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Efecto esteroides impacta Cooperstown

Janet y Tom Mitchell, de Boston, esperan la ceremonia de entronización del Salón de la Fama AP Photo/Mike Groll

Este debió ser un domingo histórico para el béisbol, con al menos 80 mil personas ocupando cada centímetro de tierra cercana al Clark Sports Center de Cooperstown y millones mirando por la televisión alrededor del mundo. Gracias a los esteroides --y a la histeria que los acompaña-- ese momento nos fue robado.

Por si no lo habían notado --no se preocupe, muchos otros no se enteraron--, este fin de semana tuvo lugar la ceremonia anual de exhaltación al Salón de la Fama, un evento que para el béisbol tiene el mismo significado que "Navidad" y "Semana Santa" para los cristianos o el "Rosh Hashaná" para los Judíos.

Para Cooperstown, una villa de 1,850 habitantes (Censo 2010) que alberga el Museo del Salón de la Fama, la semana de exhaltación significa tener fiestas patronales, celebración de independencia, navidades, semana santa, Rosh Hashaná y el Ramadán de los musulmanes, juntos.

Nadie puede culpar a medios de comunicación y aficionados por la falta de emoción sobre la ceremonia del 2013, que no tuvo un jugador electo por la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por sus siglas en inglés) por novena ocasión en la historia y apenas por segunda vez en los últimos 40 años.

De los cinco personajes reconocidos este fin de semana en Cooperstown, cuatro están muertos --incluyendo tres que dejaron este mundo antes de 1940-- y el único presente fue el periodista Paul Hagen, cuyo "Premio J.G. Taylor Spink" le fue entregado el sábado, un día antes del evento principal, como es costumbre.

El fenecido narrador de los Azulejos de Toronto, Tom Cheeks, fue reconocido en esa misma ceremonia con el "Premio Ford Frick". El doctor Frank Jobe, pionero de la operación de reconstrucción del codo llamada "Tommy John" y el cineasta Thomas Tull, productor de la película "42" sobre Jackie Robinson, recibieron reconocimientos especiales.

Para el evento central del domingo fueron instalados en Cooperstown el antiguo árbitro Hank O'Day (1859-1935), el legendario propietario de los Yankees de Nueva York, Jacob Ruppert (1867-1939), y el ex receptor Deacon White (1847-1939), quienes fueron electos de forma póstuma por un comité especial nombrado para enfocarse en candidatos de la era anterior a la integración racial del béisbol.

Ahora tienen una mejor idea para comprender el porqué de la apatía de mucha gente con la ceremonia de este año. La parte que más duele, sin embargo, es saber que en la lista de candidatos del 2013 al Salón de la Fama estaban el líder de jonrones de todos los tiempos, el mejor lanzador en medio siglo, el único toletero con cuatro temporadas de 60 cuadrangulares, dos bateadores de tres mil hits y uno de los cuatros jugadores con 500 vuelacercas y más de 3,000 imparables de la historia, entre otros.

Pero ninguno de ellos consiguió el 75% de los votos necesarios para obtener el privilegio de sentarse en la tarima del Clark Sports Center en un lluvioso domingo de verano. Gracias de nuevo esteroides por robarnos, además de la confianza y la credibilidad, también nuestros sueños.

En enero pasado, la BBWAA anunció los resultados de sus votaciones, en las que Barry Bonds, Roger Clemens, Sammy Sosa, Craig Biggio, Mike Piazza, Rafael Palmeiro, Mark McGwire y Jack Morris, entre otros, se quedaron cortos o lejos del total de votos requeridos.

Bonds, quien bateó 762 jonrones y ganó siete premios Jugador Más Valioso, y Clemens, ganador de 354 partidos y 7 premios Cy Young, nunca violaron el programa antidopaje del béisbol, pero fueron relacionados directamente al uso de sustancias e incluso enfrentaron juicios por mentir a las autoridades en investigaciones sobre sus roles en casos relacionados al consumo de drogas prohibidas.

Sosa (609 jonrones y 1,667 impulsadas), Biggio (3,060 hits y 414 robos) y Piazza (líder jonronero entre los catchers), nunca dieron positivo o fueron enjuiciados por perjurio, pero igualmente fueron castigados por los escritores en sus primeras apariciones en la boleta de Cooperstown.

Para McGwire y Palmeiro fue la contiuación del calvario. "Big Mac", el décimo mayor jonronero de la historia y actual coach de bateo de los Dodgers de Los Ángeles, siguió bajando en apoyo en su séptimo año de elegibilidad y tercero desde que confesara haber usado esteroides. Palmeiro, uno de cuatro con 500 jonrones y tres mil hits, fue votado por apenas el 8.8% del panel. En agosto del 2005, Palmeiro se convirtió en el primer jugador importante en dar positivo a un control de dopaje en Grandes Ligas.

En un mundo ideal --y limpio de drogas para mejorar el rendimiento o al menos de investigaciones que desenmascaren a usuarios-- el domingo en Cooperstown debimos haber tenido al menos a Bonds, Clemens y Sosa en la tarima principal y a decenas de miles de aficionados desafiando la lluvia y llenando cada rincón disponible con sus camisetas de los Cachorros, Medias Rojas, Piratas, Yankees, Azulejos, Astros y cualquier otro club.

En mi primera cobertura de la ceremonia del Salón de la Fama, en 2007, tuve la suerte de ser parte de la mayor asistencia de la historia al evento. Ese domingo 29 de julio, más de 70,000 personas asistieron al acto que convirtió en inmortales deportivos a Cal Ripken Jr. y Tony Gwynn.

Tomando en cuenta que la ceremonia del Salón de la Fama es abierta al público y completamente gratuita, no tengo la menor duda de que una combinación de Bonds, Clemens y Sosa (además de los mencionados anteriormente) habría producido una marea humana de proporciones gigantescas en Cooperstown y convocado cientos de periodistas de todo el mundo.

Lamentablemente, la ceremonia del 2013 pasó desapercibida. Gracias a los esteroides por, entre otras cosas, robarnos la oportunidad de ser parte de la historia.