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Ichiro Suzuki, La leyenda del diamante

Suzuki podría ser el primero que entre al Templo de los Inmortales con el voto unánime de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA). Ron Elkman/Sports Imagery/Getty Images

MIAMI - ¡Ichiro! ¡Ichiro! ¡Ichiro! Cada vez que sale a batear de emergente, los fanáticos en el Marlins Park, por pocos que sean, se las arreglan para armar una estruendosa algarabía y corear el nombre del ya legendario pelotero japonés.

Una cuclilla antes de entrar a la caja y el madero hacia adelante en su mano derecha como si fuera una espada de samurai forman parte del ritual de Ichiro Suzuki, uno de los bateadores más finos que haya pasado jamás por las Grandes Ligas.

A sus 42 años de edad y en su decimosexta temporada en las Mayores, está a apenas diez imparables de los 3,000, una cifra que terminará de pavimentar, por si alguien aún tiene dudas, su camino hacia el Salón de la Fama de Cooperstown.

Si Mariano Rivera y Derek Jeter, dos leyendas ya retiradas de los Yankees de Nueva York, no lo consiguen antes, Suzuki podría ser el primero que entre al Templo de los Inmortales con el voto unánime de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA).

Ichiro irrumpió en las Mayores en el 2001 con la fuerza de un huracán de categoría 5 y eslabonó una cadena única de diez temporadas seguidas con 200 o más imparables.

En el 2004, con 262 cohetes, rompió la marca de 257 impuesta por George Sisler en 1920.

Para que se tenga una clara dimensión de ese récord, basta señalar que después que Sisler logró su marca, pasaron por las Mayores varios de los mejores bateadores de la historia, como Ted Williams, Babe Ruth, Joe Dimaggio, Stan Musial, Mickey Mantle y el propio Pete Rose, líder histórico en hits en Grandes Ligas, y ninguno lo consiguió.

Entoces jugaba para los Marineros de Seattle, donde pasó sus primeras 13 campañas, antes de irse a los Yankees los siguientes tres años.

Ahora en Miami es una presencia que inspira respeto y admiración a cada paso en el clubhouse, donde sus compañeros no esconden el honor que sienten por jugar y compartir con una leyenda.

"Ichiro todavía no ha terminado de jugar y ya nosotros lo consideramos un Hall of Famer, porque no tenemos dudas de que llegará a Cooperstown".

Así lo considera el derecho cubano José Fernández, el astro de la rotación de los Marlins. "Es una escuela, ver su ética de trabajo, su manera de prepararse cada día, nos enseña cómo ser mejores profesionales".

Profesional en toda la extensión de la palabra. Así ha sido Ichiro a lo largo de toda su carrera, en busca siempre de la perfección en su trabajo.

Por eso tiene unos raros y exclusivos equipos de ejercicios en su taquilla, que le ayudan a superar el obstáculo de un físico aparentemente endeble. Son sólo suyos, fabricados para él. La gente pasa, los mira y ni pregunta.

Es como un altar erigido a los dioses ancestrales del País del Sol Naciente, ante el cual Ichiro se prepara como un samurai que va a su última batalla.

"Es un privilegio poder verlo cada día con su rutina, preparándose en silencio, enseñándonos con su ejemplo cómo ser mejores dentro y fuera del terreno", opina por su parte el venezolano Martín Prado.

"Algún día podré decirle a todos que jugué al lado de un grande, de un jugador para todas las épocas. Su ética de trabajo no tiene rival'', añadió Prado, quien es el capitán del equipo.

Con 2,990 hits arranca la segunda mitad de la temporada y lo único que necesita es tiempo de juego.

Ya en el ocaso de su carrera, ha asumido con una humildad que impresiona el papel de cuarto jardinero. No exige privilegios a pesar de su hoja de vida excepcional, sino simplemente sale a aprovechar cada oportunidad para acercarse más a su meta.

Pero a su edad mantiene una forma tal, que colocarlo en cualquiera de las tres praderas para darles un día de descanso a los titulares no representa un hueco en la defensa.

Con casi 43 años, sus habilidades defensivas se mantienen intactas, su rango de desplazamiento es enorme y la fuerza y precisión de sus tiros levanta al público de sus asientos.

Miami se prepara para darle la bienvenida a la hazaña de los 3,000 y ojalá que el momento se produzca en el Marlins Park.

Pero si pasa fuera de casa, donde quiera que sea, recibirá una sonada ovación del público rival, pues a fin de cuentas, no siempre se tiene la oportunidad de ver a una leyenda que ha dejado a su paso sólo elogios y admiración.