<
>

Matosas y América no muerden, ronronean

LOS ÁNGELES -- "Me adapto a los jugadores que tengo", dijo Gustavo Matosas con un semblante divorciado de sus palabras cuando decía estar satisfecho del 1-1 con Chivas.

Es inconfundible. Cuando Matosas habla de que se adapta a lo que hay, es la versión diplomática de la frase tan brasileña: "El que no tiene perro, caza con gato". Y a falta de mastines en la cancha, Matosas caza con gatos bodegueros.

Cierto, el plantel que tiene, no lo eligió él. Es un híbrido entre los caprichos de Antonio Mohamed y las excentricidades de Ricardo Peláez. "Se gastaron en él (Matosas) los 25 millones (de dólares) por los refuerzos que yo había pedido (Quintero, Pellerano, Benedetto y Samudio)", se quejó 'El Turco'.

Ojo: El América tiene una alineación en la que todos sus jugadores han sido campeones en algún momento. Han sido ganadores absolutos en alguna etapa de su carrera, aunque las actitudes de algunos de ellos sean francamente de perdedores resignados.

Ojo: Matosas no tiene un equipo pobre en futbol, aunque sí empobrecido en actitud y espíritu.

¿Les pesa la responsabilidad? ¿Les asusta la camiseta? ¿Vendieron millonariamente su alma al demonio del aburguesamiento y el conformismo?

Con la compra de estos jugadores, más adquisiciones millonarias como Arroyo y Oribe, América fue en busca de una constelación de figuras, de notables, de futbolistas que, se suponía, habían alcanzado su rutilancia por que a la calidad habían sumado temperamento de ganadores. Falso.

Recurramos a poner un ejemplo simple. Coloquemos al América ante la mejor versión, y más económica de su pasado, la de Miguel Herrera. Ante su propio espejo inmediato, nadie puede mentirse a sí mismo.

'El Piojo' recibió un grupo de desahuciados. Casi de desechos. Y su lista de contrataciones despertaba pocas ilusiones.

¿Figuras? Sólo se salvaba Christian Benítez. Imagínese al siempre indolente Rolfi Montenegro como una de las herencias. Paul Aguilar apenas jugó el torneo previo. Vicente Sánchez era la gran decepción al igual que Aquivaldo Mosquera.

Miguel Herrera hizo limpia. Y cuando surgieron los nombres de Layún, Molina, Medina y Valenzuela como protegidos para permanecer en el nuevo proyecto, después de la poca actividad tenida en un equipo que había terminado en el sitio 17 con 15 puntos, parecía una locura.

Y encima nombres como Moisés Muñoz, Chema Cárdenas y el Hobbit Bermúdez despertaron más dudas. De hecho, la contratación de Oswaldo Vizcarrondo, la más rimbombante, lo estableció el técnico, era un capricho de Ricardo Peláez.

Queda claro. A excepción de Chucho Benítez, no había notables en el América, en ese proceso de reconfiguración y de resurrección en las Águilas.

Sin embargo, prácticamente con la misma base del fracaso compartido por Carlos Reinoso y Alfredo Tena, Miguel Herrera colocó al América en semifinales en los dos siguientes torneos, y al tercero lo hizo campeón.

¿Cuál era el sello? Sin duda la devoción, el compromiso, el orgullo, la dignidad. Ese equipo exudaba americanismo, a pesar de no haber americanistas genuinamente de cuna, excepto el imberbe entonces Raúl Jiménez.

Ese grupo, insisto, prácticamente armado con jugadores que estaban en la zona de desechos tóxicos, casi desahuciados, sin pretendientes, colocaron al América como protagonista, porque tras coronarse ante Cruz Azul, llegaron a una Final que perdieron contra el León, principalmente por carecer de un asesino del área, porque Narciso Mina, en ese desenlace, erró las necesarias para dar la voltereta.

En este grupo de Gustavo Matosas, no existe ni remotamente esa actitud, ni esa responsabilidad. Insisto: ¿alguien se imaginaba ver con esa actitud tristona, pusilánime a Pellerano? ¿O a un jugador como Carlos Darwin rehuyendo la gambeta, el descaro, el atrevimiento, la golosina misma del futbol?

Y en esa parsimonia sospechosa, incluya Usted a los ya citados Benedetto, Aguilar, 'Oswaldito', Goltz y hasta a Arroyo, quien, no olvidemos, hizo el gol que dio el título ante Tigres.

Si hace falta discurso, arenga, retórica para que reaccionen esos timoratos, buenos futbolistas todos, pero timoratos, ahí hay varios culpables.

1.- El mismo futbolista, porque seguramente esa desidia y abandono no los acusa cuando revisa quincenalmente su cuenta bancaria.

2.- ¿Y el Gustavo Matosas exigente y explosivo del León, por qué ha enmudecido?

3.- ¿Y Ricardo Peláez, quien se jactaba de trabajar cerca de Miguel Herrera en la motivación del jugador, ha claudicado?

¿Cómo creer que aquellos prófugos del patíbulo que tuvo 'El Piojo', sin el relumbrón de estos, eran más dignos, mucho más dignos competidores y profesionales que los que están hoy en la institución mediante opulentos contratos? Porque, insisto, todos han sido campeones.

¿Samudio? Se coronó con Libertad y Cruzeiro. ¿Goltz? Con Lanús en la Sudamericana y con América. ¿Aguilar? Luqueño, Xolos y América. ¿Pellerano? Independiente en la Sudamericana y Xolos. Y así podemos seguir. Todos los titulares del América han sido campeones, saben de la pasta de que están hechos. Pero la hipotecaron.

Por eso, insisto, hoy, Matosas, a falta de mastines en la cancha, caza con gatos bodegueros. Y hoy, él y Peláez mismo, se comportan como dueños de un criadero de gatos, en lugar de entrenadores de una academia de perros de pelea.

Así, poco pueden reclamar Matosas y Peláez. Si ellos ladran, sus jugadores morderán. Pero si ambos ronronean, sus futbolistas harán exactamente lo que hoy ellos hacen: ronronear.