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James, en la ruta del predestinado

LOS ÁNGELES.- Es un predestinado. Y no lo sabe. A pesar de los puntuales, descarados e inconfundibles mensajes que recibe.

Tiene 23 años. Los cumplió la víspera de ser sumariamente homenajeado por la FIFA por la mejor anotación del Mundial, aunque también en la víspera de ser despojado del honor como el mejor futbolista de ese certamen.

James Rodríguez recibe este martes otra señal. El jugador colombiano no paralizó, pero sí centralizó el universo del futbol.

El estrepitoso estimado de 40 mil aficionados en el Santiago Bernabéu, apadrinando su presentación como la contratación fastuosa del Real Madrid, supera incluso en impacto la llegada de Toni Kroos, con todo y su galardón de campeón del mundo. No hubo un país de habla hispana en el que no se transmitiera en vivo su encumbramiento.

Adidas lo presume: tiene un pedido garantizado de un millón de camisetas solamente para Colombia, con el número 10 en la espalda, con el nombre de James, que se pronuncia James, y no "Yeims", explican que por un deseo de sus padres.

El Mundial pudo haber llenado un álbum Panini con sus estampas. Desde el ballet letal en el gol a Uruguay, hasta el semblante de mocoso despojado, abandonado e inconsolable, tras perder ante Brasil y quedar eliminados, con el cobijo generoso de David Luiz.

Sin saberlo, sin quererlo, sin desearlo, sino exclusivamente como una coincidencia exquisita, el mismo jugador consumaba su ejercicio de adulto con seis goles, y, simultáneamente, su incontrolable desconsuelo de imberbe, tras una derrota que le dolía por inmerecida, pagaba de contado, la solidaridad universal tras una injusticia.

Ese gol ante Uruguay, le valió un reconocimiento de FIFA, pero, lamentablemente era un premio de consolación, más que de exaltación.

Porque James Rodríguez merecía la nominación como el mejor futbolista del mundial, y nadie, ni el mismo Lionel Messi, depositario final, entendía como ese reconocimiento le era ultrajado al colombiano.

Sepp Blatter después se lavaría las manos, culpando a su entorno, con un "ni yo me lo explico", cuando más tarde quedaría claro, que él sí fue notificado, consultado, y que el mismo presidente de FIFA, pese a su reacción hipócrita posterior, había aprobado que se le entregara a Messi.

Y surge un torbellino de historias en torno a James. Desde su pasión de siempre por ser el titiritero del Real Madrid, sentado ante videojuegos para jugar como el número 12 de los Merengues.

Los mercadólogos del Real Madrid, aves de rapiña vestidas de Armani, saben que tienen en sus manos a un jugador con un carisma fascinante que incluso, al paso del tiempo, y los resultados, puede rebasar a Cristiano Ronaldo en el altar de las franquicias individuales que manejan.

El rostro aniñado, su estampa de desamparo ante el Paraíso Merengue que se le abre, más los rasgos intangibles de humildad que le marcan en los dos extremos de vivencias del Mundial de Brasil, encajan casi de manera deslumbrante y seductora como una historia emergente en la vida real del futbol, sin necesidad de ser maquillada por guionistas de Hollywood.

Cierto, el desafío más importante de James Rodríguez le espera en unas semanas: hacer con el Real Madrid lo que hizo en el Mundial, y lo que la memoria infalible de Youtube, como abuelo incansable ante sus nietos, relata recurrentemente, desde sus escarceos con Banfield, hasta sus 25 goles con el Porto y nueve con el Mónaco.

"Goles como el del Mundial, ya los había hecho por montones desde el Envigado (a los 16 años)", aseguran algunos de los cientos de amigos, testigos, socios, formadores, compañeros, que hoy se asoman de todos lados.

Ya se sabe, lo dijo Kennedy: "La victoria tiene muchos padres...", y en este momento James tiene más padrinos y padrastros que seguidores en su cuenta de Twitter.

En un club donde ganar es un verbo de conjunción simultánea al de respirar, las exigencias para James en el Real Madrid lo estarán acechando.

Pero quedó claro en el Mundial de Brasil que no se asusta con los Molinos de Viento ni con los Goliats de carne y hueso.

Y dejó en claro que por instinto asume una de las exigencias de la Casa Blanca: jugar con el equipo, por el equipo, para el equipo y en el equipo. Una garantía de que en el vestidor, en la cancha y en su zona de intimidades, tiene muy clara la doctrina a la que debe apegarse.

El técnico de Colombia en el Mundial, Néstor Pékerman, cuidadoso de las formas, ha sido precavido en los elogios sobre el colombiano.

Pero, tal vez, su mejor apología para James Rodríguez, la hizo, sin darse cuenta, en plena Copa del Mundo de Brasil. "Está listo para jugar en el mejor equipo del mundo".

Escueto, Pékerman le dio la más amplia bendición al jugador colombiano, con la garantía además que implican su testimonio y sus antecedentes, pues ha sido el mejor orientador de generaciones de talentos en el futbol de Argentina.

Es decir, si alguien sabe de transformar carbón en diamante, sin equivocarse, ese es Pékerman.

Además, esa enternecedora fábula del anónimo guerrero que se trasforma en conquistador de los elogios en el Mundial, es un poderoso aliciente para los jóvenes, especialmente los de su país, Colombia, de donde saltan de todo el territorio, jugadores portentosos, como el extrañadísimo Falcao, pero sin dejar de lado a Jackson Martínez, Carlos Bacca y Adrián Ramos.

Y, curiosamente, Colombia encuentra las vetas generosas para el artículo de primerísima necesidad del futbol: el gol, cuando además en el futbol mexicano se aprecian dos joyas que Pékerman descuida como Carlos Darwin Quintero y el Topo Rentería.

Vaya, tal vez, incluso, hasta en esas reverberaciones de los efectos de Rodríguez en el Real Madrid, hasta llegue una lección de rebote a un cabeza dura como Teófilo Gutiérrez, a quienes muchos medios de su país consideran con facultades muy superiores a las de James, pero, queda claro, la luz no le enciende en el penthouse.

Pero, insisto, el reto más poderoso para James, está por llegar, pero el mejor aval es ese, el del experto en moldear barro con manos expertas, como Pékerman: "Está listo para jugar en el mejor equipo del mundo".