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En la derrota, el Campeón Madrid aún vive

LOS ÁNGELES -- Llegaba de cinco victorias, pero cero sonrisas y muchas dudas. Irónico: tropieza con la derrota, pero finiquita las dudas, aunque no las deudas. Perdiendo este martes, Real Madrid fue mejor que en sus cinco victorias anteriores.

Real Madrid cae ante la Juventus. Un 2-1 que tiene más simbología de esperanza que de epitafio. Porque incluso, ni en el 0-0 ni en el 1-0 sobre el Atlético, apareció el equipo con la gallarda personalidad con la que lo hizo este martes en Turín.

Ante una Juventus espléndida, dominante, exigente, rebelde, ambiciosa, elegante, veloz y canchera, Real Madrid sucumbe en el marcador, pero en la cancha, a pesar del magnífico entorno en su contra, muestra por momentos el futbol que corresponde al campeón vigente.

El marcador, ante un adversario con la veteranía y la astucia, con el talento y el hambre de la Juventus, puede temerse como leyenda de lápida, pero el 2-1, en el Santiago Bernabéu, aún tiene 90 páginas limpias, con esa blancura que implica, en el futbol, misterio y suspenso, y ansiosas de historias de aciertos y desaciertos.

Juego de vigor absoluto, en ritmo, en consistencia, en avidez, en futbol, en músculo, y con el desasosiego angustioso de amenazas en ambas porterías, más allá de los goles, con las aproximaciones como un frentazo al larguero de James, y una de Llorente tan cerca del gol que hasta leyó el terror en los ojos de Iker Casillas por una milésima de segundo.

Con un cierre estrujante, estremecido por la intensidad y el fragor en cada balón, terminó siendo por momentos un preciosista juego de consola, por la educación mental y técnica para ponerle frenesí y vértigo a balón.

El único autorizado, concesionado, para masajear con pausa a la pelota, era Pirlo, aunque ya se sabe, frota y reconforta el balón sólo para transformarlo en arma nuclear con sus intenciones asesinas de futbolista preclaro.

Con una Juve de experimentos mínimos, el Real Madrid sacó del laboratorio dos ensayos: de nuevo Sergio Ramos al frente de los centrales, y al final eligió a Marcelo como ese recurso extremo para darle penetración a su equipo, a pesar de los riesgos ante uno de los portentos magistrales del contragolpe como la Juve.

En ese primer enroque, Varane sufrió más que nadie. Sus coberturas se vieron comprometidas, y cuando intentó salir desde el fondo puso a sufrir a todo su equipo. ¿Qué significaba ello? Que Sergio Ramos no estaba haciendo correctamente su trabajo. Él debía de ser el filtro para el descanso del francés, y terminó desguarneciéndolo.

Y mientras por derecha Bale se equivocaba más con la cabeza que con los pies, por izquierda Marcelo cumplía su rol, mientras James aparecía en el área como el jugador suelto, acechando, pero en dos ocasiones Bale, en otra Cristiano y en una más Isco, a pesar de reclamar en solitario en segundo palo, le negaron el balón al colombiano.

Mientras, la Juve tiene sangre de cazador. Tévez y Vidal imponen el ritmo, y trazan los mapas de sorpresas y acertijos, mientras que Morata es el acompañante perfecto, porque anticipa las incursiones de sus compañeros.

Al final, especialmente en el segundo tiempo, un juego para el deleite. El clímax llega con el 2-1, en un penal de artificio, de prestidigitación que se saca El Apache del penacho de chamán, y que el árbitro se traga entero.

El ingreso posterior de Javier Hernández es de repercusión absoluta. Más participativo que Isco, merodeando dentro y fuera del área, descontrolando por sus piques, e incluso de entrada, prolongó ¡accidentalmente! un balón que coqueteó obscena y descaradamente con el pie izquierdo de CR7, quien llegó una milésima tarde a la cita.

Al final, Real Madrid, más allá de marcadores, jugó su mejor partido de 2015. La derrota 2-1, recalco, insisto, no tiene semblanza de epitafio ni requiere de obituario. La mejor versión merengue en Turín, debe tener su evolución en el Benabéu.

Eso no significa que necesariamente llegue a la Final, pero, juramenta que la versión más allegada al campeón vigente, estará en su esplendor ante esa fiera cargada de elegantes artimañas que es la Juve, un carnicero vestido de frac.