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Pan, circo... ¡y fútbol!

Olvídense de la evasión fiscal de los equipos del fútbol mexicano. Lo que realmente debería preocupar a los diputados son los negocios que los gobiernos estatales hacen y deshacen en torno a la industria del fútbol...

BRISTOL -- A nadie debe espantarle demasiado que una investigación arroje que muchos clubes del fútbol mexicano y la propia Federación de Fútbol tengan graves atrasos con el pago de impuestos. Lo que realmente sería interesante, señores diputados --si quieren ir a fondo-- sería desenmascarar cuánto dinero del erario público --es decir de nuestros impuestos-- gastan los gobiernos de los estados en la industria del fútbol.


Mirada de Faitelson: Pan, circo... ¡y fútbol!

Y los ejemplos están en más de un 60 por ciento de los equipos que conforman la Primera División. El Necaxa en Aguascalientes, el San Luis en San Luis Potosí, el Indios de Ciudad Juárez, el Morelia en Michoacán, el Jaguares en Tuxtla Gutiérrez, el Atlante en Quintana Roo, el Pachuca en Hidalgo y así, uno por uno, es fácil encontrar rastros donde la política se mezcló directamente con el fútbol en aras de conseguir un espectáculo que divierta, que distraiga, que mantenga la mente ocupada y lejana a los muchos problemas y carencias que generalmente envuelve la vida de los habitantes de una entidad.

No pienso caer en las comparaciones burdas que casi siempre acompañan a este tipo de temas: ¿Por qué no construir más hospitales, escuelas, calles? ¿Por qué no llevar agua y comida a sitios desprotegidos? ¿Por qué anteponer el fútbol a necesidades urgentes, realmente prioritarias en la vida de muchas familias? Si el gobierno decidió traer fútbol a una tierra y lo hizo como si se tratara de una de sus funciones sociales, pues entonces que así sea y punto.

Pero, el verdadero meollo del asunto es conocer quién, cómo y bajo qué tipo de precio se consiguió ese producto llamado fútbol.

Colgué el teléfono pálido el lunes por la tarde. Recibir una llamada desde el bellísimo sureño estado de Chiapas, donde mi informante me contaba una historia llena de traiciones, de golpes bajos y de suciedad, típica de nuestro fútbol mexicano.

Según el informante, el distanciamiento entre el estelar Adolfo Bofo Bautista y el cuerpo técnico y directiva del Jaguares de Chiapas ha llegado a extremos dramáticos. La historia va más allá: Trasciende que Bautista no aceptó darles una parte del contrato que negoció con el mismísimo gobernador a Sebastian Luri, vicepresidente del Jaguares y a Miguel Ángel Brindisi, entrenador. Es decir, el Bofo negoció el contrato de manera directa con el gobierno del estado y sólo así pudo evitar que una parte de ese dinero llegara a manos del entrenador y del directivo.

El Bofo sólo ha jugado 243 minutos en el Clausura 2009 y el gobierno estatal, dueño del 80 por ciento del equipo Jaguares, lo ha puesto ahora a realizar spots de televisión y de radio en campañas para que los jóvenes se alejen de las drogas.

También, en el caso de Chiapas, se habla de la inversión que hizo el gobierno por un jugador como el argentino Nery Cardozo, a quien contrató como jugador independiente vía Sebastián Luri y vía un promotor que por mera coincidencia también se apellida Luri.

Tal parece que Bautista, quien en su momento estaba listo para firmar con Cruz Azul, dejará al final del torneo a Chiapas para atender una oferta de la MLS para jugar en el Chivas USA.

Pero la pregunta esta ahí: ¿Quién regula los gastos de gobierno que se hacen a expensas del fútbol? ¿Quién controla a gente como Sebastián Luri? ¿Qué tipo de negocios se permiten? ¿Por qué un gobernador tiene que perder el tiempo firmando futbolistas cuando los habitantes de Chiapas le pagan para que atienda otro tipo de prioridades?

Y cuántas, cuántas historias más habrá que contar en otras plazas, en otros gobiernos, en otras circunstancias. Al pueblo, pan, circo…¡y fútbol!