de otras épocas. Que el abrazo entre Michael Jordan y Scottie Pippen sirva para sacarle jugo al presente. Que el amarillo continúe iluminando la escena y el Oracle Arena explote de alegría movido por la excelencia, por la no dependencia y por el regocijo de un grupo dispuesto a marcar época.

La 'Gran Belleza' puede regirse por una filosofía concreta, por una línea de pensamiento capaz de diseñar un estilo de juego que cuente con preceptos básicos y ejecutados a la perfección. Si el básquetbol tiene hueco para la preciosidad, que Golden State Warriors resplandezca en su propia hermosura.

La búsqueda de la 'Gran Belleza' comienza de puertas para adentro, con la sintonía de un vestuario fraternalmente unido en toda su extensión. La seriedad del conjunto de Oakland se construye a partir del gozo, de la confianza, de la capacidad de delegar sin que el sentido de su existencia cambie un ápice. En los Warriors, las heridas no sangran, sino que cicatrizan de manera instantánea. Su mera fisionomía prohíbe las lamentaciones y las convierte en soluciones rápidas y eficaces. Nadie es insustituible, nada hace sufrir a la inmensidad que propone Golden State.

Steve Kerr podrá desaparecer durante 43 partidos porque Luke Walton siempre se supo el guión. Stephen Curry podrá quedarse a un lado porque en los vigentes campeones existen recursos de sobra. No pasa nada, la lealtad al sistema es total y el equilibrio de los talentos es primoroso.

Todo comienza por la defensa, primer aspecto en que las maneras 'Gregg Popovianas' salen a relucir en Kerr. En la búsqueda de la 'Gran Belleza' no hay hueco para que Damian Lillard y C.J. McCollum saquen pecho en Portland Trail Blazers. Es imperativo desencajar las piezas clave con marcas donde los alientos no sólo se escuchen, sino que se huelan. Ni Klay Thompson dejó respirar al armador de los Blazers (2-de-13 cuando fue defendido por el escolta), ni McCollum encontró su camino (entre los dos no superaron el 32.2 por ciento de efectividad -21-de-65 en oportunidades creadas), ni los jugadores interiores fueron capaces de sobreponerse a la intensidad de Draymond Green y Andrew Bogut (6-de-27 de Portland con ellos inquietando la pintura).

Y todo culmina en ataque. Con transiciones, con combinaciones horizontales y verticales, con el mareo de la velocidad y los intercambios de posiciones. Con un Thompson en plenitud desde el perímetro y un Green que abre su abanico de virtudes con una facilidad pasmosa. La 'Gran Belleza' requiere interpretaciones de peso.

Green tiene voz de niño grande, bonachón por la humildad que transmite y persuasivo por la coherencia de su discurso. Es capaz de luchar en una conferencia de prensa ante la torpeza de un periodista desafortunado de la misma manera en la que se faja sobre la duela. Cada jugada es la última para él y en el Juego 1 ante Portland tradujo esa intensidad en el segundo triple-doble en postemporada de su carrera (23 puntos, 13 rebotes y 11 asistencias). El alero contribuyó en 49 puntos el domingo, el tercer mejor registro como jugador. Con él sobre la duela el equipo tuvo una ventaja de 24 puntos. No hay ningún jugador de la NBA que haya logrado tener un impacto tan positivo para su equipo este año. La comunión entre Green y Thompson está siendo letal.

No hay partido en la carretera en que el escolta no reciba la llamada de su padre. En el Oracle siempre es el primero al que ve cuando finalizan las citas. Su mayor crítico ejerce como el bastón más firme que pueda tener. Sobre él se apoyan actuaciones pomposas, más propias de Jugador Más Valioso (¿acaso Green no sería otro candidato perfecto?) que de secundario de lujo. Curry se frota las manos en el banquillo, porque aunque sus ansias por volver sean totales, la presión es mínima. Thompson tuvo un balance de 37 puntos de los que 21 llegaron desde el perímetro. En los últimos tres partidos no ha bajado de esa cifra en triples y no hay nadie en la historia de la NBA (desde la implantación de la línea de tres en la campaña 1979-80) que haya logrado tantos seguidos en unos playoffs. Además, acumula 27.0 PPJ en los siete que ha jugado sin Curry esta campaña (21-de-36 en ese periodo).

La concatenación de argumentos es incuestionable en la búsqueda más sublime de los Warriors. Se mire por el lado del conjunto o en el plano individual, no hay obstáculo que merme su ansiada perfección. Al menos por ahora. Balance, ritmo, composición, innumerables destellos de grandeza, solvencia, fluidez, movimiento, solidez, efectividad, rapidez, confianza, humildad, estética... La 'Gran Belleza' no tiene una fórmula concreta, sin embargo, en Golden State están cerca de llegar a ella.

Ya la rozan y se reducen los escollos al tiempo en que se hacen más fuertes, más complicados. La serie ante los Trail Blazers debe ser fugaz. En la siguiente ronda comprobaremos si esa belleza es capaz de perdurar y de solidificarse en caso de llegar a las Finales. El campeonato finalizaría una búsqueda en perpetua evolución. Aquí no hay truco.