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El Piojo, Iñárritu y la cofradía de los Pilatos

LOS ÁNGELES.-- Necesario puntualizarlo: el ceremonial farsante y teatral de Poncio Pilatos, ese de lavarse las manos sobre el destino de Jesucristo, no fue un acto de valor, fue un acto de cobardía. No decidir es la más pusilánime forma de decidir.

El ritual bíblico aquel de Poncio, tatarabuelo del "me importa un soberano cacahuate" de hoy, merecería sin duda en estos tiempos un reality show, por lo imponente de la postura timorata y apocada de la auto exoneración de aquel imperfecto prefecto romano de Judea.

El problema es que Pilatos dejó una doctrina: el acto de escapismo de los irresponsables ante las responsabilidades mayúsculas.

Desde entonces, lavarse las manos, encogerse de hombros, cruzarse de brazos o guardar silencio, es "la forma más mexicana de valemadrismo", citando al genial zacatecano Tomás Mojarro.

Y los Pilatos, en México, abundan. Y los Pilatos, en el futbol mexicano, crecen y se visten con su traje de inocencia hipócrita.

Cuando 145 no nacidos en México --cifra que en horas podría aumentar si Tigres y América contratan más extranjeros--, se apoderan de puestos de titularidad en equipos mexicanos, los entrenadores en la Liga MX copian el discurso de Miguel Herrera, técnico del Tri.

"El jugador mexicano debe competir y ganarse un puesto. Debe demostrar que es mejor que los extranjeros", dijo 'El Piojo'. Y lo reitera este martes al anunciar el Plan Maestro de Selecciones Nacionales, y muchos se han acogido, se acogen y se acogerán a ese dogma.

"Mientras más presiones tengamos los mexicanos, más vamos a mejorar. Los jugadores mexicanos están en una competencia bestial contra los extranjeros, pero eso los debe hacer crecer", dijo este martes Héctor González Iñárritu, desde la esfera blindada de la burocracia.

Pero, ahí viene el lavado de manos de Iñárritu al explica que ni la FMF ni la Comisión de Selecciones Naconales, pedirán a la Liga MX que reduzca el cupo de extranjeros y naturalizados.

Es decir, apoyan al juvenil, al mexicano, pero sin defenderlo, sin protegerlo, sin litigarlo. Hipocresía pues.

Y seguramente, contemplativo, Poncio Pilatos, donde esté, deberá lavarse las manos de nuevo, esta vez con regocijo, al ver que sus apóstoles dela pusilanimidad proliferan en todos lados.

No basta arengar al jugador mexicano joven a que compita y se desarrolle, porque además, esos que hoy se cruzan de brazos, son más cómplices de los promotores, los directivos, el conformismo y la hipocresía.

La realidad es que al futbolista mexicano joven se le arrebatan, se le hurtan, se le despojan las oportunidades legítimas de competir.

¿Cómo se le puede exigir al futbolista mexicano joven de lanzarse a esa cruzada si no se le entregan armas legítimamente nobles para competir?

Hay un referente, de esos que, lamentablemente, no se dan en macetas y menos aún cuando es tan árido, casi un páramo, el futbol mexicano.

A muchos podrá gustar o no la postura de Hugo Sánchez, pero, su conquista en el futbol de España, será épica, por siempre. Todavía hoy, a pesar de monstruos como Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, parece totalmente imposible que alguien iguale su condecoración de Pentapichichi. Parece imposible, más que improbable que un jugador vuelva a ganar cinco títulos de goleo en España.

Cuando Hugo se convirtió en la figura de aquella selección que manejaban Diego Mercado y su ex suegro, Alfonso 'El Pescado' Portugal, llegó el momento de regresar a Pumas, donde había dos delanteros brasileños potentes y con gol, Cándido, y especialmente Evanivaldo Castro 'Cabinho'.

Hugo llegó y exigió un sitio. Exigió una oportunidad. Exigió que se le mirara como mexicano y con pretensiones de ser profeta en su propia tierra. Hugo reclamó lo que por derecho de cuna puma le pertenecía.

Y ese reclamo, verbal y frontal en los medios, pero respaldado en la cancha, respaldado en los entrenamientos y en los juegos oficiales, le significó la gran oportunidad.

En aquel Pumas inolvidable, Hugo compitió a la par de Cabinho. Se coronaron los dos campeones de goleo con Pumas en el mismo año, y si el brasileño igualó la cantidad de anotaciones del mexicano, fue porque tenía prioridad en cobros de tiros libres y penalties.

Lo de Hugo fue impresionante, porque, ya en ese tiempo y con el mal llamado Complejo de Malinche, enraizado como epidemia en el futbol mexicano, demostró que estaba por encima de un demoledor como Cabinho, quien a la postre sumó ochos títulos de goleo en México.

Pero ¿cuántos jugadores mexicanos nacen, crecen, se desarrollan y se reproducen con ese espíritu y ese temple de Hugo Sánchez? Muy pocos.

1.- ¿O podemos esperar a Martín Zúñiga que reclame la presencia de Benedetto y que además se busque a un Bolaños o un Tabó?

2.- ¿O podemos esperar que el 'Cubo' Torres o Carlos Fierro levanten la voz y exijan una oportunidad como las que por meses, e inútil e infructuosamente han tenido en su ocaso Omar Bravo y Aldo de Nigris?

3.- ¿O el satanizado Alan Pulido, que se rebeló porque desde que lo debutó Daniel Guzmán en un InterLiga, debía contemplar como amarga e injustamente desfilaban botines de promotores por las filas de Tigres, mientras él seguía esperando, y sólo la lesión de Villa le generó la oportunidad?

4.-¿Y los 'Tecatito' Corona, los Ulises Dávila, tendrían una oportunidad genuina si estuvieran aún en México?

Quede claro, esos mismos que deben orientar al futbolista mexicano, son su mejor enemigo, o su peor enemigo, según se le vea. Si el hombre es el lobo del hombre, el directivo mexicano es el lobo del juvenil mexicano.

Miguel Herrera se atrevió con América y Gustavo Matosas lo hizo con el León, pero hasta en la Universidad del Futbol, en el Pachuca, han dilapidado millones de dólares en fallidas contrataciones de extranjeros de relumbrón. Pagan oro por oropel.

Y curiosamente, el inicio de proyecto de 'El Piojo', y hasta la misma filosofía de Matosas con el León, se ven deformadas por un América que aspira a tener diez no nacidos en México en el torneo.

Sí, el discurso es hermoso: "que el futbolista mexicano joven compita y demuestre que es mejor".

A final, quede claro, es una retórica falaz. Especialmente cuando hay muchos técnicos y directivos que ensucian sus manos, pero no su cínica conciencia, con los bonos por los traspasos de futbolistas extranjeros a sus clubes.