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La novia y la afición

MÉXICO -- Señores jugadores de la selección nacional: Les escribo con el mismo ánimo que una novia escribiría al insensato lleno de defectos que ella no es capaz de distinguir y que acaba de dejarla para formularle una pregunta imposible de responder, tan desconcertante como incomprensible: ¿por qué?

Esta es una carta de desamor o, mejor dicho, una carta de amor no correspondido. Pero no mía, porque yo hace tiempo que dejé de creer en ustedes. Es de parte de la afición. Es un reclamo a los años de confianza y fe ciega que la afición les ha tenido a lo largo de su vida, desde que los que están de este lado de la tele eran unos niños y los vieron, a quienes estuvieron antes que ustedes, cantar aquel himno de "el equipo tricolor tiene mucho corazón y en el campo lo demostraraaaaá..." Ustedes, los seleccionados de ahora, también los vieron en México 86, también cantaron los mismos comerciales en la tele, también sintieron que la selección, la de aquel entonces, darían todo en la cancha para no decepcionar a la afición, y apuesto a que cuando los veían jugar pensaron "cuando sea grande quiero ser futbolista como ellos y estar en la selección mexicana".

Y lo lograron, ahora están en la selección mexicana. Ya no los ponen a cantar pero sí hacen comerciales en los que aparecen como el don del microbús, el de la basura, el de la peluquería, el del mariachi de la calzada Independencia (o de Garibaldi, DF mode on), el de los tacos al pastor de la esquina, el mexicano promedio, pues, el que emocionadísimo compra botanas e invita a sus cuates a ver el partido y se pone una playera verde y les grita indicaciones a la televisión para que ustedes, sí, ustedes que sólo son 23 o 24 personitas contra millones de mexicanos, se muevan y ¡por amor de santa maradona! metan un gol.

Pero no, no lo hacen. El Tri jamaicón en que han convertido esta escuadra sólo encuentra su norte en el Azteca. Fuera de casa enseñan el cobre. ¿Por qué? La afición los aclama. La afición los defiende a pesar de que siguen sin demostrar un buen juego. La afición les aplaude que se enganchen en pleitos contra un reportero que fácil y con la zurda (y yo pensaría que premeditadamente) los hace perder el control. La afición incluso se pone del lado de lo mas peorcito de sus compañeros y corean su nombre en un estadio a pesar de que esa misma diva los menospreció días antes y los llamó mediocres --imagínense lo necesitada que está de un héroe para adoptar a semejante hijodepapi--. La afición les celebra hasta el cansancio un triunfo contra Costa Rica, que es como si U2 le ganara en ventas a la Arrrrolladora Banda El Limón y la deje "en los puritos huesos". La afición incluso, estoy segura, les perdonará el traspiés de perder contra Honduras 3 goles a 1, la expulsión de Salcido, el baile ridículo cuando celebran un gol, los desplantes de Márquez, las risotadas de Pável y la actitud de junior tratando de entrar al antro de Nery, sólo porque son La Selección.

Como aquellas novias cegadas ante un tipo que las deja esperando tres horas en el café o les llama 15 minutos antes de la cita para decirles que "es que siempre no alcanzo a llegar" o sí llegan pero se levantan cada media hora de la mesa para contestar esa llamada misteriosa con voz de alelado, así la afición les perdona los malos ratos que le hacen pasar, la humillación de cientos de catrachos viniendo a burlarse de los mexicanos en los comments de ESPN, la esperanza derrotada de pensar que ahora sí les van a enseñar cómo se juega a los rivales del Hexagonal para terminar, 90 minutos después, con una grandísima decepción, sí, pero sin un gramo menos de amor por la camiseta verde.

Señores jugadores de la selección nacional: Ya no me importa como jueguen. Ya no me importa si ganan o pierden. Ya no me interesa seguir embobada viendo el marcador esperando que los números del lado mexicano aumenten. ¿Saben por qué? Porque nada de lo que hagan hará que la afición deje de seguirlos. Algo que todavía no sé si es bueno o es malo pero seguro sí es muy valioso. Por favor, háganle un poquito de caso.