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Vergara y Néstor estercolan a Chivas

LOS ÁNGELES -- Chivas vive hoy la peor de las esclavitudes. Hoy es rehén de sus propios escándalos.

Estercolándose, difamándose, Jorge Vergara y Néstor de la Torre protagonizan una farsa de autodefensa, sin importar, a ninguno, que la institución quede infelizmente sobajada y humillada.

Uno como dueño y el otro como ex empleado, recurren a las armas más ruines y promiscuas para tratar de mantener limpio el plumaje.

Y en el afán de no querer ser víctimas de la calumnia, terminan haciendo del equipo Guadalajara una víctima y hasta el mismísimo campo de batalla.

Cierto es que Vergara comenzó la embestida. Una rutina conocida durante 13 años. Se lava las manos con los vestigios de la dignidad del recién despedido.

Hasta hoy, según Vergara, el dueño del Rebaño nunca se ha equivocado. Aunque el equipo esté al borde del descenso. Y aunque su mayor inversión, el Estadio Omnilife se desnude de ausencia.

Vergara tiene un derecho inalienable: es el dueño. Néstor tiene razón: la potestad moral y sentimental de Chivas es de millones.

El problema es que ni uno ni otro arredran para lastimar a lo que defienden. Lo ensucian, lo estercolan. Irónico: no les importa asesinar lo que presuntamente defienden, si debe ser sacrificado, para lavarse la cara.

Vergara atenta contra sus propios bienes. Y Néstor contra el mayor de sus sentimientos en el futbol, arrullado desde siempre en la cuna rojiblanca.

Y Chivas es hoy más que nunca prisionero y traicionado por quienes apenas hace unos meses juraron ver por su salud. Vergara: "Llegar a ser el equipo más importante del mundo". Néstor: "Recuperar los sitios de privilegio que ha perdido".

Quieren resucitar públicamente sobre el cadáver de su defendido. Y terminan ambos siendo buitres insaciables de la imagen pública de Chivas.

¿Guardar silencio? ¿Y permitir que el otro destroce los residuos de su credibilidad? Prefieren, Vergara y Néstor, pisotear los 109 años de prestigio de la institución antes que padecer 109 segundos de sinsabores, pitorreos y sofocones.

Y todo ocurre a horas de que Chivas encare al América. Un duelo en el que está involucrado prestigio, fervor popular y, para el Guadalajara, en parte, el bienestar competitivo de permanecer en la Primera División.

En un abuso de condescendencia se podría pensar que es una estratagema valerosa y astuta de Vergara para conseguir liberar de presión, tensión y atención al equipo de cara al rabioso duelo contra el América.

Sería pretencioso llegar a creer que el escándalo sea una oportunista pantalla o pararrayos de Jorge Vergara para cobijar y permear a sus jugadores, aliviar la desazón y el nervio de cara a la exigencia múltiple que es el América.

¿Afectará a los jugadores? Omar Bravo fue impecable e implacable al señalar que Chivas aún es capaz de asombrarlo con las decisiones que se toman, en referencia al cese del Chepo de la Torre.

Evidentemente esta tragicomedia a lengüetazos ácidos, inclementes y humeantes, ya debe provocar sólo risa en el seno del equipo.

Al fin y al cabo saben que no los desestabilizará ni sus salarios ni su continuidad en el equipo por un torneo más, menos aún por las condiciones en que se encuentra el equipo: en riesgo de descender.

Lo mejor de todo, o lo peor de todo, según el cristal morboso o apenado, con que lo mire, es que no será éste el último capítulo en la vida azarosa del Guadalajara.

En su momento, ocho meses es un promedio de permanencia de entrenadores en Chivas, se irá Matías Almeyda, y seguramente en su huida hacia Argentina le alcanzarán dotaciones azufrosas de la venganza de Vergara.

Y el mismo José Luis Higuera, que ha sido puesto en evidencia como un mitómano pro excelencia, también, en su momento, se irá titulado, doctorado, como inepto, inútil, mentiroso, sinvergüenza, tramposo, y demás etcéteras, como ha ocurrido a todos aquellos a los que Jorge Vergara les ha abierto la puerta de consejeros.

Esto no termina. Será infinito. Acaso, tal vez, hasta el momento en que Jorge Vergara decida vender a Chivas.

Entonces, júrelo, el próximo capítulo ya se escribe. Los protagonistas, inevitablemente, serán Almeyda e Higuera, cuando su destino los alcance en la cronología voraz e infalible de Jorge Vergara.