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Ochoa elige la opción menos Mála-ga

LOS ÁNGELES -- No se sabe quién sedujo a quién. ¿Guillermo Ochoa al Málaga? ¿El Málaga a Guillermo Ochoa? ¿O las flechas de Cupido terminaron siendo las urgencias de ambos?

A pesar de cerrar el arco mexicano de manera espectacular a Brasil, las puertas no se abrían en Europa como seguramente Ochoa lo esperaba.

La atajada a Neymar, que dejó boquiabierta a la tribu futbolera del mundo, no bastaba para dejar entreabiertas las posibilidades entre el linaje europeo.

Ser portero y no ser comunitario, alejaba al mexicano de las prioridades extremas de los clubes poderosos, que codician delanteros.

Lejos del Ajaccio, con una carga de 186 goles en 116 encuentros, y con el reconocimiento de ser el portero más atajador en dos de sus tres años en la Liga de Francia, no alcanzaba a ser apetecible a pesar de ser dueño de su carta.

Sabiamente, Ochoa es la versión futbolera y mexicana de Job. Una paciencia inquietante. Ha sabido mantener la sangre fría como negociador al igual que como arquero. Espera al último momento. Y provoca nervios en el de enfrente, aunque tenga la pelota bajo control.

La negociación con el Málaga se prolongó. Salarios, bonos, cotización de la carta, esas tres temporadas de contrato, y por supuesto, los derechos de imagen.

Y el club se dio cuenta de ello. La cuenta de Twitter se atiborró en unas horas de miles de feligreses mexicanos, interesados en agregar a su guardarropa la camiseta virtual del Málaga, fueran o no americanistas.

Málaga tiene 570 mil habitantes y de repente, la noche calurosa del Mediterráneo lo colocó el jueves con 263 mil seguidores, muchos de ellos ansiosos de los trinos tuiteros en torno a Ochoa, pues incluso, irónicamente, algunos de ellos se confiesan antiamericanistas.

Javier Bautista, de la Cadena Cope, experimentó el efecto y confió: "seguramente el Málaga venderá más ropa de Ochoa que de cualquier otro jugador en su historia".

Ya se sabe, el aficionado mexicano tiene cuerpo de indigente, capaz de vestir cualquier camiseta de cualquiera de sus ídolos, y si no baste recordar cómo, en los años buenos de Chicharito, al Omnilife iban camisetas del Manchester United en cantidades capaces de desafiar a las de Chivas.

El mismo periodista de Cope explicaba en su cuenta de Twitter que tras ser entrevistado por Raza Deportiva de ESPN la mañana del jueves, fue requerido de México, Argentina y por otras emisoras estadounidenses. "Ahora entiendo el fenómeno de Paco Memo".

Sin acercarse a los nichos de Cuauhtémoc Blanco, Carlos Reinoso, pero Ochoa es el mimado de las Águilas, y por supuesto por el género femenino, desde damas entradas en años, hasta adolescentes con tobilleras y vestigios de calostro en las comisuras de la boca.

¿Futbolísticamente? Memo Ochoa llega a un equipo de media tabla, con aspiraciones de subir escalones, establecer en zona de torneos europeos, pero, primordialmente, sanear finanzas y no perder la categoría.

Pero se mantendrá con una gran exposición mediática hacia el continente americano, en especial en EEUU y México. Se abren espacios a los duelos ante Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid, y por supuesto cuando se mida al Villarreal de Giovani o a la Real Sociedad de Carlos Vela.

Su propietario es un paria, un pelagatos. Bueno casi. Es el menos millonario de los multimillonarios de Catar. Tiene dos autos, exóticos, estrafalarios, versiones -tipo adefesio- del espectacular Batimóvil, y cada uno de ellos cotiza en el millón de euros, el salario que medios españoles afirman recibirá Guillermo Ochoa por año.

Javier Gracia, el entrenador del Málaga, había iniciado conversaciones sobre Ochoa con el dueño del equipo, desde la Copa del Mundo. Willy Caballero había sido cedido al Manchester City con una recompensa de 9 millones de dólares, para reencontrarse con su mentor, amigo y ex técnico, Manuel Pellegrini, quien durante tres años lo dirigió en el club andaluz.

¿Quién sedujo a quién? Para Ochoa era la última de las mejores opciones reales. Para el Málaga, era la primera de las mejores opciones reales.

Ciertamente, el hambre y las ganas de comer se sentaron a la misma mesa.