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River volvió a creer en sí mismo

BUENOS AIRES -- Hay que rendirse ante las evidencias. Más allá del título de campeón, que para muchos significa un reaseguro de ser el mejor equipo de la temporada, lo cierto es que River, realmente, terminó justificando el por qué de la conquista.

Esperada, soñada, merecida, postergada, pero que le llegó de la mano de una gran remontada de la mitad del campeonato hacia adelante. Después de muchos años, de páginas oscuras que ensombrecieron su historia, River volvió a creer en sí mismo, a darse cuenta de que, aunque es cierto que con la chapa sola ya no se gana nada, cuando un grande entra en zona de definición teniendo la autoestima bien alta, es complicado que ese sprint final se le escape.

Algunos pensarán hoy que no estaríamos marcando lo mismo si Chichizola no le atajaba el penal a Saja. Pero no es así. Ese fue un triunfo importante para River, es cierto, pero también es verdad que a lo largo de un campeonato son muchos los vaivenes que se sufren, los puntos que se ganas con el azar, gracias a lo fortuito o simplemente con algo de suerte, casi la misma cantidad de los que, por motivos similares, se van dejando en el camino.

Quizás la clave central haya estado en el Monumental, en hacerse respectar en su casa. River ya dejó de ofrecer su escenario como cuna de resultados épicos de sus visitantes. En estos días, aquel que va a Núñez lo hace sabiendo que no la tendrá sencilla y que, posiblemente, deje tres puntos como peaje obligatorio para continuar en el campeonato. Esa impresionante cosecha fue la que le dio la cantidad de unidades necesaria para imponerse en el torneo.

Pero hay más claves. Los jugadores que vinieron desde el banco de los suplentes fueron tanto o más importantes que los titulares. Los penales atajados por Leandro Chichizola, el gol de Ramiro Funes Mori a Boca, las irrupciones del Keko Villalva, la gran aparición de Ariel Rojas y del Lobo Ledesma, ambos suplentes en el comienzo de la temporada, en fin, son sólo algunos ejemplos de que Ramón, cada vez que debió echar mano a los relevos, lo hizo sabiendo que le rendirían igual o mejor que los titulares.

Los goles de Fernando Cavenaghi y su presencia dentro del grupo, como líder también afuera del campo, el aggiornamiento de Ramón Díaz a las necesidades de su plantel, todos son tópicos que aportaron para que hoy el Millonario esté viviendo una notable fiesta.

Y detrás de aquellos ojos vidriosos de los hinchas que festejaron en el Monumental se escondía esa mezcla de alegría y dolor, de pasión y de revancha, era lo que la gente necesitaba palpitar para sepultar aquel ingrato recuerdo de la B Nacional. Por eso las lágrimas, por eso la fiesta desbordante, por eso el agradecimiento eterno que el hincha le tributó al equipo. Tenían que cerrar una grieta en su alma, y lo hicieron. Porque es verdad que en la historia la estadística negra va a figurar siempre, pero también dirá que la recuperación no se hizo esperar tanto tiempo. Porque de la mano de Ramón y con la conducción de Cavenaghi, River recuperó su memoria y engrosó su nutrida vitrina de trofeos. ¡Un merecido campeón!