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Nueve fechas y tres deseos

Lionel Messi festeja despues de marcar de penal el 3 a 3 para FC Barcelona Getty Images

BRISTOL -- Diría cualquier técnico, por orgullo profesional, que el título que más interesa es el de una Liga. Las competencias largas premian la regularidad de un conjunto. Las muestras, si invitamos a la estadística, son más. Se reduce el efecto de la fortuna y las eventualidades que pueden romper con merecimientos que pueden incidir en un torneo de corto. Un torneo de Copa por ejemplo. El título de Copa de Europa se mete en el medio de la lucha por la Liga en España. Ninguno retiraría de su calendario la Champions, porque es el título que da prestigio. En orden, una Liga premia a un buen equipo por su regularidad a la hora de conseguir buenos resultados. La Champions League es un torneo con glamour, es brillante, pero en su destello esconde una debilidad: no siempre corona al mejor. El entrenador de fútbol quiere ganar, pero quiere hacerlo sin espacio a la duda. Que no quede lugar al cuestionamiento. El entrenador de futbol quiere que su equipo quede en la memoria colectiva. Es cuestión de orgullo profesional.

Así como llega la Liga en España a la disputa de los últimos nueve partidos, ni Diego Simeone, ni Carlo Ancelotti, ni Gerardo Martino, ninguno dejará pasar nada. Ni la posibilidad de ganar prestigio, ni la posibilidad de ganar una Liga que ante bipolaridades recientes, se presenta atípica. Una Liga que sería memorable. En juego colectivo Atlético de Madrid y Real Madrid, parecen los dos que en el trayecto de las jornadas han mostrado una idea constante. Puede ser ejecutada bien o mal, puede generar fútbol en mayor o menor medida, pero al menos ha sido la misma. En una temporada de transición a un nuevo técnico, Barcelona ha dejado en algunas jornadas la sensación de un equipo en conflicto con la historia reciente. Congeniar al "Tata" con el juego de siempre o darle al nuevo técnico licencias para matizar el juego de posición. Llega a 29 fechas habiendo utilizado más jugadores que sus dos rivales directos por el título y con más minuto por jugador.

Se puede creer que el Barcelona puede ganar, confiar que el Barcelona lo haga como antes es más difícil. El contexto de su juego de antes es ahora visto sólo a chispazos y en algunas virtudes. Crea jugadas, tantas como en el último Clásico que ha sido en el que más remates ha realizado desde el 2010, pero las surgen desde la individualidad. Esta vacilación le deja endeble ante equipos que, jugando a su mejor nivel, le exponen fragilidades. Atlético y Real, compenetrados uno antes que el otro, pero al final muy consecuentes con un juego de exposición más frecuente. Con partidos de cuartos de final de Champions para el calendario de los tres, uno tiene garantizado librarse de esa deseada carga sobre el tramo final. Barcelona y Real Madrid además tienen la final de la Copa del Rey en Valencia para que el calendario de abril sea más complejo.

Cada uno con salidas que desde la rigidez de un papel, son complicadas. Sevilla el primer destino post-Clásico para el Real Madrid y otra más en Anoeta dos fechas más tarde con los Cuartos de Final de Champions como distracción. Al Barcelona el Derby de Catalunya en campo periquito. Después analizamos si en el horizonte alguno tiene semifinales europeas. Antes de conocer eso, este fin de semana el Atlético enfrenta al Athletic en el Nuevo San Mamés. Quedan 27 puntos en disputa y otras competencias. Mucha carrera aún. Es quien mejor asimile en el siguiente partido lo que ha sucedido en el Clásico quien mayor ventaja obtenga de la situación. Las consecuencias de perder un Clásico, o ganarlo, dependen de los puntos que saque cada equipo en la próxima fecha. Ser líder será una anécdota para el Atlético si creen que la Liga se gana en marzo. Nueve fechas y tres deseos. Mucha Liga.